Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 23 julio, 2017

Los magos también se mueren

“Yo soy, téngalo presente, el mejor mago del mundo, el ultimo descendiente de un linaje vagamundo, yo nací libre y altivo, desciendo de faraones de magos y adivinos y de gitanos ladrones, yo aprendí por los caminos de la zona bananera a descifrar el destino en noches de luna llena”. El aparte transcrito corresponde a […]

Boton Wpp

“Yo soy, téngalo presente, el mejor mago del mundo, el ultimo descendiente de un linaje vagamundo, yo nací libre y altivo, desciendo de faraones de magos y adivinos y de gitanos ladrones, yo aprendí por los caminos de la zona bananera a descifrar el destino en noches de luna llena”.

El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘El último embaucador’, de la autoría de Santander Durán Escalona, que fue incluida por Daniel Celedon e Ismael Rudas en el corte número 1 del Lado B del LP titulado ‘Con más fuerza’, en el año 1983, ese tema musical vino a mi mente porque he sabido que se lo hizo su autor al mago Borleti.

Ese afamado mago falleció el 16 de julio reciente pasado, se dice que fue muy cercano al expresidente Alfonso López Michelsen y escuché decir a uno de los periodistas mejor informado de Valledupar, Celso Guerra Gutiérrez, de Radio Guatapurí, que Gabriel García Márquez refiriéndose a las grandes habilidades de Borleti en los parapetos y malabarismos que “si él hubiera nacido en otro lugar y no en Río Frío, hubiera sido el mejor mago del mundo”.

No olvido que ese señor tenía un programa en Radio Libertad cuando yo estaba niño, cuando terminaba el “Radio periódico informando” de Marcos Pérez Caicedo, enseguida entraba el mago con sus predicciones y respuestas a las cartas que decía que le enviaban sus clientes decepcionados o las damas desesperadas por falta de marido, eso se escuchaba diario en mi casa, al escucharlo siempre pensaba que ese tipo ni se enfermaba ni moriría, mejor dicho, yo creía que ellos nacían para semilla, ahora caigo en cuenta de mi gran error, que ¡desilusión!

Tuve conocimiento de la existencia de los magos y de los y las adivinas bien temprano porque aunque no había visto televisión, ni conocía los televisores durante mis primeros diez años, los había visto en algunos “Circos de maromeros” que llegaban a Monguí, quienes aprovechando nuestra ignorancia supina nos deslumbraban con malabarismos de corto vuelo, igual fueron familiares para mis ojos las enigmáticas gitanas que tiraban canilla por todo el pueblo durante el día con su inconfundible caminar de ganso cazando presa anunciando que en la noche “había función”, estas a su vez cumplían promiscuidad de funciones, durante el día adivinaban y por las noches volaban, parecían marimonda sobre palo de mango de palo a palo ante nuestros aterrados ojitos de puñalá en taburete de cuero.

La sorpresiva muerte del mago mejor relacionado de Colombia –por lo que de él ha escrito el periodista y escritor Edgar García Ochoa -Flash- trae a mi mente al mago, brujo y adivino que llegó hace varios años a Monguí, de quien Nely Medina, mi tía, dijo que era engañador pero era tan bonito que “parecía un ángel”, ese caballero que presumía de afiebrado gitano en noche de luna llena decía que estaba en capacidad de curar desde un catarro hasta un cáncer metastasico, le dijo a un amigo mío que no estaba en la Nasa por ser un hombre sencillo y humanitario que en lugar de estar regalándole sus iluminados conocimientos a los gringos, prefería visitar pueblitos pequeños como donde yo nací para ayudar a la gente pobre, cobrándole barato “por la consulta” , y también por los procedimientos quirúrgicos que realizaba sin bisturí, solo utilizaba una espina de limón.

Imposible olvidar que uno de sus pacientes fue el señor Alfredo Brito Palmezano, ese señor de la tercera edad que dice a sus ochenta y más años que se gana a los muchachos de veinte “en lo que sea”, visitó al sabihondo que tenía su consultorio en la casa de Ñeca Mendoza para contarle que presentaba unos mareos, aquel le dijo que eso se lo estaba ocasionando la falta de luz en uno de sus ojos, el cual perdió treinta años atrás pero que el solucionaría eso, sacándole luz del ojo bueno para llevarle al que no funcionaba, no obstante que el globo ocular tampoco está porque le fue extirpado, al viejo la vaina no le sonó, le dijo que consultaría antes de someterse a la “cirugía” salió y todavía lo está esperando. Ese bellaco después de recibir dinero de muchos incautos como abono a posteriores tratamientos y operaciones un día de luna nueva, anocheció pero no amaneció.
Ahora si estoy convencido que los magos también se enferman… ¡y se mueren!

