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Columnista - 22 marzo, 2016

¿Llevan las ondas un mensaje interesado?

Un autor antiguo afirma que la posibilidad de que la mentira sea creída se funda en que siempre se diga la verdad, ya que una afirmación en boca de un mentiroso no será nunca creída. Claro que nuestro filosofo no podía contemplar el fenómeno de los medios de comunicación de masas y su engarce con […]

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Un autor antiguo afirma que la posibilidad de que la mentira sea creída se funda en que siempre se diga la verdad, ya que una afirmación en boca de un mentiroso no será nunca creída.

Claro que nuestro filosofo no podía contemplar el fenómeno de los medios de comunicación de masas y su engarce con las técnicas publicitarias. Si se repiten los mensajes con el suficiente ritmo y con la adecuada intensidad de voz, es muy posible que se convenza a un elevado número de receptores del recado, al menos eso espera el emisor. Si a ello se une la táctica del grito y se tiene un número suficiente de medios de comunicación que repitan esos mensajes con docilidad, son muy altas las posibilidades de que tales mensajes sean admitidos sin el menor sentido crítico; y mejor si tienen un tono agresivo en contra del contrincante en la lid política: ¡a la hoguera con ellos!
La observación nos dice que la realidad raramente la vemos directamente, ya que nos llega a través de imágenes, de la letra impresa, de los comunicadores, de los políticos, de los creadores de opinión, mezclada con otros ruidos y en no pocas veces interpretada. Si esto ocurre con los hechos reales, hay que imaginar cómo nos llegan los mensajes políticos.

Produce asombro oír los discursos de algunos participantes en coloquios televisivos o de radio, en los que sin tener una preparación especializada, proponen soluciones inapelables a los problemas del país; que pontifican sobre las medidas a tomar para solucionar todos los problemas o criticar las medidas tomadas por el gobierno, sin tener más datos que su pasión en contra del gobierno al que dirigen sus diatribas.

También se comprueba que en tantos debates en los que participan presuntos “primeros espadas”, sus versiones de una misma situación pueden ser muy diferentes, y aún contrapuestas. Pero lo que especialmente llama la atención es que en alguno de esos comunicadores se detecta una tendencia, una opción, lo que pudiéramos llamar una línea ideológica, o un mirar los acontecimientos con un cristal de determinado color, seguramente legítimo pero que hay que saber valorar con vistas a la objetividad.

Parece que falta en nuestra sociedad, y particularmente en nuestros políticos, el instinto de verdad que oriente todo su comportamiento. Por el contrario, la hipocresía y la mentira adquieren toda su relevancia de tal manera que empeñados en ello transforman al hombre. Sorprende ver que en tantos casos no parece que exista ninguna verdad que puedan compartir todos los partidos políticos. No es de extrañar que en las encuestas el nivel de credibilidad de los políticos esté por los suelos.

Nuestra sociedad, mejor dicho los ciudadanos, vamos perdiendo el sentido crítico: que es capacidad de discernimiento y juicio propio, de ir más allá de lo aparente. La TV, el ruido, la prisa, han contribuido a que disminuya la atención. Y tantas veces no nos damos cuenta de que estamos oyendo voces concordadas en un mismo mensaje, elaborado intencionalmente, que se traslada al escenario público en la creación de titulares, que se reproducen en cascada, pretendiendo que la cantidad sustituya a la verdad.

Claro es que la realidad es siempre compleja, que cabe analizarla desde diversos ángulos, y que matizar sus claroscuros no es siempre sencillo, pero hay que prestar atención para no confundirse, desarrollando ese sentido crítico.

Por Agustín Pérez Cerrada

Columnista
22 marzo, 2016

¿Llevan las ondas un mensaje interesado?

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Un autor antiguo afirma que la posibilidad de que la mentira sea creída se funda en que siempre se diga la verdad, ya que una afirmación en boca de un mentiroso no será nunca creída. Claro que nuestro filosofo no podía contemplar el fenómeno de los medios de comunicación de masas y su engarce con […]


Un autor antiguo afirma que la posibilidad de que la mentira sea creída se funda en que siempre se diga la verdad, ya que una afirmación en boca de un mentiroso no será nunca creída.

Claro que nuestro filosofo no podía contemplar el fenómeno de los medios de comunicación de masas y su engarce con las técnicas publicitarias. Si se repiten los mensajes con el suficiente ritmo y con la adecuada intensidad de voz, es muy posible que se convenza a un elevado número de receptores del recado, al menos eso espera el emisor. Si a ello se une la táctica del grito y se tiene un número suficiente de medios de comunicación que repitan esos mensajes con docilidad, son muy altas las posibilidades de que tales mensajes sean admitidos sin el menor sentido crítico; y mejor si tienen un tono agresivo en contra del contrincante en la lid política: ¡a la hoguera con ellos!
La observación nos dice que la realidad raramente la vemos directamente, ya que nos llega a través de imágenes, de la letra impresa, de los comunicadores, de los políticos, de los creadores de opinión, mezclada con otros ruidos y en no pocas veces interpretada. Si esto ocurre con los hechos reales, hay que imaginar cómo nos llegan los mensajes políticos.

Produce asombro oír los discursos de algunos participantes en coloquios televisivos o de radio, en los que sin tener una preparación especializada, proponen soluciones inapelables a los problemas del país; que pontifican sobre las medidas a tomar para solucionar todos los problemas o criticar las medidas tomadas por el gobierno, sin tener más datos que su pasión en contra del gobierno al que dirigen sus diatribas.

También se comprueba que en tantos debates en los que participan presuntos “primeros espadas”, sus versiones de una misma situación pueden ser muy diferentes, y aún contrapuestas. Pero lo que especialmente llama la atención es que en alguno de esos comunicadores se detecta una tendencia, una opción, lo que pudiéramos llamar una línea ideológica, o un mirar los acontecimientos con un cristal de determinado color, seguramente legítimo pero que hay que saber valorar con vistas a la objetividad.

Parece que falta en nuestra sociedad, y particularmente en nuestros políticos, el instinto de verdad que oriente todo su comportamiento. Por el contrario, la hipocresía y la mentira adquieren toda su relevancia de tal manera que empeñados en ello transforman al hombre. Sorprende ver que en tantos casos no parece que exista ninguna verdad que puedan compartir todos los partidos políticos. No es de extrañar que en las encuestas el nivel de credibilidad de los políticos esté por los suelos.

Nuestra sociedad, mejor dicho los ciudadanos, vamos perdiendo el sentido crítico: que es capacidad de discernimiento y juicio propio, de ir más allá de lo aparente. La TV, el ruido, la prisa, han contribuido a que disminuya la atención. Y tantas veces no nos damos cuenta de que estamos oyendo voces concordadas en un mismo mensaje, elaborado intencionalmente, que se traslada al escenario público en la creación de titulares, que se reproducen en cascada, pretendiendo que la cantidad sustituya a la verdad.

Claro es que la realidad es siempre compleja, que cabe analizarla desde diversos ángulos, y que matizar sus claroscuros no es siempre sencillo, pero hay que prestar atención para no confundirse, desarrollando ese sentido crítico.

Por Agustín Pérez Cerrada