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Columnista - 5 enero, 2014

Lo que no tiene nombre

Es grato comenzar el año con la lectura de un buen libro. Acabo de leer el más reciente de Piedad Bonnett, a quien siempre he seguido en la poesía, ahora en este que es en prosa cargada de poesía encontré cómo el dolor, el dolor profundo, se puede aceptar con un verso que se nos vuelve oración.

Boton Wpp

Por Mary Daza Orozco

Es grato comenzar el año con la lectura de un buen libro. Acabo de leer el más reciente de Piedad Bonnett, a quien siempre he seguido en la poesía, ahora en este que es en prosa cargada de poesía encontré cómo el dolor, el dolor profundo, se puede aceptar con un verso que se nos vuelve oración.

Es un libro escrito desde los entresijos emocionales de una madre, antes que poeta y mujer destacada; sin sensiblerías, llama a los sucesos por sus nombres, no se permite un eufemismo ni para tratar la enfermedad que ataca a su hijo, ni enmascara la forma en que murió, como hacen muchas familias por vergüenza social. Pero el valor del libro, que por momentos nos arruga el alma, es su alto grado de buena narrativa.

‘Lo que no tiene nombre’ es un libro visceral envuelto en una capa de ternura, de esa que las madres conocemos muy bien; es un libro valiente que no admite aquiescencias; es una carga de vida y muerte que rastrilla nuestro interior y nos hace pensar y sentir en la piel la realidad de la existencia, de la muerte, de la familia en unión perfecta, de la generosidad, de los recuerdos que se vuelven cotidianos en grados sumo.

Una investigación exhaustiva, hace la autora, sobre las enfermedades sicóticas, los medicamentos, el mínimo fraseo en la mirada del hijo que indique que una crisis está por atacarlo; un libro en que investiga sus propios sentimientos y sin proponérselo, a pesar de su vida de más de treinta años de trabajo académico, enseña la equivalencia insoslayable de la vida con la muerte.

Hace ratico no leía un libro tan entrañable, en donde las citas y las frases poéticas calman la angustia, me recordó una frase de mi libro Beliza, tu pelo tiene…: (…) Se fue el que nos enseñó que con un verso se apagan los fuegos incendiarios del camino (…)

La autora escribe: ‘Ahora sé que el dolor del alma se siente primero en el cuerpo’. Y apabulla duramente cuando hace preguntas como: ‘¿Y el miedo a la locura? ¿Y el miedo al fracaso en su arte? ¿Y el miedo a la soledad, a la falta de amor, al abandono?’ Yo agrego: el miedo terrible, al ataque de pánico, el miedo al miedo.

‘Lo que no tiene nombre’, un libro que o hay que releerlo o se deja, hasta cuando se quiera, de cabecera y en cada página que se abra se leerá que hay dolores más fuertes que los que nos agobian, y la actitud valiente de cómo enfrentarlos.

Piedad Bonnett siempre ha estado entre mis libros de cabecera, lo conversamos una vez cuando vino a Valledupar y fue cuando me regaló la antología poética ‘No es más que la vida’, con una dedicatoria: ‘Para Mary, que ya es de mis aposentos, con un abrazo, Piedad’. Sí, soy de sus aposentos literarios, por supuesto.
Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett, Alfaguara 2013.

Columnista
5 enero, 2014

Lo que no tiene nombre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Es grato comenzar el año con la lectura de un buen libro. Acabo de leer el más reciente de Piedad Bonnett, a quien siempre he seguido en la poesía, ahora en este que es en prosa cargada de poesía encontré cómo el dolor, el dolor profundo, se puede aceptar con un verso que se nos vuelve oración.


Por Mary Daza Orozco

Es grato comenzar el año con la lectura de un buen libro. Acabo de leer el más reciente de Piedad Bonnett, a quien siempre he seguido en la poesía, ahora en este que es en prosa cargada de poesía encontré cómo el dolor, el dolor profundo, se puede aceptar con un verso que se nos vuelve oración.

Es un libro escrito desde los entresijos emocionales de una madre, antes que poeta y mujer destacada; sin sensiblerías, llama a los sucesos por sus nombres, no se permite un eufemismo ni para tratar la enfermedad que ataca a su hijo, ni enmascara la forma en que murió, como hacen muchas familias por vergüenza social. Pero el valor del libro, que por momentos nos arruga el alma, es su alto grado de buena narrativa.

‘Lo que no tiene nombre’ es un libro visceral envuelto en una capa de ternura, de esa que las madres conocemos muy bien; es un libro valiente que no admite aquiescencias; es una carga de vida y muerte que rastrilla nuestro interior y nos hace pensar y sentir en la piel la realidad de la existencia, de la muerte, de la familia en unión perfecta, de la generosidad, de los recuerdos que se vuelven cotidianos en grados sumo.

Una investigación exhaustiva, hace la autora, sobre las enfermedades sicóticas, los medicamentos, el mínimo fraseo en la mirada del hijo que indique que una crisis está por atacarlo; un libro en que investiga sus propios sentimientos y sin proponérselo, a pesar de su vida de más de treinta años de trabajo académico, enseña la equivalencia insoslayable de la vida con la muerte.

Hace ratico no leía un libro tan entrañable, en donde las citas y las frases poéticas calman la angustia, me recordó una frase de mi libro Beliza, tu pelo tiene…: (…) Se fue el que nos enseñó que con un verso se apagan los fuegos incendiarios del camino (…)

La autora escribe: ‘Ahora sé que el dolor del alma se siente primero en el cuerpo’. Y apabulla duramente cuando hace preguntas como: ‘¿Y el miedo a la locura? ¿Y el miedo al fracaso en su arte? ¿Y el miedo a la soledad, a la falta de amor, al abandono?’ Yo agrego: el miedo terrible, al ataque de pánico, el miedo al miedo.

‘Lo que no tiene nombre’, un libro que o hay que releerlo o se deja, hasta cuando se quiera, de cabecera y en cada página que se abra se leerá que hay dolores más fuertes que los que nos agobian, y la actitud valiente de cómo enfrentarlos.

Piedad Bonnett siempre ha estado entre mis libros de cabecera, lo conversamos una vez cuando vino a Valledupar y fue cuando me regaló la antología poética ‘No es más que la vida’, con una dedicatoria: ‘Para Mary, que ya es de mis aposentos, con un abrazo, Piedad’. Sí, soy de sus aposentos literarios, por supuesto.
Lo que no tiene nombre, Piedad Bonnett, Alfaguara 2013.