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Columnista - 10 septiembre, 2011

Lenguaje, signos y significados

Por: Ciro A. Quiroz O. Abogado y profesor universitario. El signo lingüístico como versión de lo significado traduce el concepto o idea que asocia la comunicación a su contenido mental, el cual ha de suponerse igual para que la comunicación se optimice, al relacionarse inequívocamente para comunicar al emisor con el receptor. Así, la imagen […]

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Por: Ciro A. Quiroz O.
Abogado y profesor universitario.

El signo lingüístico como versión de lo significado traduce el concepto o idea que asocia la comunicación a su contenido mental, el cual ha de suponerse igual para que la comunicación se optimice, al relacionarse inequívocamente para comunicar al emisor con el receptor. Así, la imagen mental es llevada a través del sonido, el significante y el significado. Dicho así, un perro es un perro, y no es un gato. Ocurre que los signos son esencialmente arbitrarios por lo que varían de un lugar a otro disociándose lo que significa en una  parte lejana y lo que indica en otra diferente.

He ahí, porque la pragmática estudia esas maneras como el contexto se ve afectado por el significado para concluir que existe un contexto lingüístico y otro situacional.

Así podemos ver lo que entienden unos y otros cuando difieren por obra de la ambivalencia de las palabras.  Ejemplos sobran: Si Usted no sabe que significa cocaleca, puede ser victima del subjetivismo por culpa de una tamborera panameña cuyo autor es Víctor Carvalis Cisneros, que al ser escuchada puede desviar su verdadero contenido. Leamos:

Quiero Cocaleca, dame cocaleca
Vamos a la playa que la mar esta seca
Y allá nos cogeremos hermosas cocalecas

Vamos a la playa que ya es de madrugada
Vamos en carreta tocando esta entonada.

Seguro que quien haya escuchado la versión cantoril en la voz del Beni Moré, ha pensado alguna vez en otra cosa, pero resulta que cocaleca, es un molusco bivalvo, con una concha más grande y gruesa, áspera y cóncava similar a una almeja. Por culpa de esta palabra si uno va de una región a otra, puede verse envuelto en conflicto, por la biconceptualidad que entraña la lengua. El transeúnte desprevenido debe resignarse entonces en algunas circunstancias a perder palabras por falta de equivalentes o quedarse mudo.

Me contaron como una  tendera en Cali  justamente reaccionó con vehemencia cuando un comprador le insinúo que le mostrara las cocalecas, ella pensó en sus senos y resulta que así se designan en Centroamérica unas sandalias.

Es usual en España decir, “Se cogió el culo con la puerta”, modismo asturiano, que equivale en Colombia a: “Le salió el tiro por la culata”. Bueno machucarse el culo con la puerta debe ser un ejercicio muy complicado…

En Chile pico significa pene, y calentarse es excitarse sexualmente.  Un colombiano que pretendía adquirir una artesanía cuyo valor eran unos tantos escudos con unos céntimos, le sugirió a la vendedora que se la compraba si le quitaba el pico, ante lo cual ella reaccionó endilgándolo de atrevido y nuestro compatriota sin saber, le dijo que eso no era motivo para “calentarse”. Imagine el sofoco que pasó.

En otras ocasiones las interferencias del inglés con el español han hecho las suyas: Un padre chocoano quiso llamar a su hijo John Lenon, y al no saberlo pronunciar ahora se escucha “Yoleno.”  En Andagoya vivía un panadero de origen inglés cuyo apellido era Mc. Rouler, este hombre a la postre término llamándose “maquerule”, palabra que inspiró una bella canción chocoana.

En una oportunidad, llegó a Buenaventura un barco de la armada Norteamericana con la sigla U.S. NAVY  estampada en su casco, no tardo un nativo afro colombiano en poner la sigla por nombre a su descendiente: Usnavy Maturana. Y así mismo, los cubanos llaman “señorita” al dulce que los colombianos llamamos milhojas  y a nuestra “carne desmechada” ellos la designan “ropa vieja”.

Veamos esta joya cubana: “Como me sigas jodiendo te voy a echar un polvazo, que te voy a dejar con las patas viradas para arriba”, frase que entre nosotros produciría asombro. Pero quien la escuche, habrá de saber que en España y Colombia, “echar un polvo”, es lo que usted imagina, pero en Cuba se refiere a las infusiones que preparan los santeros y los babalaos dentro de sus prácticas religiosas o de brujerías heredadas de los Yorubas; soplarle un polvo a los enemigos para determinarlos a los maleficios, es común allí.

Sea lo que fuere el poder mágico de las palabras y las frases no obedecen a reglas exactas y lo mejor es preguntar, ser prudente y escuchar antes que hablar.