Por Luis Eduardo Acosta

 

Columnista
23 julio, 2017

Los magos también se mueren

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Yo soy, téngalo presente, el mejor mago del mundo, el ultimo descendiente de un linaje vagamundo, yo nací libre y altivo, desciendo de faraones de magos y adivinos y de gitanos ladrones, yo aprendí por los caminos de la zona bananera a descifrar el destino en noches de luna llena”. El aparte transcrito corresponde a […]


“Yo soy, téngalo presente, el mejor mago del mundo, el ultimo descendiente de un linaje vagamundo, yo nací libre y altivo, desciendo de faraones de magos y adivinos y de gitanos ladrones, yo aprendí por los caminos de la zona bananera a descifrar el destino en noches de luna llena”.

El aparte transcrito corresponde a la canción titulada ‘El último embaucador’, de la autoría de Santander Durán Escalona, que fue incluida por Daniel Celedon e Ismael Rudas en el corte número 1 del Lado B del LP titulado ‘Con más fuerza’, en el año 1983, ese tema musical vino a mi mente porque he sabido que se lo hizo su autor al mago Borleti.

Ese afamado mago falleció el 16 de julio reciente pasado, se dice que fue muy cercano al expresidente Alfonso López Michelsen y escuché decir a uno de los periodistas mejor informado de Valledupar, Celso Guerra Gutiérrez, de Radio Guatapurí, que Gabriel García Márquez refiriéndose a las grandes habilidades de Borleti en los parapetos y malabarismos que “si él hubiera nacido en otro lugar y no en Río Frío, hubiera sido el mejor mago del mundo”.

No olvido que ese señor tenía un programa en Radio Libertad cuando yo estaba niño, cuando terminaba el “Radio periódico informando” de Marcos Pérez Caicedo, enseguida entraba el mago con sus predicciones y respuestas a las cartas que decía que le enviaban sus clientes decepcionados o las damas desesperadas por falta de marido, eso se escuchaba diario en mi casa, al escucharlo siempre pensaba que ese tipo ni se enfermaba ni moriría, mejor dicho, yo creía que ellos nacían para semilla, ahora caigo en cuenta de mi gran error, que ¡desilusión!

Tuve conocimiento de la existencia de los magos y de los y las adivinas bien temprano porque aunque no había visto televisión, ni conocía los televisores durante mis primeros diez años, los había visto en algunos “Circos de maromeros” que llegaban a Monguí, quienes aprovechando nuestra ignorancia supina nos deslumbraban con malabarismos de corto vuelo, igual fueron familiares para mis ojos las enigmáticas gitanas que tiraban canilla por todo el pueblo durante el día con su inconfundible caminar de ganso cazando presa anunciando que en la noche “había función”, estas a su vez cumplían promiscuidad de funciones, durante el día adivinaban y por las noches volaban, parecían marimonda sobre palo de mango de palo a palo ante nuestros aterrados ojitos de puñalá en taburete de cuero.

La sorpresiva muerte del mago mejor relacionado de Colombia –por lo que de él ha escrito el periodista y escritor Edgar García Ochoa -Flash- trae a mi mente al mago, brujo y adivino que llegó hace varios años a Monguí, de quien Nely Medina, mi tía, dijo que era engañador pero era tan bonito que “parecía un ángel”, ese caballero que presumía de afiebrado gitano en noche de luna llena decía que estaba en capacidad de curar desde un catarro hasta un cáncer metastasico, le dijo a un amigo mío que no estaba en la Nasa por ser un hombre sencillo y humanitario que en lugar de estar regalándole sus iluminados conocimientos a los gringos, prefería visitar pueblitos pequeños como donde yo nací para ayudar a la gente pobre, cobrándole barato “por la consulta” , y también por los procedimientos quirúrgicos que realizaba sin bisturí, solo utilizaba una espina de limón.

Imposible olvidar que uno de sus pacientes fue el señor Alfredo Brito Palmezano, ese señor de la tercera edad que dice a sus ochenta y más años que se gana a los muchachos de veinte “en lo que sea”, visitó al sabihondo que tenía su consultorio en la casa de Ñeca Mendoza para contarle que presentaba unos mareos, aquel le dijo que eso se lo estaba ocasionando la falta de luz en uno de sus ojos, el cual perdió treinta años atrás pero que el solucionaría eso, sacándole luz del ojo bueno para llevarle al que no funcionaba, no obstante que el globo ocular tampoco está porque le fue extirpado, al viejo la vaina no le sonó, le dijo que consultaría antes de someterse a la “cirugía” salió y todavía lo está esperando. Ese bellaco después de recibir dinero de muchos incautos como abono a posteriores tratamientos y operaciones un día de luna nueva, anocheció pero no amaneció.
Ahora si estoy convencido que los magos también se enferman… ¡y se mueren!

Por Luis Eduardo Acosta