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Columnista - 10 noviembre, 2023

Liberen a todos los secuestrados

Cuando lo vi descender del carro que lo traía al reencuentro con su familia me detuve a ver su semblante, enseguida noté la expresión de sufrimiento y tristeza que contrastaba significativamente con la naturaleza de un hombre alegre.

Cuando lo vi descender del carro que lo traía al reencuentro con su familia me detuve a ver su semblante, enseguida noté la expresión de sufrimiento y tristeza que contrastaba significativamente con la naturaleza de un hombre alegre. El secuestro es una infamia, una pesadilla que se convierte en la peor experiencia que puede vivir un ser humano. 

Como todos los colombianos celebré el regreso del señor Luis Manuel Diaz a su casa, de ahí nunca debió ser desprendido, él no tenía que vivir el horror del secuestro. La solidaridad del pueblo colombiano sigue intacta, fue sobresaliente frente al secuestro del padre de Luis Diaz, jugador del Liverpool, no es diferente ante el registro de 241 casos documentados por la Defensoría del Pueblo. 

Pese a que estos casos no cuentan con la notoriedad ni evidencia mediática que por razones obvias tuvo la del padre de Luis Diaz, no me cabe duda de que los colombianos en una sola voz exigimos la liberación de todos los secuestrados. 

La infamia del secuestro que vivió Colombia por cuenta del narcoterrorismo, entre finales de los años ochenta y comienzo de los noventa del siglo XX, fue narrado en “Noticia de un Secuestro” por nuestro nobel Gabriel García Márquez. El genio de la imaginación contó lo que debería ser inimaginable, el secuestro de diez colombianos relevantes por cuenta de Pablo Escobar y el grupo los extraditables como estrategia coercitiva contra el gobierno de turno ante la Ley de extradición a Estados Unidos. 

La búsqueda de la paz es un propósito indeclinable, sin embargo, la negociación generosa debe tener límites no se puede convertir en un escenario favorable para el actuar criminal de los grupos ilegales. 

El secuestro del papá de Luis Diaz, estrella de la selección de fútbol de Colombia, es una deshonra más de la guerrilla del ELN. Con el ELN han sido muchos los intentos por lograr un acuerdo, pero los resultados han terminado siendo infructuosos, su jerarquía horizontal hace difícil la unificación de mando y la convergencia de objetivos para la salida negociada del conflicto. El secuestro de Luis Manuel Diaz, marca un antes y un después en la mesa de negociación, se lastimó la confianza, el compromiso de “No Secuestrar” no puede ser una medida a medias, sino un imperativo inamovible que honre la voluntad de paz. 

El narcotráfico, el terrorismo y la corrupción política, son prácticas temerarias que los colombianos detestamos y quisiéramos desaparecer. No es fácil aceptar los acuerdos de paz, por eso se desgaja la razón que invoca la autoridad del Estado. 

Fueron precisas y contundentes las expresiones registradas en el comunicado de los negociadores del Gobierno: “Es insostenible argumentar, desde un punto de vista ético, que comerciar con seres humanos es lícito, aun bajo condiciones de conflicto armado”. Por lo tanto, es definitivo que el grupo negociador dispuesto por el presidente Gustavo Petro, concerté en las diferentes mesas de negociación que adelanta con las organizaciones armadas ilegales la condición de liberar a todos los secuestrados. 

Si el ELN procura limpiar el escenario lo mejor que puede hacer es liberar a todos los secuestrados en su poder. Lo sucedido con Luis Manuel Diaz fue un error garrafal y brutal, su liberación no tiene nada que ver con un gesto humanitario. 

El secuestro de las figuras públicas más queridas socava la credibilidad en el proceso de paz, socava la credibilidad del ELN y empeora la capacidad del gobierno para el loable proyecto de paz.  El ELN debe renunciar a las hostilidades y las acciones que afecten a la población civil, esta capacidad demostraría una verdadera perspectiva que construye elementos que podrían resucitar la confianza en el proyecto de paz total.

Por: Luis Elquis Díaz.

