Para uno llevarse bien con otro, no se necesita compartir las mismas ideas, se requiere sí, respeto mutuo. La polarización que vive el país en estos momentos y más por las creencias e ideas políticas está generando el fenómeno psicológico por el cual una diferencia de opinión se hace más extrema a medida que las […]
Para uno llevarse bien con otro, no se necesita compartir las mismas ideas, se requiere sí, respeto mutuo. La polarización que vive el país en estos momentos y más por las creencias e ideas políticas está generando el fenómeno psicológico por el cual una diferencia de opinión se hace más extrema a medida que las pruebas opuestas de las correspondientes partes plantean sus respectivos puntos de vista.
Esta situación de la polarización que se vive con más intensidad en algunas regiones, requiere de unos buenos componedores, apaciguadores, que sean respetados, acatados asumiendo liderazgo de gestión al servicio de todos. Ahora resulta que ciertas distorsiones cognitivas son esquemas equivocados de interpretar los hechos que generan múltiples consecuencias negativas: alteraciones emocionales como consecuencia de la perjudicial creencia en los pensamientos negativos, conflictos en las relaciones con los demás.
Necesitamos hoy más que nunca propiciar y acoger un encuentro civilista entre posiciones diversas para dialogar y socializar entorno al conjunto de reflexiones que harán posible una verdadera transformación social; además, requerimos consolidar un liderazgo que nos permita transitar hacia senderos de progreso para todos sin exclusión; eso sí, proyectar un criterio ético sobre asuntos públicos de acción social, que es asunto de debate en la actualidad.
Urge mejorar las condiciones del país, un país que navega en contradicciones, sangre, miseria, polarizado en el océano de la esquiva modernidad, que repercute en el oscurantismo y la hipocresía. Una sociedad polarizada entenebrecida en la arbitrariedad y en la tardanza en aparecer normas de verdadero control, que aunque sean rigurosas solucionen; no dilaten la situación.
Estamos prácticamente en momentos de conmoción. No podemos seguir en un país donde la masificación del odio y el marasmo imperan por doquier. Mientras mantengamos un escenario de polarización como el que vivimos, la sana convivencia será una utopía; estamos obligados a consolidar y ejecutar la construcción de una senda que propicie unir esfuerzos y voluntades entorno a lo prioritario, lo fundamental, que pide a grito cada región; también, de acciones colectivas, no restrictivas que nuevamente polarizaran, que no sea retórica, no orquestando estrategias de desprestigio que solo incrementarán la polarización que hoy vive nuestra sociedad.
No debemos admitir y menos incorporar en nuestro ideario esa polarización que inducen desde el Congreso de la Republica los padres de la Patria y que replican los medios de comunicación, siendo la que más nos afecta.
Manifestamos no es la ley del más fuerte la que rige la convivencia, sino la fuerza del consenso, la ley natural aprobada por todos y para todos; este axioma deja la propuesta de una moral humanista que debe priorizar la armonía social.
Para uno llevarse bien con otro, no se necesita compartir las mismas ideas, se requiere sí, respeto mutuo. La polarización que vive el país en estos momentos y más por las creencias e ideas políticas está generando el fenómeno psicológico por el cual una diferencia de opinión se hace más extrema a medida que las […]
Para uno llevarse bien con otro, no se necesita compartir las mismas ideas, se requiere sí, respeto mutuo. La polarización que vive el país en estos momentos y más por las creencias e ideas políticas está generando el fenómeno psicológico por el cual una diferencia de opinión se hace más extrema a medida que las pruebas opuestas de las correspondientes partes plantean sus respectivos puntos de vista.
Esta situación de la polarización que se vive con más intensidad en algunas regiones, requiere de unos buenos componedores, apaciguadores, que sean respetados, acatados asumiendo liderazgo de gestión al servicio de todos. Ahora resulta que ciertas distorsiones cognitivas son esquemas equivocados de interpretar los hechos que generan múltiples consecuencias negativas: alteraciones emocionales como consecuencia de la perjudicial creencia en los pensamientos negativos, conflictos en las relaciones con los demás.
Necesitamos hoy más que nunca propiciar y acoger un encuentro civilista entre posiciones diversas para dialogar y socializar entorno al conjunto de reflexiones que harán posible una verdadera transformación social; además, requerimos consolidar un liderazgo que nos permita transitar hacia senderos de progreso para todos sin exclusión; eso sí, proyectar un criterio ético sobre asuntos públicos de acción social, que es asunto de debate en la actualidad.
Urge mejorar las condiciones del país, un país que navega en contradicciones, sangre, miseria, polarizado en el océano de la esquiva modernidad, que repercute en el oscurantismo y la hipocresía. Una sociedad polarizada entenebrecida en la arbitrariedad y en la tardanza en aparecer normas de verdadero control, que aunque sean rigurosas solucionen; no dilaten la situación.
Estamos prácticamente en momentos de conmoción. No podemos seguir en un país donde la masificación del odio y el marasmo imperan por doquier. Mientras mantengamos un escenario de polarización como el que vivimos, la sana convivencia será una utopía; estamos obligados a consolidar y ejecutar la construcción de una senda que propicie unir esfuerzos y voluntades entorno a lo prioritario, lo fundamental, que pide a grito cada región; también, de acciones colectivas, no restrictivas que nuevamente polarizaran, que no sea retórica, no orquestando estrategias de desprestigio que solo incrementarán la polarización que hoy vive nuestra sociedad.
No debemos admitir y menos incorporar en nuestro ideario esa polarización que inducen desde el Congreso de la Republica los padres de la Patria y que replican los medios de comunicación, siendo la que más nos afecta.
Manifestamos no es la ley del más fuerte la que rige la convivencia, sino la fuerza del consenso, la ley natural aprobada por todos y para todos; este axioma deja la propuesta de una moral humanista que debe priorizar la armonía social.