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General - 3 enero, 2017

Los apremios del 2017

El director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos, Amilkar Acosta, hizo un análisis sobre los retos que deberá afrontar el país en materia económica en este nuevo año.

Amilkar Acosta, director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos.
Amilkar Acosta, director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos.
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A Colombia le ha tocado enfrentarse en 2016 a la “nueva normalidad” de la destorcida de los precios internacionales del petróleo, sumada a la caída de la producción interna de crudo, afectando por partida doble el crecimiento de la economía, su sector externo y sus finanzas públicas. La ralentización del crecimiento de la economía colombiana en los últimos cuatro años se volvió una tendencia, al pasar del 4.9% en 2013, al 4% en 2014, al 3.1% en 2015 y para el 2016 hasta el propio ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas se vio precisado a corregir a la baja su previsión, desde el 3% a comienzos de año a un anémico 2%.

Y no es para menos, trimestre tras trimestre el ritmo del crecimiento de la economía en el 2016 se aminora, pasando del 2.5% en el I trimestre al 2% en el II trimestre y al 1.2% en el III trimestre, el segundo más bajo en 12 años, para un acumulado a septiembre de 1.9%, por debajo de la meta del 2%. Y lo más grave es que hasta el crecimiento potencial del PIB se ha visto afectado al pasar del 4.5% al 3.3% (¡!).

En gran medida este menor crecimiento de la economía responde al duro ajuste a la que fue sometida tanto por parte del Gobierno como de la junta directiva del Banco de la República para tratar de capear el temporal, al cual se le vinieron a sumar, además de los estragos del fenómeno de El Niño, el paro camionero. El Gobierno tuvo que recortar drásticamente tanto el Presupuesto General de la Nación como el Presupuesto del Sistema General de Regalías y la inversión fue la que llevó la peor parte. Es como si la economía hubiera sido sometida a un coma inducido. Y ello se da en medio de la apreciación del dólar, que acentuó el brote inflacionario, viéndose obligada la Junta del Banco Emisor a reajustar la tasa intervención desde el 4.5% en septiembre de 2015 hasta 7.75% 11 meses después, para intentar anclar nuevamente la inflación-objetivo en el rango fijado por el mismo. En los últimos meses la inflación cedió, pero estuvimos a punto de registrar una estanflación, que habría empeorado el desempeño de la economía.

El enfriamiento de la economía es generalizado, la industria ha crecido el 3.4%, gracias a la entrada en operación de Reficar, muy por debajo del 5.4% del año anterior, el comercio 1.2% que contrasta con el 2.3% en 2015, el transporte 0.7% versus 1.5% del año pasado, la agricultura cayó el -1.7%. Sólo dos sectores se muestran con una mayor crecimiento, el de la construcción con el 5.8% y servicios financieros con el 3.8%, convirtiéndose en los líderes del crecimiento de la economía este año. En este sentido las proyecciones para el próximo año no son alentadoras, puesto que, excepción hecha del sector constructor, no se vislumbran otras fuentes que contribuyan a generar un crecimiento de la demanda interna por encima del PIB potencial.
Pero, indudablemente que la vulnerabilidad mayor de la economía colombiana está en su sector externo, afectado por la caída del valor de sus exportaciones, concentradas en productos básicos.

Ello le abrió una tronera a la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que llegó al extremo de acusar un déficit del 7.4% del PIB (¡!) en el III trimestre de 2015. Aunque este año se ha reducido el déficit de la Balanza Comercial, aproximadamente en US $2.756 millones, registrando – US $10.060 millones, ello no es para celebrarlo ya que obedece fundamentalmente a la reducción en un – 22.4% de las importaciones de maquinaria y equipo industrial en el I semestre de este año. A ello ha contribuido también el repunte tanto del precio internacional (se incrementó el 60% el último año) como de los volúmenes exportados de café (que superan los 1.3 millones de sacos), al alcanzar el país una producción record de los últimos 23 años de 14.5 millones de sacos. Ello ha servido para amortiguar el choque externo. Entre tanto las exportaciones no tradicionales no han reaccionado pese a que en los últimos dos años el peso ha sufrido una devaluación del 70% (¡!) y la razón es una sola, tanto la industria como la agricultura se vieron duramente golpeadas durante más de dos años por la enfermedad holandesa y aún no se reponen.

Las finanzas públicas se han visto duramente impactadas por esta crisis, la que ha intentado sortear sin éxito el Ministro Cárdenas con su sermón de la “austeridad inteligente”. El país transita por el filo de la navaja, las firmas calificadoras de riesgo le han rebajado la nota de su deuda soberana de estable a negativo, en razón del alto déficit fiscal, que supera el 3.9% del PIB y su nivel de endeudamiento, afectado además por la apreciación del dólar, que para septiembre de este año ya superaba el 54.6% del PIB. El Gobierno acaba de pasar por el Congreso de la República su Proyecto de reforma tributaria que puede significarle un mayor recaudo de $6.5 billones, que pueden resultar insuficientes para enjugar el déficit.

El 2017, como todos los años, tendrá su cuesta de enero, que esta vez será más empinada por cuenta de la reforma tributaria, les plantea retos muy complicados a las autoridades económicas y muy serios desafíos al sector privado. Ojalá que lo peor para la economía se halla quemado con el año viejo y tengamos un año nuevo más llevadero.

