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Columnista - 26 marzo, 2025

Los políticos del Nuevo Testamento

Cuando pensábamos que, con el paso de la reciente pandemia, aparte de sufrir las secuelas del covid-19 y sus vacunas, quedaríamos convertidos en una sociedad solidaria, justa, comprensiva y llena de atributos humanitarios, infortunadamente vemos que cada vez somos más inhumanos como colectivo social.

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Cuando pensábamos que, con el paso de la reciente pandemia, aparte de sufrir las secuelas del covid-19 y sus vacunas, quedaríamos convertidos en una sociedad solidaria, justa, comprensiva y llena de atributos humanitarios, infortunadamente vemos que cada vez somos más inhumanos como colectivo social. Las egolatrías, el egoísmo, la indiferencia y todo tipo de bajas pasiones intervienen negativamente en el desarrollo de unas armónicas relaciones personales. 

La política no es la excepción. Luego del adoctrinamiento de la desesperanza, el amnésico pueblo y sus líderes electorales marchan en una competencia sin control, en la que la identidad ideológica pasó a un segundo plano, para darle paso al desenfreno de los apetitos personales, sin importar si se deforma o no la verdadera naturaleza del noble ejercicio político.

La voracidad individual fija el precio y grado de vulnerabilidad del constituyente primario, para que luego llegue el inescrupuloso politiquero a comprar voluntades, silencios y aplausos a oscuros personajes, líderes de una gestión cuya misión dejó de ser la satisfacción del ser humano que ya le dieron esa ínfima limosna, para dar rienda suelta a la codicia desmedida, promotora de la inequidad y resentimiento que nutre las diferentes manifestaciones de la violencia.

Por unas lentejas nos volvemos fuertes ante el débil y sumisos frente al poderoso, ese que nos manipula políticamente con el miedo; suavizamos las barreras éticas y morales para justificar sesgadas decisiones aún en contra de nuestros propios intereses; elogiamos a quienes estructuran su diatriba política en anacrónicos postulados del rencor y la venganza; aceptamos el poder excluyente de la corrupción, la política del ‘todo vale’, así cuando pensemos estar disfrutando las mieles de la dádiva individual, es cuando más estamos perdiendo como sociedad civil.

Afortunadamente la dinámica de la política reserva incontables oportunidades de recomponer el camino, para lo que necesitamos tomar afortunadas decisiones.

Este momento es una de ellas, así como lo es cada vez que se acerca una elección o cuando individualmente le hacemos una verdadera rendición de cuentas a aquel personaje que le dimos nuestra representación y que en no pocas veces como candidato es uno, pero ya al frente de una dignidad pública es otro.

O sea que necesitamos elegir a alguien que demuestre buena voluntad hacia los demás; a alguien afecto al bienestar colectivo y no a las riquezas personales; a alguien que en medio de las diferencias ideológicas menosprecie la eliminación física de su adversario como solución a una disputa política, sino que con sus actos cultive la sensible persuasión programática a las comunidades; a alguien que no diferencie por raza, edad, inclinación sexual o condición social, sino que su lucha sea por ofrecer equidad general y diferencial desde lo púbico.

Quedaron atrás los políticos del “ojo por ojo y diente por diente”, lejos deben estar los dinosaurios que en el Congreso votan para favorecer a los misteriosos patrocinios económicos y no por los electores de carne y hueso, que movilizan a las urnas como borregos rumbo al sacrificio. Hoy la política es con el lenguaje del amor, la misericordia, la reconciliación y demás sentimientos con que habló Jesús en el Nuevo testamento. Si tú y yo nos atrevemos, muy seguramente cada vez nos vamos a equivocar menos al elegir nuestros dignatarios. Fuerte abrazo.      

POR: ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN.

Columnista
26 marzo, 2025

Los políticos del Nuevo Testamento

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Cuando pensábamos que, con el paso de la reciente pandemia, aparte de sufrir las secuelas del covid-19 y sus vacunas, quedaríamos convertidos en una sociedad solidaria, justa, comprensiva y llena de atributos humanitarios, infortunadamente vemos que cada vez somos más inhumanos como colectivo social.


Cuando pensábamos que, con el paso de la reciente pandemia, aparte de sufrir las secuelas del covid-19 y sus vacunas, quedaríamos convertidos en una sociedad solidaria, justa, comprensiva y llena de atributos humanitarios, infortunadamente vemos que cada vez somos más inhumanos como colectivo social. Las egolatrías, el egoísmo, la indiferencia y todo tipo de bajas pasiones intervienen negativamente en el desarrollo de unas armónicas relaciones personales. 

La política no es la excepción. Luego del adoctrinamiento de la desesperanza, el amnésico pueblo y sus líderes electorales marchan en una competencia sin control, en la que la identidad ideológica pasó a un segundo plano, para darle paso al desenfreno de los apetitos personales, sin importar si se deforma o no la verdadera naturaleza del noble ejercicio político.

La voracidad individual fija el precio y grado de vulnerabilidad del constituyente primario, para que luego llegue el inescrupuloso politiquero a comprar voluntades, silencios y aplausos a oscuros personajes, líderes de una gestión cuya misión dejó de ser la satisfacción del ser humano que ya le dieron esa ínfima limosna, para dar rienda suelta a la codicia desmedida, promotora de la inequidad y resentimiento que nutre las diferentes manifestaciones de la violencia.

Por unas lentejas nos volvemos fuertes ante el débil y sumisos frente al poderoso, ese que nos manipula políticamente con el miedo; suavizamos las barreras éticas y morales para justificar sesgadas decisiones aún en contra de nuestros propios intereses; elogiamos a quienes estructuran su diatriba política en anacrónicos postulados del rencor y la venganza; aceptamos el poder excluyente de la corrupción, la política del ‘todo vale’, así cuando pensemos estar disfrutando las mieles de la dádiva individual, es cuando más estamos perdiendo como sociedad civil.

Afortunadamente la dinámica de la política reserva incontables oportunidades de recomponer el camino, para lo que necesitamos tomar afortunadas decisiones.

Este momento es una de ellas, así como lo es cada vez que se acerca una elección o cuando individualmente le hacemos una verdadera rendición de cuentas a aquel personaje que le dimos nuestra representación y que en no pocas veces como candidato es uno, pero ya al frente de una dignidad pública es otro.

O sea que necesitamos elegir a alguien que demuestre buena voluntad hacia los demás; a alguien afecto al bienestar colectivo y no a las riquezas personales; a alguien que en medio de las diferencias ideológicas menosprecie la eliminación física de su adversario como solución a una disputa política, sino que con sus actos cultive la sensible persuasión programática a las comunidades; a alguien que no diferencie por raza, edad, inclinación sexual o condición social, sino que su lucha sea por ofrecer equidad general y diferencial desde lo púbico.

Quedaron atrás los políticos del “ojo por ojo y diente por diente”, lejos deben estar los dinosaurios que en el Congreso votan para favorecer a los misteriosos patrocinios económicos y no por los electores de carne y hueso, que movilizan a las urnas como borregos rumbo al sacrificio. Hoy la política es con el lenguaje del amor, la misericordia, la reconciliación y demás sentimientos con que habló Jesús en el Nuevo testamento. Si tú y yo nos atrevemos, muy seguramente cada vez nos vamos a equivocar menos al elegir nuestros dignatarios. Fuerte abrazo.      

POR: ANTONIO MARÍA ARAÚJO CALDERÓN.