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Columnista - 6 febrero, 2012

Lo normal

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta El indefinido debate de qué es normal y qué no lo es me tiene confundido. Como dijo alguien, lo que hoy es herejía mañana será verdad. O como recitaba Campoamor, todo depende del cristal con que se mira. Se dice que lo normal es lo que se ajusta a […]

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MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

El indefinido debate de qué es normal y qué no lo es me tiene confundido. Como dijo alguien, lo que hoy es herejía mañana será verdad. O como recitaba Campoamor, todo depende del cristal con que se mira.

Se dice que lo normal es lo que se ajusta a los cánones preestablecidos. Se agrega que cuando algo se vuelve normal, sirve de regla. En este sentido me está atropellando lo que modernamente se considera normal.

¿Cómo entender, como lo señaló Piedad Córdoba, que el aplazamiento de la anunciada liberación de secuestrados por parte de las FARC responda a situaciones normales en estos casos? ¿Dilatar la entrega es normal y acelerarla, anormal?

Que el segundo vicepresidente de la Fedefútbol, Álvaro González Alzate, diga sin ruborizarse que el homosexualismo es una enfermedad y que para ser árbitro en Colombia se debe ser homosexual. ¿Es normal?

Que Emdupar anuncie que para hacer unas conexiones suspenderá el servicio por doce horas y se conviertan en dieciséis o más. Que Telecom corte el servicio telefónico sin enviar la factura de cobro y lo justifique afirmando que el usuario debe solicitarla si no le llega oportunamente. Que Electricaribe tarde dos días para subir  una simple cañuela que se cae por exceso de carga y deja sin luz a un vasto sector.

Que los cajeros de almacenes, bancos y supermercados se queden con parte de las vueltas porque  no hay monedas de la denominación requerida para  entregarlas completas.

Que en todos los accidentes de tránsito estén involucradas las motocicletas y que para parquear en cualquier calle de la ciudad se deba pagar a particulares.

Que al Ejército Nacional lo ataquen por todos los flancos: el terrorismo, las cortes, los colectivos de abogados y algún sector de la prensa. Que se le exija al Ejército pedir perdón a los que asaltaron el Palacio de Justicia en 1985, es decir, que el agredido pida perdón al agresor.

Que el Presidente haga ofertas que llevan implícito su incumplimiento, como el anuncio de despenalizar el consumo de la droga si el mundo entero lo hace. Que el Gobierno se desgaste en elaborar un tratado de supresión de trámites inocuos y los funcionarios administrativos lo ignoren olímpicamente.

Que el país retroceda a pasos agigantados en seguridad y no se busquen correctivos sino adjetivos. Que los representantes de las tres ramas del poder público se enfrenten diariamente por los medios de comunicación, haciendo desaparecer la llamada colaboración armónica.

Que las redes sociales se hayan convertido en el desahogadero de bajas pasiones, en nicho de resentidos y acomplejados que ofenden a diestro y siniestro y se ocultan en seudónimos para  mancillar la honra ajena.

Que algunos periodistas privilegien para sus comentarios el matrimonio de la fiscal Viviane Morales con Carlos Alonso Lucio, y dejen de lado el horrendo asesinato de Luis Andrés Colmenares.

Si todo lo anterior es normal, comienzo a sentirme anormal.

Columnista
6 febrero, 2012

Lo normal

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Augusto González Pimienta

MISCELÁNEA Por Luis Augusto González Pimienta El indefinido debate de qué es normal y qué no lo es me tiene confundido. Como dijo alguien, lo que hoy es herejía mañana será verdad. O como recitaba Campoamor, todo depende del cristal con que se mira. Se dice que lo normal es lo que se ajusta a […]


MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

El indefinido debate de qué es normal y qué no lo es me tiene confundido. Como dijo alguien, lo que hoy es herejía mañana será verdad. O como recitaba Campoamor, todo depende del cristal con que se mira.

Se dice que lo normal es lo que se ajusta a los cánones preestablecidos. Se agrega que cuando algo se vuelve normal, sirve de regla. En este sentido me está atropellando lo que modernamente se considera normal.

¿Cómo entender, como lo señaló Piedad Córdoba, que el aplazamiento de la anunciada liberación de secuestrados por parte de las FARC responda a situaciones normales en estos casos? ¿Dilatar la entrega es normal y acelerarla, anormal?

Que el segundo vicepresidente de la Fedefútbol, Álvaro González Alzate, diga sin ruborizarse que el homosexualismo es una enfermedad y que para ser árbitro en Colombia se debe ser homosexual. ¿Es normal?

Que Emdupar anuncie que para hacer unas conexiones suspenderá el servicio por doce horas y se conviertan en dieciséis o más. Que Telecom corte el servicio telefónico sin enviar la factura de cobro y lo justifique afirmando que el usuario debe solicitarla si no le llega oportunamente. Que Electricaribe tarde dos días para subir  una simple cañuela que se cae por exceso de carga y deja sin luz a un vasto sector.

Que los cajeros de almacenes, bancos y supermercados se queden con parte de las vueltas porque  no hay monedas de la denominación requerida para  entregarlas completas.

Que en todos los accidentes de tránsito estén involucradas las motocicletas y que para parquear en cualquier calle de la ciudad se deba pagar a particulares.

Que al Ejército Nacional lo ataquen por todos los flancos: el terrorismo, las cortes, los colectivos de abogados y algún sector de la prensa. Que se le exija al Ejército pedir perdón a los que asaltaron el Palacio de Justicia en 1985, es decir, que el agredido pida perdón al agresor.

Que el Presidente haga ofertas que llevan implícito su incumplimiento, como el anuncio de despenalizar el consumo de la droga si el mundo entero lo hace. Que el Gobierno se desgaste en elaborar un tratado de supresión de trámites inocuos y los funcionarios administrativos lo ignoren olímpicamente.

Que el país retroceda a pasos agigantados en seguridad y no se busquen correctivos sino adjetivos. Que los representantes de las tres ramas del poder público se enfrenten diariamente por los medios de comunicación, haciendo desaparecer la llamada colaboración armónica.

Que las redes sociales se hayan convertido en el desahogadero de bajas pasiones, en nicho de resentidos y acomplejados que ofenden a diestro y siniestro y se ocultan en seudónimos para  mancillar la honra ajena.

Que algunos periodistas privilegien para sus comentarios el matrimonio de la fiscal Viviane Morales con Carlos Alonso Lucio, y dejen de lado el horrendo asesinato de Luis Andrés Colmenares.

Si todo lo anterior es normal, comienzo a sentirme anormal.