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Columnista - 3 abril, 2019

Los neo–marxismos y el movimiento social demócrata (IV)

Continuación; Gramsci ofrece una síntesis de los dos ateísmos que campean en la sociedad contemporánea: el ateísmo marxista (práctico) por una parte y por la otra, el ateísmo burgués (teórico). No tiene empacho en afirmar que el instrumento para construir la civilización de la inmanencia es el partido comunista, al que él llama El Príncipe […]

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Continuación; Gramsci ofrece una síntesis de los dos ateísmos que campean en la sociedad contemporánea: el ateísmo marxista (práctico) por una parte y por la otra, el ateísmo burgués (teórico).

No tiene empacho en afirmar que el instrumento para construir la civilización de la inmanencia es el partido comunista, al que él llama El Príncipe moderno, pues no en vano Gramsci fue un admirador de su paisano italiano Maquiavelo.

Siguiendo la ética de éste, considera que cualquier medio es bueno (por malo que sea) para conseguir el maquiavélico fin propuesto, en éste caso su revolución cultural. Así, el partido comunista no es sólo el inspirador de una nueva cultura inmanente, sino también su ejecutor, de lo que se encarga una élite que impone a las masas sus puntos de vista inmanentes, y toda medida que conduzca a esa inmanencia será considerada como moderna, progresista y democrática. En cambio, las consideraciones de una moralidad religiosa y una visión trascendente, serán anatematizadas como cuestiones antiguas, reaccionarias y fascistas.

Ahora bien, después de la caída del imperio soviético han desaparecido muchos aspectos políticos y económicos de ese totalitarismo; pero, ojo, en cuanto ideología materialista marxista e inmanentista el marxismo de Gramsci ha logrado mantener con vida a una cultura laicista y radical, presente con fuerza penetradora en algunos sectores de la sociedad actual.

Tales ideas encontraron variadas posibilidades de implantación: conquistaron el poder político en no pocos países occidentales, bajo el nombre de social democracia, cuya paternidad se le atribuye al revisionista marxista el alemán Eduard Bernstein (1.850-1923), quien afirmó que las profecías económicas de Marx no son verdaderas, y que su dialéctica oscurece la observación de la realidad de las cosas, y que el no dominio de unas clases sobre otras se podría lograr mediante procesos de democracias liberales.

Por tanto, según él, los partidos social demócratas deben conquistar el poder no en razón de la revolución sino mediante las elecciones políticas. Conforme a esta revisión, la democracia trabaja a favor de la conciliación de las clases y a su superación, convirtiéndose al mismo tiempo en medio y fin, oxigenando así el cerrado inmanentismo del marxismo ortodoxo de Antonio Gramsci.

En el siglo XX se desarrollaron diferentes socialismos democráticos, por ejemplo: el laborismo británico y el socialismo escandinavo, que habiendo abandonado las raíces marxistas, mantienen sin embargo una comprensión del mundo incompatible con la cristiana, especialmente por lo que hace al economismo.

Tales partidos políticos reconocen el papel positivo de la propiedad privada y de la libre iniciativa individual, ya que tales partidos hacen parte de algunos neo-liberalismos, abandonando las rígidas formas ideológicas marxistas del siglo XIX.

[email protected]

Columnista
3 abril, 2019

Los neo–marxismos y el movimiento social demócrata (IV)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Continuación; Gramsci ofrece una síntesis de los dos ateísmos que campean en la sociedad contemporánea: el ateísmo marxista (práctico) por una parte y por la otra, el ateísmo burgués (teórico). No tiene empacho en afirmar que el instrumento para construir la civilización de la inmanencia es el partido comunista, al que él llama El Príncipe […]


Continuación; Gramsci ofrece una síntesis de los dos ateísmos que campean en la sociedad contemporánea: el ateísmo marxista (práctico) por una parte y por la otra, el ateísmo burgués (teórico).

No tiene empacho en afirmar que el instrumento para construir la civilización de la inmanencia es el partido comunista, al que él llama El Príncipe moderno, pues no en vano Gramsci fue un admirador de su paisano italiano Maquiavelo.

Siguiendo la ética de éste, considera que cualquier medio es bueno (por malo que sea) para conseguir el maquiavélico fin propuesto, en éste caso su revolución cultural. Así, el partido comunista no es sólo el inspirador de una nueva cultura inmanente, sino también su ejecutor, de lo que se encarga una élite que impone a las masas sus puntos de vista inmanentes, y toda medida que conduzca a esa inmanencia será considerada como moderna, progresista y democrática. En cambio, las consideraciones de una moralidad religiosa y una visión trascendente, serán anatematizadas como cuestiones antiguas, reaccionarias y fascistas.

Ahora bien, después de la caída del imperio soviético han desaparecido muchos aspectos políticos y económicos de ese totalitarismo; pero, ojo, en cuanto ideología materialista marxista e inmanentista el marxismo de Gramsci ha logrado mantener con vida a una cultura laicista y radical, presente con fuerza penetradora en algunos sectores de la sociedad actual.

Tales ideas encontraron variadas posibilidades de implantación: conquistaron el poder político en no pocos países occidentales, bajo el nombre de social democracia, cuya paternidad se le atribuye al revisionista marxista el alemán Eduard Bernstein (1.850-1923), quien afirmó que las profecías económicas de Marx no son verdaderas, y que su dialéctica oscurece la observación de la realidad de las cosas, y que el no dominio de unas clases sobre otras se podría lograr mediante procesos de democracias liberales.

Por tanto, según él, los partidos social demócratas deben conquistar el poder no en razón de la revolución sino mediante las elecciones políticas. Conforme a esta revisión, la democracia trabaja a favor de la conciliación de las clases y a su superación, convirtiéndose al mismo tiempo en medio y fin, oxigenando así el cerrado inmanentismo del marxismo ortodoxo de Antonio Gramsci.

En el siglo XX se desarrollaron diferentes socialismos democráticos, por ejemplo: el laborismo británico y el socialismo escandinavo, que habiendo abandonado las raíces marxistas, mantienen sin embargo una comprensión del mundo incompatible con la cristiana, especialmente por lo que hace al economismo.

Tales partidos políticos reconocen el papel positivo de la propiedad privada y de la libre iniciativa individual, ya que tales partidos hacen parte de algunos neo-liberalismos, abandonando las rígidas formas ideológicas marxistas del siglo XIX.

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