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Columnista - 22 febrero, 2015

Los acreedores de Zuleta

Era el año 1990. Fabio Zuleta estaba recién instalado en Valledupar a su regreso de Barranquilla medio derrotado, después de diez años de ajetreo radial y farándula criolla alegrándole el corazón a la gente de La Arenosa. Aquí en Valledupar el palo no estaba para cuchara y la pelua lo apretaba cada vez más; aún […]

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Era el año 1990. Fabio Zuleta estaba recién instalado en Valledupar a su regreso de Barranquilla medio derrotado, después de diez años de ajetreo radial y farándula criolla alegrándole el corazón a la gente de La Arenosa. Aquí en Valledupar el palo no estaba para cuchara y la pelua lo apretaba cada vez más; aún no se ubicaba y lo cierto es que andaba que se prendía de un avión con falladera.

Un domingo tempranito se enteró que Poncho su hermano estaba amanecido y parrandeaba en la casa de Enrique Ramírez, su amigo, compadre y representante del conjunto en esos tiempos. Contento y con un esperanzador tamborileo en el corazón se enrumbó Fabio para el barrio Sicarare donde estaba la parranda.

Fue grande el alborozo de Poncho al ver llegar a su hermano a quien no se tropezaba hacía largo tiempo. Un enternecido y leal abrazo los llenó de ese inmenso y fraternal sentimiento que brota entre hermanos que se quieren. Se apretaron, se besaron y las lágrimas no tardaron, pues todos sabemos que a Zuleta amanecido y con tragos se le agiganta la sensibilidad y se torna frágil y llorón. Fabio también lloró y en el recinto reinó un momentáneo y respetuoso silencio propiciado por aquel cálido encuentro de los dos hijos de Mile y Carmen Díaz.

Un poco calmado Poncho le preguntó: Oye hermanito, ¿cómo te ha ido, cómo estás de plata?, la verdad es que ando así como un poquito medio grave, mejor dicho cargo la pelua prendía de los gañotes. Poncho entonces dirigiéndose a Enrique Ramírez le ordenó: Mañana lunes a primera hora vas al banco y me retiras dos millones de pesos para que se los entregues a Fabio, quien se percató de la picada de ojo que Zuleta le dio al representante y de inmediato Fabio le ripostó: Oiga manito la verdad es que yo prefiero que en lugar de esos dos millones por la mañanita, mejor deme doscientos mil de una vez, que yo con eso me emparapeto. Zuleta soltó la risa y metiéndose la mano al dril le entregó los doscientos comentándole a los presentes, ¡Carajo! Siempre me fregó Fabio.

Desde entonces Fabio engrosa la incierta lista de acreedores de Zuleta, pues con un inusitado optimismo, sigue esperanzado en recuperar el millón ochocientos que quedó pendiente. ¿Será que tendrá que cancelárselos Emilianito?

Columnista
22 febrero, 2015

Los acreedores de Zuleta

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Era el año 1990. Fabio Zuleta estaba recién instalado en Valledupar a su regreso de Barranquilla medio derrotado, después de diez años de ajetreo radial y farándula criolla alegrándole el corazón a la gente de La Arenosa. Aquí en Valledupar el palo no estaba para cuchara y la pelua lo apretaba cada vez más; aún […]


Era el año 1990. Fabio Zuleta estaba recién instalado en Valledupar a su regreso de Barranquilla medio derrotado, después de diez años de ajetreo radial y farándula criolla alegrándole el corazón a la gente de La Arenosa. Aquí en Valledupar el palo no estaba para cuchara y la pelua lo apretaba cada vez más; aún no se ubicaba y lo cierto es que andaba que se prendía de un avión con falladera.

Un domingo tempranito se enteró que Poncho su hermano estaba amanecido y parrandeaba en la casa de Enrique Ramírez, su amigo, compadre y representante del conjunto en esos tiempos. Contento y con un esperanzador tamborileo en el corazón se enrumbó Fabio para el barrio Sicarare donde estaba la parranda.

Fue grande el alborozo de Poncho al ver llegar a su hermano a quien no se tropezaba hacía largo tiempo. Un enternecido y leal abrazo los llenó de ese inmenso y fraternal sentimiento que brota entre hermanos que se quieren. Se apretaron, se besaron y las lágrimas no tardaron, pues todos sabemos que a Zuleta amanecido y con tragos se le agiganta la sensibilidad y se torna frágil y llorón. Fabio también lloró y en el recinto reinó un momentáneo y respetuoso silencio propiciado por aquel cálido encuentro de los dos hijos de Mile y Carmen Díaz.

Un poco calmado Poncho le preguntó: Oye hermanito, ¿cómo te ha ido, cómo estás de plata?, la verdad es que ando así como un poquito medio grave, mejor dicho cargo la pelua prendía de los gañotes. Poncho entonces dirigiéndose a Enrique Ramírez le ordenó: Mañana lunes a primera hora vas al banco y me retiras dos millones de pesos para que se los entregues a Fabio, quien se percató de la picada de ojo que Zuleta le dio al representante y de inmediato Fabio le ripostó: Oiga manito la verdad es que yo prefiero que en lugar de esos dos millones por la mañanita, mejor deme doscientos mil de una vez, que yo con eso me emparapeto. Zuleta soltó la risa y metiéndose la mano al dril le entregó los doscientos comentándole a los presentes, ¡Carajo! Siempre me fregó Fabio.

Desde entonces Fabio engrosa la incierta lista de acreedores de Zuleta, pues con un inusitado optimismo, sigue esperanzado en recuperar el millón ochocientos que quedó pendiente. ¿Será que tendrá que cancelárselos Emilianito?