Columnista
10 septiembre, 2011

Lenguaje, signos y significados

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Ciro a. Quiroz otero

Por: Ciro A. Quiroz O. Abogado y profesor universitario. El signo lingüístico como versión de lo significado traduce el concepto o idea que asocia la comunicación a su contenido mental, el cual ha de suponerse igual para que la comunicación se optimice, al relacionarse inequívocamente para comunicar al emisor con el receptor. Así, la imagen […]


Por: Ciro A. Quiroz O.
Abogado y profesor universitario.

El signo lingüístico como versión de lo significado traduce el concepto o idea que asocia la comunicación a su contenido mental, el cual ha de suponerse igual para que la comunicación se optimice, al relacionarse inequívocamente para comunicar al emisor con el receptor. Así, la imagen mental es llevada a través del sonido, el significante y el significado. Dicho así, un perro es un perro, y no es un gato. Ocurre que los signos son esencialmente arbitrarios por lo que varían de un lugar a otro disociándose lo que significa en una  parte lejana y lo que indica en otra diferente.

He ahí, porque la pragmática estudia esas maneras como el contexto se ve afectado por el significado para concluir que existe un contexto lingüístico y otro situacional.

Así podemos ver lo que entienden unos y otros cuando difieren por obra de la ambivalencia de las palabras.  Ejemplos sobran: Si Usted no sabe que significa cocaleca, puede ser victima del subjetivismo por culpa de una tamborera panameña cuyo autor es Víctor Carvalis Cisneros, que al ser escuchada puede desviar su verdadero contenido. Leamos:

Quiero Cocaleca, dame cocaleca
Vamos a la playa que la mar esta seca
Y allá nos cogeremos hermosas cocalecas

Vamos a la playa que ya es de madrugada
Vamos en carreta tocando esta entonada.

Seguro que quien haya escuchado la versión cantoril en la voz del Beni Moré, ha pensado alguna vez en otra cosa, pero resulta que cocaleca, es un molusco bivalvo, con una concha más grande y gruesa, áspera y cóncava similar a una almeja. Por culpa de esta palabra si uno va de una región a otra, puede verse envuelto en conflicto, por la biconceptualidad que entraña la lengua. El transeúnte desprevenido debe resignarse entonces en algunas circunstancias a perder palabras por falta de equivalentes o quedarse mudo.

Me contaron como una  tendera en Cali  justamente reaccionó con vehemencia cuando un comprador le insinúo que le mostrara las cocalecas, ella pensó en sus senos y resulta que así se designan en Centroamérica unas sandalias.

Es usual en España decir, “Se cogió el culo con la puerta”, modismo asturiano, que equivale en Colombia a: “Le salió el tiro por la culata”. Bueno machucarse el culo con la puerta debe ser un ejercicio muy complicado…

En Chile pico significa pene, y calentarse es excitarse sexualmente.  Un colombiano que pretendía adquirir una artesanía cuyo valor eran unos tantos escudos con unos céntimos, le sugirió a la vendedora que se la compraba si le quitaba el pico, ante lo cual ella reaccionó endilgándolo de atrevido y nuestro compatriota sin saber, le dijo que eso no era motivo para “calentarse”. Imagine el sofoco que pasó.

En otras ocasiones las interferencias del inglés con el español han hecho las suyas: Un padre chocoano quiso llamar a su hijo John Lenon, y al no saberlo pronunciar ahora se escucha “Yoleno.”  En Andagoya vivía un panadero de origen inglés cuyo apellido era Mc. Rouler, este hombre a la postre término llamándose “maquerule”, palabra que inspiró una bella canción chocoana.

En una oportunidad, llegó a Buenaventura un barco de la armada Norteamericana con la sigla U.S. NAVY  estampada en su casco, no tardo un nativo afro colombiano en poner la sigla por nombre a su descendiente: Usnavy Maturana. Y así mismo, los cubanos llaman “señorita” al dulce que los colombianos llamamos milhojas  y a nuestra “carne desmechada” ellos la designan “ropa vieja”.

Veamos esta joya cubana: “Como me sigas jodiendo te voy a echar un polvazo, que te voy a dejar con las patas viradas para arriba”, frase que entre nosotros produciría asombro. Pero quien la escuche, habrá de saber que en España y Colombia, “echar un polvo”, es lo que usted imagina, pero en Cuba se refiere a las infusiones que preparan los santeros y los babalaos dentro de sus prácticas religiosas o de brujerías heredadas de los Yorubas; soplarle un polvo a los enemigos para determinarlos a los maleficios, es común allí.

Sea lo que fuere el poder mágico de las palabras y las frases no obedecen a reglas exactas y lo mejor es preguntar, ser prudente y escuchar antes que hablar.