Amylkar D. Acosta

 

 

General
3 enero, 2017

Los apremios del 2017

El director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos, Amilkar Acosta, hizo un análisis sobre los retos que deberá afrontar el país en materia económica en este nuevo año.


Amilkar Acosta, director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos.
Amilkar Acosta, director ejecutivo de la Federación Nacional de Departamentos.
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A Colombia le ha tocado enfrentarse en 2016 a la “nueva normalidad” de la destorcida de los precios internacionales del petróleo, sumada a la caída de la producción interna de crudo, afectando por partida doble el crecimiento de la economía, su sector externo y sus finanzas públicas. La ralentización del crecimiento de la economía colombiana en los últimos cuatro años se volvió una tendencia, al pasar del 4.9% en 2013, al 4% en 2014, al 3.1% en 2015 y para el 2016 hasta el propio ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas se vio precisado a corregir a la baja su previsión, desde el 3% a comienzos de año a un anémico 2%.

Y no es para menos, trimestre tras trimestre el ritmo del crecimiento de la economía en el 2016 se aminora, pasando del 2.5% en el I trimestre al 2% en el II trimestre y al 1.2% en el III trimestre, el segundo más bajo en 12 años, para un acumulado a septiembre de 1.9%, por debajo de la meta del 2%. Y lo más grave es que hasta el crecimiento potencial del PIB se ha visto afectado al pasar del 4.5% al 3.3% (¡!).

En gran medida este menor crecimiento de la economía responde al duro ajuste a la que fue sometida tanto por parte del Gobierno como de la junta directiva del Banco de la República para tratar de capear el temporal, al cual se le vinieron a sumar, además de los estragos del fenómeno de El Niño, el paro camionero. El Gobierno tuvo que recortar drásticamente tanto el Presupuesto General de la Nación como el Presupuesto del Sistema General de Regalías y la inversión fue la que llevó la peor parte. Es como si la economía hubiera sido sometida a un coma inducido. Y ello se da en medio de la apreciación del dólar, que acentuó el brote inflacionario, viéndose obligada la Junta del Banco Emisor a reajustar la tasa intervención desde el 4.5% en septiembre de 2015 hasta 7.75% 11 meses después, para intentar anclar nuevamente la inflación-objetivo en el rango fijado por el mismo. En los últimos meses la inflación cedió, pero estuvimos a punto de registrar una estanflación, que habría empeorado el desempeño de la economía.

El enfriamiento de la economía es generalizado, la industria ha crecido el 3.4%, gracias a la entrada en operación de Reficar, muy por debajo del 5.4% del año anterior, el comercio 1.2% que contrasta con el 2.3% en 2015, el transporte 0.7% versus 1.5% del año pasado, la agricultura cayó el -1.7%. Sólo dos sectores se muestran con una mayor crecimiento, el de la construcción con el 5.8% y servicios financieros con el 3.8%, convirtiéndose en los líderes del crecimiento de la economía este año. En este sentido las proyecciones para el próximo año no son alentadoras, puesto que, excepción hecha del sector constructor, no se vislumbran otras fuentes que contribuyan a generar un crecimiento de la demanda interna por encima del PIB potencial.
Pero, indudablemente que la vulnerabilidad mayor de la economía colombiana está en su sector externo, afectado por la caída del valor de sus exportaciones, concentradas en productos básicos.

Ello le abrió una tronera a la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que llegó al extremo de acusar un déficit del 7.4% del PIB (¡!) en el III trimestre de 2015. Aunque este año se ha reducido el déficit de la Balanza Comercial, aproximadamente en US $2.756 millones, registrando – US $10.060 millones, ello no es para celebrarlo ya que obedece fundamentalmente a la reducción en un – 22.4% de las importaciones de maquinaria y equipo industrial en el I semestre de este año. A ello ha contribuido también el repunte tanto del precio internacional (se incrementó el 60% el último año) como de los volúmenes exportados de café (que superan los 1.3 millones de sacos), al alcanzar el país una producción record de los últimos 23 años de 14.5 millones de sacos. Ello ha servido para amortiguar el choque externo. Entre tanto las exportaciones no tradicionales no han reaccionado pese a que en los últimos dos años el peso ha sufrido una devaluación del 70% (¡!) y la razón es una sola, tanto la industria como la agricultura se vieron duramente golpeadas durante más de dos años por la enfermedad holandesa y aún no se reponen.

Las finanzas públicas se han visto duramente impactadas por esta crisis, la que ha intentado sortear sin éxito el Ministro Cárdenas con su sermón de la “austeridad inteligente”. El país transita por el filo de la navaja, las firmas calificadoras de riesgo le han rebajado la nota de su deuda soberana de estable a negativo, en razón del alto déficit fiscal, que supera el 3.9% del PIB y su nivel de endeudamiento, afectado además por la apreciación del dólar, que para septiembre de este año ya superaba el 54.6% del PIB. El Gobierno acaba de pasar por el Congreso de la República su Proyecto de reforma tributaria que puede significarle un mayor recaudo de $6.5 billones, que pueden resultar insuficientes para enjugar el déficit.

El 2017, como todos los años, tendrá su cuesta de enero, que esta vez será más empinada por cuenta de la reforma tributaria, les plantea retos muy complicados a las autoridades económicas y muy serios desafíos al sector privado. Ojalá que lo peor para la economía se halla quemado con el año viejo y tengamos un año nuevo más llevadero.

Amylkar D. Acosta