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Columnista - 18 octubre, 2020

Los líderes mundiales vs coronavirus: una guerra que van perdiendo

El 2020 ha sido y será por siempre un año para el olvido, un año para esos tristes recuerdos que una mente sensata no quisiera tener, pues el año de la pandemia será memorizado por haber desnudado la miseria y la inoperancia de las instituciones de salud a nivel mundial, y por encima de todo, […]

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El 2020 ha sido y será por siempre un año para el olvido, un año para esos tristes recuerdos que una mente sensata no quisiera tener, pues el año de la pandemia será memorizado por haber desnudado la miseria y la inoperancia de las instituciones de salud a nivel mundial, y por encima de todo, por la incapacidad de los líderes mundiales para ganarle la guerra a un enemigo microscópico que llegó para quedarse y amargarnos la vida.
El médico pacifico, Carlos Araujo, me regaló la siguiente reflexión, la cual quiero compartir con mis lectores en este día: “¿Cómo un virus ha puesto a temblar, desde los núcleos familiares, la religión, la política y sobre todo la economía a nivel mundial? Pensábamos que ya estábamos en un nivel elevado de desarrollo, que éramos capaces de conquistar otros planetas y nos damos cuenta que aún nos hacen falta muchas investigaciones y avances. ¿Después del coronavirus qué vendrá, alguna súper bacteria resistente a los antibióticos o algún otro virus, más potente y mortal?”.

Indudablemente mi colega tiene razón en su análisis sobre todo cuando nos han acostumbrado a escuchar noticias de los miles de millones que se invierten para esos viajes estratosféricos que incluso ya se promocionan como turismo espacial. No han podido garantizar la supervivencia humana en el planeta y ya nos quieren trasladar de manera irresponsable a los confines del universo.

Adicionalmente a ello, encontramos que la lucha por la carrera armamentista va en aumento. Según un informe publicado el 27 de marzo de 2020 por el Instituto Internacional de Estudios para La Paz, SIPRI, a lo largo de 2019, los gastos militares alcanzaron 1,9 billones de dólares (1,8 billones de euros) en el mundo, es decir un incremento de 3,6 por ciento en un año, el más importante desde 2010. “El gasto militar alcanzó su mayor nivel desde el final de la Guerra Fría”, declaró Nan Tian, investigador en SIPRI. Estamos hablando que cada año se destinan en el mundo cerca de mil millones de millones de euros para producir armas –inclusive de destrucción masiva-, para ver cómo nos matamos los unos a los otros, cifra que dista mucho a la publicada por la revista Formes el 21 de abril del 2020, en la cual, la Farmacéutica GSK considera que: “En protocolos normales, la producción de una vacuna nueva puede tardar de 10 a 15 años -pero en este caso creen que puede tardar de 12 a 18 meses con un protocolo apresurado y complicado- y en promedio cuesta 500 millones de dólares”.

Está claro que a los líderes mundiales les ha interesado más destinar una costosa inversión para la guerra y para la muerte, que dedicar una migaja de sus presupuestos para la investigación científica que evite la aparición y propagación de este tipo de enfermedades, y lo que es peor, la producción de un tratamiento oportuno y eficaz para combatirla. A pesar de lo costoso, resulta más rápido y efectivo producir un arma letal que producir una vacuna o un medicamento que nos ayude a prolongar la existencia humana. Miles de millones destinados para ganar guerras y un organismo microscópico nos tiene confinados, arrodillados, empobrecidos y entregados a la suerte de un futuro incierto. No cabe duda alguna de que el nuevo coronavirus va ganando la guerra; solo necesitó que lo liberaran o lo dejaran escapar de un laboratorio chino -no sabemos con claridad-, y se fue de gira por el mundo a recoger nuestras almas de manera gratuita. Hasta el momento lleva más de cuarenta millones de infectados y más de un millón doscientas mil muertes en todo el planeta. ¿Y la vacuna? ¿Y el tratamiento? Muy bien, gracias.

