Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 15 noviembre, 2012

Legalización de la droga

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo [email protected] No me imagino a Juanes o a Ingrid Betancourt  entregando sus maticas en casa. Es como decirle a los farcóticos, rastrójilos y tómbilos,que el monopolio se fraccionó y que en adelante la lucha es contra toda la humanidad. Aculturizar a la gente no drogadicta, parece ser la consigna de […]

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo
[email protected]

No me imagino a Juanes o a Ingrid Betancourt  entregando sus maticas en casa. Es como decirle a los farcóticos, rastrójilos y tómbilos,que el monopolio se fraccionó y que en adelante la lucha es contra toda la humanidad.
Aculturizar a la gente no drogadicta, parece ser la consigna de marihuaneros y periqueros que a través del hábito y la costumbre quieren hacer creer que la normalidad de las cosas legitima su condición de drogadictos. Simplemente a mediano plazo,  desean que nuestros hijos, en vez de lonchera lleven un tabaco al colegio. Debo decir, con muy pocas reservas, que la mayoría de influyentes del país, como dicen los jóvenes, se dan en la torre. En otras palabras, la droga tiene más amigos que enemigos.
En Estados Unidos,  potencia mundial de la permisividad, no contentos con fomentar el consumo a través del sofisma de la receta médica, donde enfermos de un bando y del otro se confunden, ahora varios Estados se inventaron el término“recreativo” para darle rienda suelta a la vida. El derecho al disfrute se ha ido tan lejos como el libertinaje. Como tal laxitud aplica para la marihuana, y la mejor entre otras cosas, según muchos burros catadores, es la de la Sierra Nevada de Santa Marta, entonces ¿se imaginan el problema que se les avecina a nuestros hermanos, Koguis, Kankuamos, Wiwasy Arhuacos? Como quien dice, el Valle del Old Parr con todos los juguetes, que dicho sea de paso, pasaría de lo ilegal confabulado, a la fábula legal de los polisombras, digo agentes.
En todas las guerras, los mercenarios consumen droga para afrontar la batalla; los sicarios para asesinar, y los delincuentes para robar y secuestrar. La mayoría de violadores actúan bajo su influencia, y hasta algunos músicos que nunca afinan y que desentonan bastante, la meten dizque para ser más creativos. Es más, muchos de nuestros legisladores, reflexionan los fines de semana al calor de uno que otro estimulador que nada tiene que ver con Emilio Tapia, los Nule y el carrusel de la contratación.
Quienes proponen la legalización de la cocaína y la marihuana, buscan saciar los gustos de quienes más la consumen. Para nadie es un secreto que en el mundo quienes tienen el poder adquisitivo son los que pueden comprarla. A los pobres les toca la base procesada con gasolina y el bazuco revuelto con ladrillo y una que otra pastilla de algún vasodilatador que tiene el farmaceuta vencida. ¡Y es que les gusta envolver su maracachafa en las hojas de la Biblia! ¿Será que también son adictos a la religión?
Las drogas sintéticas, seguramente en su lucha por posicionarse en los mercados, no solo competirán con las naturales y las bioquímicas, sino que se repartirá los muertos con la competencia. Para el ser humano lo prohibido siempre será lo más atractivo; por eso en las rumbas de bodega y las fiestas privadas, los jóvenes experimentan desde el extenso e interminable catálogo de éxtasis hasta tampones que se introducen por el recto, lo que de inmediato los hace socios de la comunidad Lgbt.  Con esto no quiero decir que ser homosexual sea un delito.
Para infortunio nuestro, los grandes íconos, desde presidentes hasta artistas, son viciosos, motivo suficiente para emprender una cruzada en contra de un flagelo que financia la compra de armas con las que se asesinan a nuestros hermanos.

Columnista
15 noviembre, 2012

Legalización de la droga

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Ángel Castilla Camargo

Por: Miguel Ángel Castilla Camargo [email protected] No me imagino a Juanes o a Ingrid Betancourt  entregando sus maticas en casa. Es como decirle a los farcóticos, rastrójilos y tómbilos,que el monopolio se fraccionó y que en adelante la lucha es contra toda la humanidad. Aculturizar a la gente no drogadicta, parece ser la consigna de […]


Por: Miguel Ángel Castilla Camargo
[email protected]

No me imagino a Juanes o a Ingrid Betancourt  entregando sus maticas en casa. Es como decirle a los farcóticos, rastrójilos y tómbilos,que el monopolio se fraccionó y que en adelante la lucha es contra toda la humanidad.
Aculturizar a la gente no drogadicta, parece ser la consigna de marihuaneros y periqueros que a través del hábito y la costumbre quieren hacer creer que la normalidad de las cosas legitima su condición de drogadictos. Simplemente a mediano plazo,  desean que nuestros hijos, en vez de lonchera lleven un tabaco al colegio. Debo decir, con muy pocas reservas, que la mayoría de influyentes del país, como dicen los jóvenes, se dan en la torre. En otras palabras, la droga tiene más amigos que enemigos.
En Estados Unidos,  potencia mundial de la permisividad, no contentos con fomentar el consumo a través del sofisma de la receta médica, donde enfermos de un bando y del otro se confunden, ahora varios Estados se inventaron el término“recreativo” para darle rienda suelta a la vida. El derecho al disfrute se ha ido tan lejos como el libertinaje. Como tal laxitud aplica para la marihuana, y la mejor entre otras cosas, según muchos burros catadores, es la de la Sierra Nevada de Santa Marta, entonces ¿se imaginan el problema que se les avecina a nuestros hermanos, Koguis, Kankuamos, Wiwasy Arhuacos? Como quien dice, el Valle del Old Parr con todos los juguetes, que dicho sea de paso, pasaría de lo ilegal confabulado, a la fábula legal de los polisombras, digo agentes.
En todas las guerras, los mercenarios consumen droga para afrontar la batalla; los sicarios para asesinar, y los delincuentes para robar y secuestrar. La mayoría de violadores actúan bajo su influencia, y hasta algunos músicos que nunca afinan y que desentonan bastante, la meten dizque para ser más creativos. Es más, muchos de nuestros legisladores, reflexionan los fines de semana al calor de uno que otro estimulador que nada tiene que ver con Emilio Tapia, los Nule y el carrusel de la contratación.
Quienes proponen la legalización de la cocaína y la marihuana, buscan saciar los gustos de quienes más la consumen. Para nadie es un secreto que en el mundo quienes tienen el poder adquisitivo son los que pueden comprarla. A los pobres les toca la base procesada con gasolina y el bazuco revuelto con ladrillo y una que otra pastilla de algún vasodilatador que tiene el farmaceuta vencida. ¡Y es que les gusta envolver su maracachafa en las hojas de la Biblia! ¿Será que también son adictos a la religión?
Las drogas sintéticas, seguramente en su lucha por posicionarse en los mercados, no solo competirán con las naturales y las bioquímicas, sino que se repartirá los muertos con la competencia. Para el ser humano lo prohibido siempre será lo más atractivo; por eso en las rumbas de bodega y las fiestas privadas, los jóvenes experimentan desde el extenso e interminable catálogo de éxtasis hasta tampones que se introducen por el recto, lo que de inmediato los hace socios de la comunidad Lgbt.  Con esto no quiero decir que ser homosexual sea un delito.
Para infortunio nuestro, los grandes íconos, desde presidentes hasta artistas, son viciosos, motivo suficiente para emprender una cruzada en contra de un flagelo que financia la compra de armas con las que se asesinan a nuestros hermanos.