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Columnista - 1 diciembre, 2022

Llegaron los nuevos verdes

Con ciertos gestos de felicidad veo mucha gente en las pantallas de los televisores mirando el mundial de fútbol en tierra árabe. Y además, ayer varios lloran por la eliminación de Ecuador. Debo decir que me alegro, no por Ecuador, país vecino, sino por la no clasificación de Colombia ya que en sus celebraciones hemos […]

Con ciertos gestos de felicidad veo mucha gente en las pantallas de los televisores mirando el mundial de fútbol en tierra árabe. Y además, ayer varios lloran por la eliminación de Ecuador. Debo decir que me alegro, no por Ecuador, país vecino, sino por la no clasificación de Colombia ya que en sus celebraciones hemos evitado muchos muertos y accidentes con la camiseta amarilla puesta. 

No es que sea anti deportes, ni antifutbol, lo que no soporto en la habladera de paja de los periodistas deportivos, algunos nunca han pateado una pelota de trapo, pero se creen los sabios de las jugadas, las tradiciones, el alboroto y la distracción que produce el juego, que al final ni siquiera es entretención, sino negocios de unos pocos, los demás servimos para aplaudir como luciérnagas trasnochadas.

En Valledupar donde vivo desde chico, la cosa no es distinta, el alboroto no tiene límites, ahora mayor con tanta gente no nativa de aquí y desconocen, incluso no asimilaron las buenas costumbres vallenatas, nada distinta a trabajo, campo, honestidad, bohemia y hospitalidad en abundancia, pero también su cuota de bandidos como en cualquier sociedad, pero estos suben proporcionalmente cada día. 

Desde que comenzamos a comer pizzas y hamburguesas la vaina cambió, al tiempo los peinados en colores de hombres y mujeres, es poco lo que distinguimos los géneros, luego llegaron los entierros con música arrabalera en altos volumen, para que el muerto escuche y cumplir una petición, dizque en vida dijeron.

Esta costumbre, por supuesto no vallenata arruinó una parte de nuestros sentimientos, aquí solo los acordeones lloraban  en los cementerios de tristeza cuando alguien de su mundo fallecía, recordamos los entierros de Cirino Castilla, Freddy Molina, Pedro Castro Monsalvo, muchos años después ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Orozco y otros pocos, después fue casi una fiesta, Kaleth Morales, Escalona, Diomedes, Martin Elías y Oñate, solo faltó la venta de boletería, en eso hemos quedado, ni una gota de llanto, solo bullas, canciones, cuentos, historias, en la mayoría gente que ni los conoció en vida, inventado. Eso de queque, chiricana y pingüinos color uva y limón, es cosa del pasado.

Muy pronto seremos de nuevo ciudad verde, en pocos días estrenaremos buses con el color de la naturaleza, sueño con ver felices, ir ahí como iguanas con el frío que anuncian, y el ruido de las motos perturbando, incluso importunado, porque ese gremio ilegal tiene más poder que las autoridades locales. Aquí mandan las motos, no es un secreto. 

Ojalá que en los próximos mundiales nuestra cultura sea capaz de no celebrar matándonos, pero dudo, en una ciudad con más estancos que bibliotecas o centros culturales, y los existentes no hacen ninguna promoción para que la presente generación los visiten, hoy con el mundo en un celular, los muchachos son chateadores, pero creen que Qatar, por ejemplo, es el apodo de uno de los reyes magos. Podemos mejorar, al menos que un filósofo del fútbol, que hay por montones, nos vendan otra filosofía, así de perdidos estamos. Parece nostalgia de siglos pasados, pero no, es nostalgia por lo que viene. Chorros de esperanza, sigan llorando por Ecuador, Colombia no está presente.

Columnista
1 diciembre, 2022

Llegaron los nuevos verdes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Edgardo Mendoza Guerra

Con ciertos gestos de felicidad veo mucha gente en las pantallas de los televisores mirando el mundial de fútbol en tierra árabe. Y además, ayer varios lloran por la eliminación de Ecuador. Debo decir que me alegro, no por Ecuador, país vecino, sino por la no clasificación de Colombia ya que en sus celebraciones hemos […]


Con ciertos gestos de felicidad veo mucha gente en las pantallas de los televisores mirando el mundial de fútbol en tierra árabe. Y además, ayer varios lloran por la eliminación de Ecuador. Debo decir que me alegro, no por Ecuador, país vecino, sino por la no clasificación de Colombia ya que en sus celebraciones hemos evitado muchos muertos y accidentes con la camiseta amarilla puesta. 

No es que sea anti deportes, ni antifutbol, lo que no soporto en la habladera de paja de los periodistas deportivos, algunos nunca han pateado una pelota de trapo, pero se creen los sabios de las jugadas, las tradiciones, el alboroto y la distracción que produce el juego, que al final ni siquiera es entretención, sino negocios de unos pocos, los demás servimos para aplaudir como luciérnagas trasnochadas.

En Valledupar donde vivo desde chico, la cosa no es distinta, el alboroto no tiene límites, ahora mayor con tanta gente no nativa de aquí y desconocen, incluso no asimilaron las buenas costumbres vallenatas, nada distinta a trabajo, campo, honestidad, bohemia y hospitalidad en abundancia, pero también su cuota de bandidos como en cualquier sociedad, pero estos suben proporcionalmente cada día. 

Desde que comenzamos a comer pizzas y hamburguesas la vaina cambió, al tiempo los peinados en colores de hombres y mujeres, es poco lo que distinguimos los géneros, luego llegaron los entierros con música arrabalera en altos volumen, para que el muerto escuche y cumplir una petición, dizque en vida dijeron.

Esta costumbre, por supuesto no vallenata arruinó una parte de nuestros sentimientos, aquí solo los acordeones lloraban  en los cementerios de tristeza cuando alguien de su mundo fallecía, recordamos los entierros de Cirino Castilla, Freddy Molina, Pedro Castro Monsalvo, muchos años después ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Orozco y otros pocos, después fue casi una fiesta, Kaleth Morales, Escalona, Diomedes, Martin Elías y Oñate, solo faltó la venta de boletería, en eso hemos quedado, ni una gota de llanto, solo bullas, canciones, cuentos, historias, en la mayoría gente que ni los conoció en vida, inventado. Eso de queque, chiricana y pingüinos color uva y limón, es cosa del pasado.

Muy pronto seremos de nuevo ciudad verde, en pocos días estrenaremos buses con el color de la naturaleza, sueño con ver felices, ir ahí como iguanas con el frío que anuncian, y el ruido de las motos perturbando, incluso importunado, porque ese gremio ilegal tiene más poder que las autoridades locales. Aquí mandan las motos, no es un secreto. 

Ojalá que en los próximos mundiales nuestra cultura sea capaz de no celebrar matándonos, pero dudo, en una ciudad con más estancos que bibliotecas o centros culturales, y los existentes no hacen ninguna promoción para que la presente generación los visiten, hoy con el mundo en un celular, los muchachos son chateadores, pero creen que Qatar, por ejemplo, es el apodo de uno de los reyes magos. Podemos mejorar, al menos que un filósofo del fútbol, que hay por montones, nos vendan otra filosofía, así de perdidos estamos. Parece nostalgia de siglos pasados, pero no, es nostalgia por lo que viene. Chorros de esperanza, sigan llorando por Ecuador, Colombia no está presente.