“así si yo de pronto muero, volvemos mi viejo y yo” Manaure, exquisito fruto de mitad de siglo XX, fértil semillero del ingenio que atrapa a las más vivaces inteligencias del folklor, nombre familiar para los cesarenses que obligadamente figura en los anales de nuestra cultura musical, fue el excelso lugar que recomendó mi padre […]
“así si yo de pronto muero, volvemos mi viejo y yo”
Manaure, exquisito fruto de mitad de siglo XX, fértil semillero del ingenio que atrapa a las más vivaces inteligencias del folklor, nombre familiar para los cesarenses que obligadamente figura en los anales de nuestra cultura musical, fue el excelso lugar que recomendó mi padre en 1948 al entonces profesor Alfonso Cotes Queruz como propicio escenario para darle vida perenne a su tradición literaria. Ese, mi querido e inolvidable Manaure, representa una época, significa una inquietud intelectual y seguirá siendo “ el sitio de mayor recordación”, donde justo, entre “cantos y amores” nació Lázaro Alfonso Cotes Ovalle, Ponchito, pregonero cultivador del verso, que recién partió a la eternidad a reencontrarse con su padre.
Ponchito deja una importante huella en la historia del vallenato. Su legado es un lujoso álbum en cuyas páginas musicales brillan toda una gama de célebres pasajes costumbristas celosamente articulados con geniales ocurrencias, mismas que son propias de un encantado paraíso de ensueño, vertido en preciosas y fulgurantes gemas de nuestra mina vernácula Vallenata.
Venciendo la timidez que no alcanza a erosionar mi confianza y superando el blindaje de mi escaso apetito protagónico, me atreví escribir estas palabras para homenajearlo en gratitud y equilibrio por todo lo que ha representado y significado su elocuente obra musical, para recordar aquí, por ejemplo, sobre su particular pasión y manera, sin herir, de ironizar en verso y hasta de pensar en verso, terso estilo de impecable factura que permitió identificarlo como primigenio excepcional cantautor parrandero.
Cuando aún celebrábamos la declaración al vallenato como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte de la Unesco, se fue de nosotros uno de los más puristas defensores del vallenato tradicional que tejía la musa con hebra cándida hasta estremecer las fibras del alma. Basta un breve repaso de las composiciones que habitan como deidades su damajuana musical para confirmar tanta belleza de este caminante empedernido, parrandero impenitente, intrépido trovador y amigo inolvidable.
Su obsesión por construir música a partir de lo cotidiano, engrandeció su obra al evidenciar una comprensión clara, profunda y critica del sentimiento provinciano. Esa personalidad sellaba su carácter sencillo, descomplicado y sin apariencias.
Mientras escribía estas líneas, escuchaba MI VIEJO Y YO, composición en la que Ponchito le anunciaba a Poncho que en el cielo se verían. Ponchito cumplió su premonición y atendiendo el llamado del Dios de todos hoy esta con su padre en la grata compañía de Nando Araque.
Por Antonio Araque García
“así si yo de pronto muero, volvemos mi viejo y yo” Manaure, exquisito fruto de mitad de siglo XX, fértil semillero del ingenio que atrapa a las más vivaces inteligencias del folklor, nombre familiar para los cesarenses que obligadamente figura en los anales de nuestra cultura musical, fue el excelso lugar que recomendó mi padre […]
“así si yo de pronto muero, volvemos mi viejo y yo”
Manaure, exquisito fruto de mitad de siglo XX, fértil semillero del ingenio que atrapa a las más vivaces inteligencias del folklor, nombre familiar para los cesarenses que obligadamente figura en los anales de nuestra cultura musical, fue el excelso lugar que recomendó mi padre en 1948 al entonces profesor Alfonso Cotes Queruz como propicio escenario para darle vida perenne a su tradición literaria. Ese, mi querido e inolvidable Manaure, representa una época, significa una inquietud intelectual y seguirá siendo “ el sitio de mayor recordación”, donde justo, entre “cantos y amores” nació Lázaro Alfonso Cotes Ovalle, Ponchito, pregonero cultivador del verso, que recién partió a la eternidad a reencontrarse con su padre.
Ponchito deja una importante huella en la historia del vallenato. Su legado es un lujoso álbum en cuyas páginas musicales brillan toda una gama de célebres pasajes costumbristas celosamente articulados con geniales ocurrencias, mismas que son propias de un encantado paraíso de ensueño, vertido en preciosas y fulgurantes gemas de nuestra mina vernácula Vallenata.
Venciendo la timidez que no alcanza a erosionar mi confianza y superando el blindaje de mi escaso apetito protagónico, me atreví escribir estas palabras para homenajearlo en gratitud y equilibrio por todo lo que ha representado y significado su elocuente obra musical, para recordar aquí, por ejemplo, sobre su particular pasión y manera, sin herir, de ironizar en verso y hasta de pensar en verso, terso estilo de impecable factura que permitió identificarlo como primigenio excepcional cantautor parrandero.
Cuando aún celebrábamos la declaración al vallenato como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por parte de la Unesco, se fue de nosotros uno de los más puristas defensores del vallenato tradicional que tejía la musa con hebra cándida hasta estremecer las fibras del alma. Basta un breve repaso de las composiciones que habitan como deidades su damajuana musical para confirmar tanta belleza de este caminante empedernido, parrandero impenitente, intrépido trovador y amigo inolvidable.
Su obsesión por construir música a partir de lo cotidiano, engrandeció su obra al evidenciar una comprensión clara, profunda y critica del sentimiento provinciano. Esa personalidad sellaba su carácter sencillo, descomplicado y sin apariencias.
Mientras escribía estas líneas, escuchaba MI VIEJO Y YO, composición en la que Ponchito le anunciaba a Poncho que en el cielo se verían. Ponchito cumplió su premonición y atendiendo el llamado del Dios de todos hoy esta con su padre en la grata compañía de Nando Araque.
Por Antonio Araque García