Columnista
10 noviembre, 2023

Liberen a todos los secuestrados

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

Cuando lo vi descender del carro que lo traía al reencuentro con su familia me detuve a ver su semblante, enseguida noté la expresión de sufrimiento y tristeza que contrastaba significativamente con la naturaleza de un hombre alegre.


Cuando lo vi descender del carro que lo traía al reencuentro con su familia me detuve a ver su semblante, enseguida noté la expresión de sufrimiento y tristeza que contrastaba significativamente con la naturaleza de un hombre alegre. El secuestro es una infamia, una pesadilla que se convierte en la peor experiencia que puede vivir un ser humano. 

Como todos los colombianos celebré el regreso del señor Luis Manuel Diaz a su casa, de ahí nunca debió ser desprendido, él no tenía que vivir el horror del secuestro. La solidaridad del pueblo colombiano sigue intacta, fue sobresaliente frente al secuestro del padre de Luis Diaz, jugador del Liverpool, no es diferente ante el registro de 241 casos documentados por la Defensoría del Pueblo. 

Pese a que estos casos no cuentan con la notoriedad ni evidencia mediática que por razones obvias tuvo la del padre de Luis Diaz, no me cabe duda de que los colombianos en una sola voz exigimos la liberación de todos los secuestrados. 

La infamia del secuestro que vivió Colombia por cuenta del narcoterrorismo, entre finales de los años ochenta y comienzo de los noventa del siglo XX, fue narrado en “Noticia de un Secuestro” por nuestro nobel Gabriel García Márquez. El genio de la imaginación contó lo que debería ser inimaginable, el secuestro de diez colombianos relevantes por cuenta de Pablo Escobar y el grupo los extraditables como estrategia coercitiva contra el gobierno de turno ante la Ley de extradición a Estados Unidos. 

La búsqueda de la paz es un propósito indeclinable, sin embargo, la negociación generosa debe tener límites no se puede convertir en un escenario favorable para el actuar criminal de los grupos ilegales. 

El secuestro del papá de Luis Diaz, estrella de la selección de fútbol de Colombia, es una deshonra más de la guerrilla del ELN. Con el ELN han sido muchos los intentos por lograr un acuerdo, pero los resultados han terminado siendo infructuosos, su jerarquía horizontal hace difícil la unificación de mando y la convergencia de objetivos para la salida negociada del conflicto. El secuestro de Luis Manuel Diaz, marca un antes y un después en la mesa de negociación, se lastimó la confianza, el compromiso de “No Secuestrar” no puede ser una medida a medias, sino un imperativo inamovible que honre la voluntad de paz. 

El narcotráfico, el terrorismo y la corrupción política, son prácticas temerarias que los colombianos detestamos y quisiéramos desaparecer. No es fácil aceptar los acuerdos de paz, por eso se desgaja la razón que invoca la autoridad del Estado. 

Fueron precisas y contundentes las expresiones registradas en el comunicado de los negociadores del Gobierno: “Es insostenible argumentar, desde un punto de vista ético, que comerciar con seres humanos es lícito, aun bajo condiciones de conflicto armado”. Por lo tanto, es definitivo que el grupo negociador dispuesto por el presidente Gustavo Petro, concerté en las diferentes mesas de negociación que adelanta con las organizaciones armadas ilegales la condición de liberar a todos los secuestrados. 

Si el ELN procura limpiar el escenario lo mejor que puede hacer es liberar a todos los secuestrados en su poder. Lo sucedido con Luis Manuel Diaz fue un error garrafal y brutal, su liberación no tiene nada que ver con un gesto humanitario. 

El secuestro de las figuras públicas más queridas socava la credibilidad en el proceso de paz, socava la credibilidad del ELN y empeora la capacidad del gobierno para el loable proyecto de paz.  El ELN debe renunciar a las hostilidades y las acciones que afecten a la población civil, esta capacidad demostraría una verdadera perspectiva que construye elementos que podrían resucitar la confianza en el proyecto de paz total.

Por: Luis Elquis Díaz.