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Columnista - 23 octubre, 2019

Los hijos que no tuvo Adalgisa

Vicenzo Bellini (1.801 – 1.835), un niño prodigio italiano. Compositor de música sacra, pero se destacó especialmente en la composición operística. Como se sabe por la historia, el cónsul romano Cayo Julio Cesar, conquistó y gobernó las provincias extranjeras denominadas Las Galias, aproximadamente medio siglo antes del advenimiento de la era cristiana. Los romanos llegaban […]

Vicenzo Bellini (1.801 – 1.835), un niño prodigio italiano. Compositor de música sacra, pero se destacó especialmente en la composición operística.

Como se sabe por la historia, el cónsul romano Cayo Julio Cesar, conquistó y gobernó las provincias extranjeras denominadas Las Galias, aproximadamente medio siglo antes del advenimiento de la era cristiana.

Los romanos llegaban a los territorios extranjeros, cercanos o lejanos, como en el caso de las Galias, sojuzgaban a las poblaciones, les imponían su sistema de gobierno, pero siempre tenían el cuidado de respetar sus costumbres, y especialmente las creencias y los ritos religiosos. Generalmente, abusaban de los bienes y de las mujeres de los invadidos. Unos y otras, se constituían en botines de guerra de sus legiones y  comandantes.

La tribu de los Druidas, constituían la clase intelectual de las naciones celtas de Las Galias, y dirigían los ritos de los sacrificios públicos de su religión.

De esa cultura se inspira el lírico Bellini y compone su maravillosa ópera Norma. A gobernar la tribu de los Druidas, es enviado el cónsul Pollione, quien, primero, toma como amante a la sacerdotisa Norma, con quien procrea dos hijos, y después pretende también sentimentalmente a su hermana Adalgisa, igualmente sacerdotisa, quien en principio consciente al traidor.

Esta situación crea un fuerte conflicto no solamente entre la cultura romana y la de dicha tribu, sino también entre los sentimientos y moralidad de esas dos hermanas, cuyos corazones se debaten entre el amor y el deber ser, o mejor: entre el corazón y lo que no debe ser.

La ópera, que es verdaderamente hermosa, pero tremendamente patética, al estilo de las grandes tragedias de la antigüedad griega, incluye exultantes dúos entre las dos mujeres y emocionantes áreas para cada uno de los tres solistas.

Es terrible constatar como la sacerdotisa Norma, en venganza de su amante Pollione, contempla la posibilidad de matar a los dos hijos de ambos, para vengarse de la traición de su marido.

El desarrollo escénico de la ópera tiene por fondo un árbol de Muérdago sagrado, cuya leyenda augura un final de perdón y de reconciliación entre los implicados; aunque no tanto, pues el precio final que pagan tanto Norma como Pollione es el sacrificio de su propia muerte sobre una pira, a fin de que no llegue a tener lugar la consumación del amor entre Adalgisa y Pollione.

De todos modos, este final ideal quizás no responda a una realidad humana, o tal vez si, vaya uno a saberlo; la verdad es que tal comportamiento ha ocurrido en todos los pueblos de todos los tiempos, en aquellos de allá y en estos de acá y seguramente hacia el porvenir.

Pero además, existe una gallarda y revolucionaria interpretación de esta ópera, la cual consiste en sostener que como quiera que para aquellas calendas Italia padecía, así fuera en parte de su territorio, la bota del dominio del imperio Austro-Húngaro;  lo que en el trabajo operístico se consigna realmente, es una velada crítica al yugo despótico de Austria, y el deseo de libertad de la Italia por entonces sometida.     

Columnista
23 octubre, 2019

Los hijos que no tuvo Adalgisa

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Vicenzo Bellini (1.801 – 1.835), un niño prodigio italiano. Compositor de música sacra, pero se destacó especialmente en la composición operística. Como se sabe por la historia, el cónsul romano Cayo Julio Cesar, conquistó y gobernó las provincias extranjeras denominadas Las Galias, aproximadamente medio siglo antes del advenimiento de la era cristiana. Los romanos llegaban […]


Vicenzo Bellini (1.801 – 1.835), un niño prodigio italiano. Compositor de música sacra, pero se destacó especialmente en la composición operística.

Como se sabe por la historia, el cónsul romano Cayo Julio Cesar, conquistó y gobernó las provincias extranjeras denominadas Las Galias, aproximadamente medio siglo antes del advenimiento de la era cristiana.

Los romanos llegaban a los territorios extranjeros, cercanos o lejanos, como en el caso de las Galias, sojuzgaban a las poblaciones, les imponían su sistema de gobierno, pero siempre tenían el cuidado de respetar sus costumbres, y especialmente las creencias y los ritos religiosos. Generalmente, abusaban de los bienes y de las mujeres de los invadidos. Unos y otras, se constituían en botines de guerra de sus legiones y  comandantes.

La tribu de los Druidas, constituían la clase intelectual de las naciones celtas de Las Galias, y dirigían los ritos de los sacrificios públicos de su religión.

De esa cultura se inspira el lírico Bellini y compone su maravillosa ópera Norma. A gobernar la tribu de los Druidas, es enviado el cónsul Pollione, quien, primero, toma como amante a la sacerdotisa Norma, con quien procrea dos hijos, y después pretende también sentimentalmente a su hermana Adalgisa, igualmente sacerdotisa, quien en principio consciente al traidor.

Esta situación crea un fuerte conflicto no solamente entre la cultura romana y la de dicha tribu, sino también entre los sentimientos y moralidad de esas dos hermanas, cuyos corazones se debaten entre el amor y el deber ser, o mejor: entre el corazón y lo que no debe ser.

La ópera, que es verdaderamente hermosa, pero tremendamente patética, al estilo de las grandes tragedias de la antigüedad griega, incluye exultantes dúos entre las dos mujeres y emocionantes áreas para cada uno de los tres solistas.

Es terrible constatar como la sacerdotisa Norma, en venganza de su amante Pollione, contempla la posibilidad de matar a los dos hijos de ambos, para vengarse de la traición de su marido.

El desarrollo escénico de la ópera tiene por fondo un árbol de Muérdago sagrado, cuya leyenda augura un final de perdón y de reconciliación entre los implicados; aunque no tanto, pues el precio final que pagan tanto Norma como Pollione es el sacrificio de su propia muerte sobre una pira, a fin de que no llegue a tener lugar la consumación del amor entre Adalgisa y Pollione.

De todos modos, este final ideal quizás no responda a una realidad humana, o tal vez si, vaya uno a saberlo; la verdad es que tal comportamiento ha ocurrido en todos los pueblos de todos los tiempos, en aquellos de allá y en estos de acá y seguramente hacia el porvenir.

Pero además, existe una gallarda y revolucionaria interpretación de esta ópera, la cual consiste en sostener que como quiera que para aquellas calendas Italia padecía, así fuera en parte de su territorio, la bota del dominio del imperio Austro-Húngaro;  lo que en el trabajo operístico se consigna realmente, es una velada crítica al yugo despótico de Austria, y el deseo de libertad de la Italia por entonces sometida.