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Este es el título del libro, presentado en uno de los salones del Hotel Sicarare, de Valledupar, el 21 de marzo del año en curso, que envuelve la biografía del médico Afranio Restrepo Córdoba, desde su niñez hasta ahora, cuando frisa plácidamente un siglo de edad, menos una decena.
Este es el título del libro, presentado en uno de los salones del Hotel Sicarare, de Valledupar, el 21 de marzo del año en curso, que envuelve la biografía del médico Afranio Restrepo Córdoba, desde su niñez hasta ahora, cuando frisa plácidamente un siglo de edad, menos una decena. Los hechos y los actos de su existencia moralmente servidora, han sido estupendamente bien compilados por la imprenta y el periodista, Luis Joaquín Mendoza Sierra, con el patrocinio de la Cámara de Comercio Valledupar, bajo la atenta egida de José Luis Urón Márquez.
Por tanto, no hace falta aquí volver sobre los mismos acontecimientos. Pero a propósito de él, mi curiosidad ahora está puesta en un tipo de hombres que nacieron en nuestras provincias de Valledupar y Padilla, según mi estimación, hace aproximadamente 130 años y que fueron los padres y madres de quienes hoy tenemos, más o menos, la misma edad del doctor Afranio Restrepo Córdoba. Según mis observaciones, ellos fueron los pioneros del cambio económico, político, social y educacional, que para el bienestar general de sus habitantes dedicaron sus vidas a esa transformación, de manera más moderna que antes lo había sido. Ciertamente que sus antecesores pusieron en esa empresa las primeras piedras, pero fueron, a mi parecer, estos últimos caballeros de la ruralidad, los verdaderos líderes del vuelco. Considero que esto tiene mucho que ver con el título del citado libro, pues la familia ancestral de Restrepo Córdoba, fue coautora, en grado importante, del referido desarrollo.
Hace aproximadamente 130 años, principiaron a formarse los primeros profesionales liberales, poquísimos, abogados, dentistas, agrónomos, veterinarios, ingenieros, arquitectos, etc., etc. Los primeros sacerdotes y monjas, autóctonos. Nuestros titanes antepasados no encontraron a su frente más que un territorio feraz y hermoso, surcado por muchas aguas, al que le aplicaron inteligencia, corazón e ingenio y voluntad creadora. Trabajándolo, mejoraron sus vidas y la de nuestros pueblos, las casas de habitación, construyeron pozos artesianos a manera de acueductos, compraron lámparas a queroseno y pequeñas plantas eléctricas, anticipándose a la energía eléctrica actual, establecieron las primeras escuelas de educación; en el campo, individualizaron con alambres de púas las porciones de terrenos que comenzaron a llamar fincas, ganaderas o de cultivos de pancoger, cafetales más formalizados. En las fincas ganaderas, mejoraron el hato primitivo con compras de cementales Holstein, oriundos del Valle del Cauca, y de USA, de raza cebuína, adquirieron tractores de Urugua, para el desmonte de las fincas y la implantación de pastos. Finalmente, incorporaron los cultivos de arroz y algodón, en gran escala. Y he aquí el Valledupar moderno, ya no de caballeros rurales, sino de señores de clubes sociales.
También estoy asociando el título, porque igualmente puede ir por ahí la cosa, con el de la opera Cavalleria Rusticana (escrita en idioma italiano con la letra v). Nobleza rústica o caballerosidad rústica. Figura literaria no incompatible, ciertamente, con las nobles costumbres sociales de nuestros antepasados, y que, en términos generales, nuestros hijos y nietos ya no tienen el privilegio de vivir, pues la vida urbana de Valledupar, les arrebató aquella gracia. Lo que escribo, porque lo he vivido en carne propia.
Por: Rodrigo López Barros.
Este es el título del libro, presentado en uno de los salones del Hotel Sicarare, de Valledupar, el 21 de marzo del año en curso, que envuelve la biografía del médico Afranio Restrepo Córdoba, desde su niñez hasta ahora, cuando frisa plácidamente un siglo de edad, menos una decena.
Este es el título del libro, presentado en uno de los salones del Hotel Sicarare, de Valledupar, el 21 de marzo del año en curso, que envuelve la biografía del médico Afranio Restrepo Córdoba, desde su niñez hasta ahora, cuando frisa plácidamente un siglo de edad, menos una decena. Los hechos y los actos de su existencia moralmente servidora, han sido estupendamente bien compilados por la imprenta y el periodista, Luis Joaquín Mendoza Sierra, con el patrocinio de la Cámara de Comercio Valledupar, bajo la atenta egida de José Luis Urón Márquez.
Por tanto, no hace falta aquí volver sobre los mismos acontecimientos. Pero a propósito de él, mi curiosidad ahora está puesta en un tipo de hombres que nacieron en nuestras provincias de Valledupar y Padilla, según mi estimación, hace aproximadamente 130 años y que fueron los padres y madres de quienes hoy tenemos, más o menos, la misma edad del doctor Afranio Restrepo Córdoba. Según mis observaciones, ellos fueron los pioneros del cambio económico, político, social y educacional, que para el bienestar general de sus habitantes dedicaron sus vidas a esa transformación, de manera más moderna que antes lo había sido. Ciertamente que sus antecesores pusieron en esa empresa las primeras piedras, pero fueron, a mi parecer, estos últimos caballeros de la ruralidad, los verdaderos líderes del vuelco. Considero que esto tiene mucho que ver con el título del citado libro, pues la familia ancestral de Restrepo Córdoba, fue coautora, en grado importante, del referido desarrollo.
Hace aproximadamente 130 años, principiaron a formarse los primeros profesionales liberales, poquísimos, abogados, dentistas, agrónomos, veterinarios, ingenieros, arquitectos, etc., etc. Los primeros sacerdotes y monjas, autóctonos. Nuestros titanes antepasados no encontraron a su frente más que un territorio feraz y hermoso, surcado por muchas aguas, al que le aplicaron inteligencia, corazón e ingenio y voluntad creadora. Trabajándolo, mejoraron sus vidas y la de nuestros pueblos, las casas de habitación, construyeron pozos artesianos a manera de acueductos, compraron lámparas a queroseno y pequeñas plantas eléctricas, anticipándose a la energía eléctrica actual, establecieron las primeras escuelas de educación; en el campo, individualizaron con alambres de púas las porciones de terrenos que comenzaron a llamar fincas, ganaderas o de cultivos de pancoger, cafetales más formalizados. En las fincas ganaderas, mejoraron el hato primitivo con compras de cementales Holstein, oriundos del Valle del Cauca, y de USA, de raza cebuína, adquirieron tractores de Urugua, para el desmonte de las fincas y la implantación de pastos. Finalmente, incorporaron los cultivos de arroz y algodón, en gran escala. Y he aquí el Valledupar moderno, ya no de caballeros rurales, sino de señores de clubes sociales.
También estoy asociando el título, porque igualmente puede ir por ahí la cosa, con el de la opera Cavalleria Rusticana (escrita en idioma italiano con la letra v). Nobleza rústica o caballerosidad rústica. Figura literaria no incompatible, ciertamente, con las nobles costumbres sociales de nuestros antepasados, y que, en términos generales, nuestros hijos y nietos ya no tienen el privilegio de vivir, pues la vida urbana de Valledupar, les arrebató aquella gracia. Lo que escribo, porque lo he vivido en carne propia.
Por: Rodrigo López Barros.