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Columnista - 14 noviembre, 2010

Lluvias y más

P E R I S C O P I O Por:  JAIME GNECCO HERNANDEZ El país está inundado; la copiosidad pluvial de varios meses en forma inclemente, ha desatado inundaciones que ya llevan en su haber más de cien muertos, heridos y desaparecidos que llevan la cifra a cerca de doscientas personas. Los ecologistas creen […]

P E R I S C O P I O
Por:  JAIME GNECCO HERNANDEZ
El país está inundado; la copiosidad pluvial de varios meses en forma inclemente, ha desatado inundaciones que ya llevan en su haber más de cien muertos, heridos y desaparecidos que llevan la cifra a cerca de doscientas personas.
Los ecologistas creen saber a qué obedece la furia natural, pero nadie dice nada acerca de por qué los ríos se desbordan con tanta facilidad e inundan sus adyacencias; las pérdidas de las gentes inundadas no son cuantificables, porque se trata de que la mayoría de ellas  lo han perdido todo. Piense amigo lector, o lectora, si Ud. revisa los enseres de su casa y considera que todo se lo lleve el agua y la casa le queda llena de agua por unos cuantos días y sucia de barro, piense la que están pasando éstas pobres gentes cuando no encuentran un lugar seco en kilómetros a la redonda donde poder afincar los pies con confianza o un sitio donde poder sentarse.
Al problema de no tener qué comer, le llega el otro de que no hay donde cocinar, si es que se consigue algo, y todas las cosas que se hacen en una casa durante las veinticuatro horas de un día, están suspendidas y no pueden llevarse a cabo. Se lo imagina? Si se empatiza un poco, es decir, si trata de meterse en el pellejo de éstos compatriotas, se dará cuenta que están viviendo una situación dificilísima. Ud. cree que se la merecen por el solo hecho de ser colombianos? Yo diría que no, así como tampoco nos la merecemos Ud. o yo.
Claro que está lloviendo mucho en todas partes, llueve muy frecuentemente, los aguaceros son copiosísimos y con una rapidez asombrosa, diríamos que llueve con rabia; sí, con mucha rabia y cae agua en demasía. Así y todo, pudiéramos estar cubiertos de los desastres que pudiera ocasionar éste desborde de lo natural.
El colombiano no es previsivo, se cree un ser superdotado que puede improvisar favorablemente ante cualquier emergencia desfavorable y los hechos y los sufrimientos de las gentes nos están demostrando que no es así. Ya Ramazzini dijo en el siglo XVI que “es mejor prevenir que curar”, a lo que yo añado: y más barato.
Sin embargo, qué hacen las oficinas de prevención de desastres, ¿que creo que así se llaman? Se supone que en dichas oficinas no van a evitar un terremoto, un aguacero de más de seis horas o algo por el estilo, pero sí pueden, pensando que algo pueda suceder, preparar las cosas para que a la hora que algo suceda, los efectos sobre las cosas y especialmente sobre las personas, no sean tan nocivos o desastrosos; que las malas horas no nos cojan dormidos sino preparados, listos para lo que sea, en paz o emergencia.
A los ríos hay que hacerles mantenimiento, como se le hace a cualquier elemento que preste un servicio, ellos lo prestan, pero no pueden evacuar lo que colmata su cauce por todo lo que reciben de los desaprensivos y por la falta de gestión de los que disponen de autoridad.
Dicen que el rey Midas todo lo que tocaba, lo convertía en oro. Ahora, aquí en Colombia, todas las oficinas que se tocan o se medio investigan, están llenas de corrupción; qué problema, no? El Cuerpo Técnico de Investigación, o C.T.I. es un organismo encargado de llevar a cabo investigaciones y rendir  informes ante la Fiscalía  de la Nación la que  si hay mérito, dicta las órdenes de captura. Doña Marilú Méndez, así, con nombre de muñeca o niña bonita, no resultó tan inocente al escarbar superficialmente en sus actuaciones ya que como Directora o Jefa del C.T.I. se encargó de conseguir contratos cuantiosos para sus más allegados familiares y para sí misma, siendo que ella dirigía el organismo encargado de investigar a los delincuentes y apresarlos. ¿Qué tal?
Los negocios eran con Fondelibertad, empresa oficial, donde en compañía del Gerente de esa entidad se tomaron la libertad de delinquir aprovechándose de la posición que ocupaban, ahora les tocó a ambos conjugar el verbo menos usado por los colombianos: renunciar. Menos mal que la Justicia y quienes la aplican, por lo menos en Bogotá, están despertando con las pilas puestas. Cuándo llegarán esos vientos a la periferia, donde hay tanto que corregir y enmendar?
Aprovecho el espacio para felicitar al señor Alcalde de Valledupar, Dr. Luis Fabián Fernández, por haber pedido la renuncia a todo su gabinete. Sus motivos tendrá; no es posible que con las ganas de trabajar que ha demostrado el Alcalde, sus colaboradores en vez de ayudar estén poniéndole palos en la rueda de la administración; porque hay muchos que no  quieren mover una paja del suelo, y – sin embargo-, quieren reemplazarlo, para lo cual han sido capaces de intentar toda clase de traiciones  y felonías empantanándolo todo por pura desidia. El ingrato es indigno de nuevo beneficio. Señor Alcalde, busque una lupa con buen aumento para leer las hojas de vida o haga como Diógenes; salga, con un farol prendido a las doce del día, a buscar hombres honrados en Valledupar. Fuera los  quinta-columnistas de la administración sean del partido que sean.

