Haberme muerto fue una sensación que sentí en el día de ayer; fue como si de repente hubiere dejado de pensar, de percibir el sonido del viento y su forma de saludarme, que como siempre lo hace con una sensación suave, encantadora y reconfortante. ¿Será esta la primera vez que he muerto? ¿O será una simple demostración que la naturaleza se me manifiesta para orientar mis actuaciones?
Por Fausto Cotes N.
Haberme muerto fue una sensación que sentí en el día de ayer; fue como si de repente hubiere dejado de pensar, de percibir el sonido del viento y su forma de saludarme, que como siempre lo hace con una sensación suave, encantadora y reconfortante. ¿Será esta la primera vez que he muerto? ¿O será una simple demostración que la naturaleza se me manifiesta para orientar mis actuaciones?
No sé, pero estar muerto en vida es una sensación etérea, sin sentido, producto muchas veces por la inconformidad y el desafecto, que se apoderan del espíritu normalmente, porque todo lo vemos en forma negativa y el placer de quejarnos por todo es la manifestación habitual de nuestro pesimismo, que pareciera que nuestro Dios nos hubiese abandonado por siempre.
Se muere en vida cuando estamos pendiente de las actuaciones de los demás y no de las propias, cuando todas las expresiones externas nos molestan cómo sensación de infelicidad y entonces en este estado el infierno de las penas y amarguras se asoman por doquier como enjambres de abejas castigadoras en busca de sellar con su veneno a gotas la sensación de una muerte sin sentido.
Existe medio mundo muerto en vida a la espera de que alguien extienda su mano para no caer en un abismo de desilusiones y que nunca ha pensado en levantarse venciendo su propio peso y se convierte en una especie de lastre, que cada día pesa más y más, que perdiendo la fe sobre sí mismo termina con los síntomas exactos del mal de la muerte en vida.
Dentro de ese mundo de los muertos en vida, están los flojos, los hipócritas, los mediocres, los insensatos, los inconformes, los que llenos de terror confunden el miedo con la cobardía y la prudencia con la falta de valentía, están especialmente los corruptos que como plagas indomables han de asolar y asoman sin lugar, ni tiempo, ni modo en cualquier actividad de la vida humana que haya de producir beneficios comunitarios para una sociedad, que si lucha permanente, y que entiende que el sacrificio y el trabajo son partes de la felicidad del ser humano.
Las revoluciones, si las analizamos en todo su contenido, están pensadas y practicadas, en su mayoría, por los muertos en vida y he aquí el nacimiento de las guerras y conflictos permanentes, pues estos valiéndose de sus incompetencias permanentes quieren hacer de todos los seres unos muertos en vida, y es en donde aparecen los verdaderos caudillos del mal que, asociados entre pocos, buscan cómo apoderarse de la humanidad.
En todo caso sentí miedo con la sensación de ayer y de inmediato y después de meditaciones con raciocinios profundos, sin dejar de eludir las manifestaciones de entusiasmo me dije: señor, !ayúdame!; hombres cómo yo no pueden nunca morir en vida cuando la lucha y el esfuerzo han sido las características de mis actuaciones, dame la fuerza para que en mi espíritu no muera nunca la esperanza de morir por siempre de pie, que cómo consuelo inherente nos infunde la misma lucha por vivir una vida donde los sacrificios sean el pan que alimente la conformidad y la entereza para servir a los demás.
De los que mueren en vida está lleno el mundo, de ellos hay que cuidarse para que no nos contagien con este mal que convertido en epidemia haya de acabar con la humanidad, que cuando hacen la revolución social aliados además con los desdichados, los asesinos, los fraudulentos y de toda la plebe que bajo la inmortal perversión sabe actuar, nada bueno podremos esperar si no las guerras, que son manejadas por canallas, quienes después de sus actuaciones impostoras, entre los cabecillas, cómo buenos insensatos y politiqueros de turno, se sientan a desayunar juntos y de la mano cranean múltiples fechorías contra otros.
Son como todos los falsos revolucionarios, pero con lo que se está viendo a nivel mundial nunca imaginé que fueran peor. Quieren vivir cantando victorias sin aprender a superar sus derrotas; no son sino unos miserables e insensatos; miren nomas el ejemplo entre la Europa Oriental, el Oriente Medio, y otras latitudes, etc.……, que no enumero más para evitar mencionar a muchos muertos en vida.
