La visita del papa Francisco fue un solaz en un país donde el lenguaje violento, las diferencias y los disensos, han generado una agresiva polarización que envolvió a los colombianos sin darse cuenta. Las palabras certeras, las frases cálidas y conmovedoras llegaron al corazón de millones de personas, sin importar su creencia religiosa, su línea […]
La visita del papa Francisco fue un solaz en un país donde el lenguaje violento, las diferencias y los disensos, han generado una agresiva polarización que envolvió a los colombianos sin darse cuenta. Las palabras certeras, las frases cálidas y conmovedoras llegaron al corazón de millones de personas, sin importar su creencia religiosa, su línea política o social.
El Papa habló insistentemente de dos acciones: perdonar y reconciliar. Esa es la reflexión y el reto que deja a los colombianos. Francisco no vendrá más a Colombia seguramente, pero dejó sembrada la semilla de la reconciliación, la que esperamos germine con el abono que le pondremos todos los colombianos.
Si comenzamos por los gobernantes, desde el presidente Juan Manuel Santos, pasando por los gobernadores y los alcaldes, los congresistas, los policías, los militares, los reincorporados de las Farc, las víctimas, los indígenas, los afrodescendientes, los jóvenes, las mujeres, los niños, cada uno tiene que poner algo.
“Dar el primer paso”, reinsistimos en esta frase, que según palabras del Papa es, “sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar”.
Pero más contundente cuando se refirió ayer en Cartagena a la puesta que deben hacer los colombianos: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros: se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, “hablando no con la lengua sino con manos y obras” (San Pedro Claver)”.
Si en cuatro días los homicidios se redujeron en un 60 %, según dijeron las autoridades, porque el país estaba en un estado de reflexión, escuchando cada mensaje del papa Francisco, ¿Qué podemos hacer ahora que volvemos a la realidad?
Usemos lo que nos dejó el Papa, la humildad, el amor, la capacidad de ver al prójimo con respeto, con solidaridad, sin anteponer el egoísmo, ni el odio. Los colombianos nos acercamos a un proceso electoral que debe ser la prueba de la influencia de los mensajes de Francisco en nuestras vidas. Si queremos un país mejor, reconciliado, equitativo y justo, debemos hacer un buen uso del voto, comenzar por no vender ese derecho, sería un buen comienzo.
La visita del papa Francisco fue un solaz en un país donde el lenguaje violento, las diferencias y los disensos, han generado una agresiva polarización que envolvió a los colombianos sin darse cuenta. Las palabras certeras, las frases cálidas y conmovedoras llegaron al corazón de millones de personas, sin importar su creencia religiosa, su línea […]
La visita del papa Francisco fue un solaz en un país donde el lenguaje violento, las diferencias y los disensos, han generado una agresiva polarización que envolvió a los colombianos sin darse cuenta. Las palabras certeras, las frases cálidas y conmovedoras llegaron al corazón de millones de personas, sin importar su creencia religiosa, su línea política o social.
El Papa habló insistentemente de dos acciones: perdonar y reconciliar. Esa es la reflexión y el reto que deja a los colombianos. Francisco no vendrá más a Colombia seguramente, pero dejó sembrada la semilla de la reconciliación, la que esperamos germine con el abono que le pondremos todos los colombianos.
Si comenzamos por los gobernantes, desde el presidente Juan Manuel Santos, pasando por los gobernadores y los alcaldes, los congresistas, los policías, los militares, los reincorporados de las Farc, las víctimas, los indígenas, los afrodescendientes, los jóvenes, las mujeres, los niños, cada uno tiene que poner algo.
“Dar el primer paso”, reinsistimos en esta frase, que según palabras del Papa es, “sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar”.
Pero más contundente cuando se refirió ayer en Cartagena a la puesta que deben hacer los colombianos: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros: se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, “hablando no con la lengua sino con manos y obras” (San Pedro Claver)”.
Si en cuatro días los homicidios se redujeron en un 60 %, según dijeron las autoridades, porque el país estaba en un estado de reflexión, escuchando cada mensaje del papa Francisco, ¿Qué podemos hacer ahora que volvemos a la realidad?
Usemos lo que nos dejó el Papa, la humildad, el amor, la capacidad de ver al prójimo con respeto, con solidaridad, sin anteponer el egoísmo, ni el odio. Los colombianos nos acercamos a un proceso electoral que debe ser la prueba de la influencia de los mensajes de Francisco en nuestras vidas. Si queremos un país mejor, reconciliado, equitativo y justo, debemos hacer un buen uso del voto, comenzar por no vender ese derecho, sería un buen comienzo.