Columnista
14 noviembre, 2010

Lluvias y más

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime Gnecco Hernandez

P E R I S C O P I O Por:  JAIME GNECCO HERNANDEZ El país está inundado; la copiosidad pluvial de varios meses en forma inclemente, ha desatado inundaciones que ya llevan en su haber más de cien muertos, heridos y desaparecidos que llevan la cifra a cerca de doscientas personas. Los ecologistas creen […]


P E R I S C O P I O
Por:  JAIME GNECCO HERNANDEZ
El país está inundado; la copiosidad pluvial de varios meses en forma inclemente, ha desatado inundaciones que ya llevan en su haber más de cien muertos, heridos y desaparecidos que llevan la cifra a cerca de doscientas personas.
Los ecologistas creen saber a qué obedece la furia natural, pero nadie dice nada acerca de por qué los ríos se desbordan con tanta facilidad e inundan sus adyacencias; las pérdidas de las gentes inundadas no son cuantificables, porque se trata de que la mayoría de ellas  lo han perdido todo. Piense amigo lector, o lectora, si Ud. revisa los enseres de su casa y considera que todo se lo lleve el agua y la casa le queda llena de agua por unos cuantos días y sucia de barro, piense la que están pasando éstas pobres gentes cuando no encuentran un lugar seco en kilómetros a la redonda donde poder afincar los pies con confianza o un sitio donde poder sentarse.
Al problema de no tener qué comer, le llega el otro de que no hay donde cocinar, si es que se consigue algo, y todas las cosas que se hacen en una casa durante las veinticuatro horas de un día, están suspendidas y no pueden llevarse a cabo. Se lo imagina? Si se empatiza un poco, es decir, si trata de meterse en el pellejo de éstos compatriotas, se dará cuenta que están viviendo una situación dificilísima. Ud. cree que se la merecen por el solo hecho de ser colombianos? Yo diría que no, así como tampoco nos la merecemos Ud. o yo.
Claro que está lloviendo mucho en todas partes, llueve muy frecuentemente, los aguaceros son copiosísimos y con una rapidez asombrosa, diríamos que llueve con rabia; sí, con mucha rabia y cae agua en demasía. Así y todo, pudiéramos estar cubiertos de los desastres que pudiera ocasionar éste desborde de lo natural.
El colombiano no es previsivo, se cree un ser superdotado que puede improvisar favorablemente ante cualquier emergencia desfavorable y los hechos y los sufrimientos de las gentes nos están demostrando que no es así. Ya Ramazzini dijo en el siglo XVI que “es mejor prevenir que curar”, a lo que yo añado: y más barato.
Sin embargo, qué hacen las oficinas de prevención de desastres, ¿que creo que así se llaman? Se supone que en dichas oficinas no van a evitar un terremoto, un aguacero de más de seis horas o algo por el estilo, pero sí pueden, pensando que algo pueda suceder, preparar las cosas para que a la hora que algo suceda, los efectos sobre las cosas y especialmente sobre las personas, no sean tan nocivos o desastrosos; que las malas horas no nos cojan dormidos sino preparados, listos para lo que sea, en paz o emergencia.
A los ríos hay que hacerles mantenimiento, como se le hace a cualquier elemento que preste un servicio, ellos lo prestan, pero no pueden evacuar lo que colmata su cauce por todo lo que reciben de los desaprensivos y por la falta de gestión de los que disponen de autoridad.
Dicen que el rey Midas todo lo que tocaba, lo convertía en oro. Ahora, aquí en Colombia, todas las oficinas que se tocan o se medio investigan, están llenas de corrupción; qué problema, no? El Cuerpo Técnico de Investigación, o C.T.I. es un organismo encargado de llevar a cabo investigaciones y rendir  informes ante la Fiscalía  de la Nación la que  si hay mérito, dicta las órdenes de captura. Doña Marilú Méndez, así, con nombre de muñeca o niña bonita, no resultó tan inocente al escarbar superficialmente en sus actuaciones ya que como Directora o Jefa del C.T.I. se encargó de conseguir contratos cuantiosos para sus más allegados familiares y para sí misma, siendo que ella dirigía el organismo encargado de investigar a los delincuentes y apresarlos. ¿Qué tal?
Los negocios eran con Fondelibertad, empresa oficial, donde en compañía del Gerente de esa entidad se tomaron la libertad de delinquir aprovechándose de la posición que ocupaban, ahora les tocó a ambos conjugar el verbo menos usado por los colombianos: renunciar. Menos mal que la Justicia y quienes la aplican, por lo menos en Bogotá, están despertando con las pilas puestas. Cuándo llegarán esos vientos a la periferia, donde hay tanto que corregir y enmendar?
Aprovecho el espacio para felicitar al señor Alcalde de Valledupar, Dr. Luis Fabián Fernández, por haber pedido la renuncia a todo su gabinete. Sus motivos tendrá; no es posible que con las ganas de trabajar que ha demostrado el Alcalde, sus colaboradores en vez de ayudar estén poniéndole palos en la rueda de la administración; porque hay muchos que no  quieren mover una paja del suelo, y – sin embargo-, quieren reemplazarlo, para lo cual han sido capaces de intentar toda clase de traiciones  y felonías empantanándolo todo por pura desidia. El ingrato es indigno de nuevo beneficio. Señor Alcalde, busque una lupa con buen aumento para leer las hojas de vida o haga como Diógenes; salga, con un farol prendido a las doce del día, a buscar hombres honrados en Valledupar. Fuera los  quinta-columnistas de la administración sean del partido que sean.