Haberme muerto fue una sensación que sentí en el día de ayer; fue como si de repente hubiere dejado de pensar, de percibir el sonido del viento y su forma de saludarme, que como siempre lo hace con una sensación suave, encantadora y reconfortante. ¿Será esta la primera vez que he muerto? ¿O será una simple demostración que la naturaleza se me manifiesta para orientar mis actuaciones?
Por Fausto Cotes N.
Haberme muerto fue una sensación que sentí en el día de ayer; fue como si de repente hubiere dejado de pensar, de percibir el sonido del viento y su forma de saludarme, que como siempre lo hace con una sensación suave, encantadora y reconfortante. ¿Será esta la primera vez que he muerto? ¿O será una simple demostración que la naturaleza se me manifiesta para orientar mis actuaciones?
No sé, pero estar muerto en vida es una sensación etérea, sin sentido, producto muchas veces por la inconformidad y el desafecto, que se apoderan del espíritu normalmente, porque todo lo vemos en forma negativa y el placer de quejarnos por todo es la manifestación habitual de nuestro pesimismo, que pareciera que nuestro Dios nos hubiese abandonado por siempre.
Se muere en vida cuando estamos pendiente de las actuaciones de los demás y no de las propias, cuando todas las expresiones externas nos molestan cómo sensación de infelicidad y entonces en este estado el infierno de las penas y amarguras se asoman por doquier como enjambres de abejas castigadoras en busca de sellar con su veneno a gotas la sensación de una muerte sin sentido.
Existe medio mundo muerto en vida a la espera de que alguien extienda su mano para no caer en un abismo de desilusiones y que nunca ha pensado en levantarse venciendo su propio peso y se convierte en una especie de lastre, que cada día pesa más y más, que perdiendo la fe sobre sí mismo termina con los síntomas exactos del mal de la muerte en vida.
Dentro de ese mundo de los muertos en vida, están los flojos, los hipócritas, los mediocres, los insensatos, los inconformes, los que llenos de terror confunden el miedo con la cobardía y la prudencia con la falta de valentía, están especialmente los corruptos que como plagas indomables han de asolar y asoman sin lugar, ni tiempo, ni modo en cualquier actividad de la vida humana que haya de producir beneficios comunitarios para una sociedad, que si lucha permanente, y que entiende que el sacrificio y el trabajo son partes de la felicidad del ser humano.
Las revoluciones, si las analizamos en todo su contenido, están pensadas y practicadas, en su mayoría, por los muertos en vida y he aquí el nacimiento de las guerras y conflictos permanentes, pues estos valiéndose de sus incompetencias permanentes quieren hacer de todos los seres unos muertos en vida, y es en donde aparecen los verdaderos caudillos del mal que, asociados entre pocos, buscan cómo apoderarse de la humanidad.
En todo caso sentí miedo con la sensación de ayer y de inmediato y después de meditaciones con raciocinios profundos, sin dejar de eludir las manifestaciones de entusiasmo me dije: señor, !ayúdame!; hombres cómo yo no pueden nunca morir en vida cuando la lucha y el esfuerzo han sido las características de mis actuaciones, dame la fuerza para que en mi espíritu no muera nunca la esperanza de morir por siempre de pie, que cómo consuelo inherente nos infunde la misma lucha por vivir una vida donde los sacrificios sean el pan que alimente la conformidad y la entereza para servir a los demás.
De los que mueren en vida está lleno el mundo, de ellos hay que cuidarse para que no nos contagien con este mal que convertido en epidemia haya de acabar con la humanidad, que cuando hacen la revolución social aliados además con los desdichados, los asesinos, los fraudulentos y de toda la plebe que bajo la inmortal perversión sabe actuar, nada bueno podremos esperar si no las guerras, que son manejadas por canallas, quienes después de sus actuaciones impostoras, entre los cabecillas, cómo buenos insensatos y politiqueros de turno, se sientan a desayunar juntos y de la mano cranean múltiples fechorías contra otros.
Son como todos los falsos revolucionarios, pero con lo que se está viendo a nivel mundial nunca imaginé que fueran peor. Quieren vivir cantando victorias sin aprender a superar sus derrotas; no son sino unos miserables e insensatos; miren nomas el ejemplo entre la Europa Oriental, el Oriente Medio, y otras latitudes, etc.……, que no enumero más para evitar mencionar a muchos muertos en vida.