Hablar de Primo Levi es dialogar con la memoria de las víctimas, es conversar de justicia y, en forma simultánea, recordar como las políticas de exterminio y deshumanización carecen de sentido.
Hablar de Primo Levi es dialogar con la memoria de las víctimas, es conversar de justicia y, en forma simultánea, recordar como las políticas de exterminio y deshumanización carecen de sentido. En un Estado de Derecho es necesario cerrar filas en su contra. El exterminio y la deshumanización es contrario a lo humano.
Todos, sin excepción, tenemos el compromiso ético y político de promover y hacer realidad un pacto contra del exterminio del otro como tristemente está ocurriendo con nuestros líderes sociales, un pacto en el que intervenga toda la sociedad civil y todos los gobernantes.
Es lo mínimo que tiene que realizarse en el año del centenario del nacimiento de Levi. Para quien no lo conoce, él es un superviviente del exterminio nazi, de las políticas concentracionarias que implementó ese régimen de terror. Nació en Turín el 31 de julio de 1919 y murió (1987) en la misma casa en la que nació. Fue un judío sefardita y por eso, es decir, por el odio al diferente, fue objeto de persecución y terror por Hitler.
Levi no fue un superviviente al que la solamente la diosa fortuna le facilitó la supervivencia. Es ante todo un testigo. Luchó para narrar el terror de las políticas de exterminio contra el pueblo judío en los campos de exterminio nazi, siempre será la voz del que la perdió.
Manuel Reyes Mate dice en “Primo Levi. Una semblanza en el XX aniversario de su desaparición”: “Mientras estuvo en el lager (campos de concentración) luchó no para sobrevivir sino para testimoniar. La experiencia del lager cambió su vida. <<Si yo no hubiese vivido el episodio de Auschwitz, probablemente nunca habría escrito>>”.
Levi se transformó en escritor para narrar, como testigo, los crímenes que cometieron los nazis en contra de la humanidad, con el fin de que no volvieran a repetirse. Esos hechos se están repitiendo con nuestros líderes sociales. Todos, sin distinción, somos humanos, sin diferenciar entre judíos, griegos y romanos, mujer y hombre, libre y esclavo, como lo enseño Pablo. “Todos sois uno en Cristo Jesús”.
El valor de la obra de Levi es la importancia del testigo y su narración. Sus textos: “Si esto es un hombre”, “La tregua” y “Los hundidos y salvados”, son dignos de ser estudiados para oír la voz de las víctimas, para que no olvidemos que el diferente es tan humano como el igual, para que no veamos al otro como un enemigo y un objetivo a exterminar.
Este es el mensaje de la vida de Levi. Lo manifestó en la presentación de “Si esto es un hombre”, al decir: “No lo he escrito con la intención de formular nuevos cargos; sino más bien para proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen más o menos conscientemente, que “todo lo extranjero es un enemigo”. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente…”.
Con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia es más que urgente defender lo humano y establecer un pacto por la vida para detener el baño de sangre que horroriza nuestra patria. Un pacto que debe proteger al testigo, un pacto que debe dejar en paz al proceso de paz y la Jurisdicción Especial de Paz, un pacto para que la muerte violenta no siga reinando en Colombia.
Hablar de Primo Levi es dialogar con la memoria de las víctimas, es conversar de justicia y, en forma simultánea, recordar como las políticas de exterminio y deshumanización carecen de sentido.
Hablar de Primo Levi es dialogar con la memoria de las víctimas, es conversar de justicia y, en forma simultánea, recordar como las políticas de exterminio y deshumanización carecen de sentido. En un Estado de Derecho es necesario cerrar filas en su contra. El exterminio y la deshumanización es contrario a lo humano.
Todos, sin excepción, tenemos el compromiso ético y político de promover y hacer realidad un pacto contra del exterminio del otro como tristemente está ocurriendo con nuestros líderes sociales, un pacto en el que intervenga toda la sociedad civil y todos los gobernantes.
Es lo mínimo que tiene que realizarse en el año del centenario del nacimiento de Levi. Para quien no lo conoce, él es un superviviente del exterminio nazi, de las políticas concentracionarias que implementó ese régimen de terror. Nació en Turín el 31 de julio de 1919 y murió (1987) en la misma casa en la que nació. Fue un judío sefardita y por eso, es decir, por el odio al diferente, fue objeto de persecución y terror por Hitler.
Levi no fue un superviviente al que la solamente la diosa fortuna le facilitó la supervivencia. Es ante todo un testigo. Luchó para narrar el terror de las políticas de exterminio contra el pueblo judío en los campos de exterminio nazi, siempre será la voz del que la perdió.
Manuel Reyes Mate dice en “Primo Levi. Una semblanza en el XX aniversario de su desaparición”: “Mientras estuvo en el lager (campos de concentración) luchó no para sobrevivir sino para testimoniar. La experiencia del lager cambió su vida. <<Si yo no hubiese vivido el episodio de Auschwitz, probablemente nunca habría escrito>>”.
Levi se transformó en escritor para narrar, como testigo, los crímenes que cometieron los nazis en contra de la humanidad, con el fin de que no volvieran a repetirse. Esos hechos se están repitiendo con nuestros líderes sociales. Todos, sin distinción, somos humanos, sin diferenciar entre judíos, griegos y romanos, mujer y hombre, libre y esclavo, como lo enseño Pablo. “Todos sois uno en Cristo Jesús”.
El valor de la obra de Levi es la importancia del testigo y su narración. Sus textos: “Si esto es un hombre”, “La tregua” y “Los hundidos y salvados”, son dignos de ser estudiados para oír la voz de las víctimas, para que no olvidemos que el diferente es tan humano como el igual, para que no veamos al otro como un enemigo y un objetivo a exterminar.
Este es el mensaje de la vida de Levi. Lo manifestó en la presentación de “Si esto es un hombre”, al decir: “No lo he escrito con la intención de formular nuevos cargos; sino más bien para proporcionar documentación para un estudio sereno de algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos, individuos o pueblos, que piensen más o menos conscientemente, que “todo lo extranjero es un enemigo”. En la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección latente…”.
Con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia es más que urgente defender lo humano y establecer un pacto por la vida para detener el baño de sangre que horroriza nuestra patria. Un pacto que debe proteger al testigo, un pacto que debe dejar en paz al proceso de paz y la Jurisdicción Especial de Paz, un pacto para que la muerte violenta no siga reinando en Colombia.