Columnista
18 octubre, 2020

Los líderes mundiales vs coronavirus: una guerra que van perdiendo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gabriel Dario Serna Gomez

El 2020 ha sido y será por siempre un año para el olvido, un año para esos tristes recuerdos que una mente sensata no quisiera tener, pues el año de la pandemia será memorizado por haber desnudado la miseria y la inoperancia de las instituciones de salud a nivel mundial, y por encima de todo, […]


El 2020 ha sido y será por siempre un año para el olvido, un año para esos tristes recuerdos que una mente sensata no quisiera tener, pues el año de la pandemia será memorizado por haber desnudado la miseria y la inoperancia de las instituciones de salud a nivel mundial, y por encima de todo, por la incapacidad de los líderes mundiales para ganarle la guerra a un enemigo microscópico que llegó para quedarse y amargarnos la vida.
El médico pacifico, Carlos Araujo, me regaló la siguiente reflexión, la cual quiero compartir con mis lectores en este día: “¿Cómo un virus ha puesto a temblar, desde los núcleos familiares, la religión, la política y sobre todo la economía a nivel mundial? Pensábamos que ya estábamos en un nivel elevado de desarrollo, que éramos capaces de conquistar otros planetas y nos damos cuenta que aún nos hacen falta muchas investigaciones y avances. ¿Después del coronavirus qué vendrá, alguna súper bacteria resistente a los antibióticos o algún otro virus, más potente y mortal?”.

Indudablemente mi colega tiene razón en su análisis sobre todo cuando nos han acostumbrado a escuchar noticias de los miles de millones que se invierten para esos viajes estratosféricos que incluso ya se promocionan como turismo espacial. No han podido garantizar la supervivencia humana en el planeta y ya nos quieren trasladar de manera irresponsable a los confines del universo.

Adicionalmente a ello, encontramos que la lucha por la carrera armamentista va en aumento. Según un informe publicado el 27 de marzo de 2020 por el Instituto Internacional de Estudios para La Paz, SIPRI, a lo largo de 2019, los gastos militares alcanzaron 1,9 billones de dólares (1,8 billones de euros) en el mundo, es decir un incremento de 3,6 por ciento en un año, el más importante desde 2010. “El gasto militar alcanzó su mayor nivel desde el final de la Guerra Fría”, declaró Nan Tian, investigador en SIPRI. Estamos hablando que cada año se destinan en el mundo cerca de mil millones de millones de euros para producir armas –inclusive de destrucción masiva-, para ver cómo nos matamos los unos a los otros, cifra que dista mucho a la publicada por la revista Formes el 21 de abril del 2020, en la cual, la Farmacéutica GSK considera que: “En protocolos normales, la producción de una vacuna nueva puede tardar de 10 a 15 años -pero en este caso creen que puede tardar de 12 a 18 meses con un protocolo apresurado y complicado- y en promedio cuesta 500 millones de dólares”.

Está claro que a los líderes mundiales les ha interesado más destinar una costosa inversión para la guerra y para la muerte, que dedicar una migaja de sus presupuestos para la investigación científica que evite la aparición y propagación de este tipo de enfermedades, y lo que es peor, la producción de un tratamiento oportuno y eficaz para combatirla. A pesar de lo costoso, resulta más rápido y efectivo producir un arma letal que producir una vacuna o un medicamento que nos ayude a prolongar la existencia humana. Miles de millones destinados para ganar guerras y un organismo microscópico nos tiene confinados, arrodillados, empobrecidos y entregados a la suerte de un futuro incierto. No cabe duda alguna de que el nuevo coronavirus va ganando la guerra; solo necesitó que lo liberaran o lo dejaran escapar de un laboratorio chino -no sabemos con claridad-, y se fue de gira por el mundo a recoger nuestras almas de manera gratuita. Hasta el momento lleva más de cuarenta millones de infectados y más de un millón doscientas mil muertes en todo el planeta. ¿Y la vacuna? ¿Y el tratamiento? Muy bien, gracias.