Luego de la convulsionada semana política que desencadenó el triunfo del NO y la desilusión de los mezquinos sentimientos que ante la perplejidad mundial se escaparon de algunos corazones en Colombia, a propósito del Nobel de la Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos Calderón, me llamó la atención una publicación en twitter del periodista […]
Luego de la convulsionada semana política que desencadenó el triunfo del NO y la desilusión de los mezquinos sentimientos que ante la perplejidad mundial se escaparon de algunos corazones en Colombia, a propósito del Nobel de la Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos Calderón, me llamó la atención una publicación en twitter del periodista Carlos Cadena Beleño, diciendo que “tenemos ahora dos premios Nobel en Colombia; uno de literatura en un país que no lee y uno de Paz en un país que no perdona”.
A esta verdad le pusieron guarismos en las urnas del plebiscito, por lo que es necesario que desde el gobierno nacional se implementen sinceras estrategias para promover la lectura y el perdón, si no queremos que la ilusión de paz naufrague definitivamente en el desconocimiento y en el odio, como al parecer sucedió el domingo de elecciones, a juzgar por la confesión del exsenador y gerente de campaña del NO, Juan Carlos Vélez Uribe.
Digo lectura solo para guardar relación con la frase publicada por el amigo, pero realmente nuestro país lo que necesita es una educación de calidad accesible a los deprimidos estratos sociales, capaz de prodigar bienestar a través de una inclusión laboral digna, lo que de tajo impediría que sobre nuestras carencias económicas se sigan edificando imperios políticos que desprecian el talento y la inteligencia. Un pueblo educado es capaz de escoger bien a sus dirigentes. El dinero ajeno no lo deslumbra y dejaríamos de dar el vergonzoso espectáculo de “defender a ricos culpables de nuestra pobreza”.
En estas condiciones solo nos faltaría liberarnos de revanchistas pasiones por medio del mutuo perdón, decisión que indefectiblemente lleva implícito el respeto por las diferencias ideológicas, para que la izquierda y la derecha olviden la inveterada costumbre de culparse entre sí por las desgracias del país, como si cada uno no tuviera su aporte particular, en la construcción de un proclamado sofisma de paz sobre el cadáver del adversario.
Por eso las multitudinarias marchas que sucedieron a la avalancha de eventos políticos posteriores a la elección plebiscitaria, no es nada diferente a un mensaje directo del pueblo dirigido a los de la izquierda radical, que con su prepotencia y arrogancia facilitaron el triunfo del No, al considerarse de ‘mejor familia’ que el resto del ala civil de los combatientes que hoy quieren ponerse de acuerdo y a los de la derecha fundamentalista, que con sus odios, resentimientos y sed particular de venganza aspiran a seguir sacrificando el interés general, solo interesados en mantener las excluyentes condiciones políticas que impiden el bienestar colectivo de una movilidad social equitativa.
El nombre de los caudillos, partidos políticos o movimientos ciudadanos convocantes hoy poco interesa, la ilegitimidad de los resultados del 2 de octubre entregó la decisión de paz a cada uno de nosotros y con nuestro mandato al gobierno y la subversión, para que no haya vencedores ni vencidos sino espacios de participación democrática, donde las únicas armas aceptadas sean las palabras. Si podemos reconciliarnos. Un abrazo.
Luego de la convulsionada semana política que desencadenó el triunfo del NO y la desilusión de los mezquinos sentimientos que ante la perplejidad mundial se escaparon de algunos corazones en Colombia, a propósito del Nobel de la Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos Calderón, me llamó la atención una publicación en twitter del periodista […]
Luego de la convulsionada semana política que desencadenó el triunfo del NO y la desilusión de los mezquinos sentimientos que ante la perplejidad mundial se escaparon de algunos corazones en Colombia, a propósito del Nobel de la Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos Calderón, me llamó la atención una publicación en twitter del periodista Carlos Cadena Beleño, diciendo que “tenemos ahora dos premios Nobel en Colombia; uno de literatura en un país que no lee y uno de Paz en un país que no perdona”.
A esta verdad le pusieron guarismos en las urnas del plebiscito, por lo que es necesario que desde el gobierno nacional se implementen sinceras estrategias para promover la lectura y el perdón, si no queremos que la ilusión de paz naufrague definitivamente en el desconocimiento y en el odio, como al parecer sucedió el domingo de elecciones, a juzgar por la confesión del exsenador y gerente de campaña del NO, Juan Carlos Vélez Uribe.
Digo lectura solo para guardar relación con la frase publicada por el amigo, pero realmente nuestro país lo que necesita es una educación de calidad accesible a los deprimidos estratos sociales, capaz de prodigar bienestar a través de una inclusión laboral digna, lo que de tajo impediría que sobre nuestras carencias económicas se sigan edificando imperios políticos que desprecian el talento y la inteligencia. Un pueblo educado es capaz de escoger bien a sus dirigentes. El dinero ajeno no lo deslumbra y dejaríamos de dar el vergonzoso espectáculo de “defender a ricos culpables de nuestra pobreza”.
En estas condiciones solo nos faltaría liberarnos de revanchistas pasiones por medio del mutuo perdón, decisión que indefectiblemente lleva implícito el respeto por las diferencias ideológicas, para que la izquierda y la derecha olviden la inveterada costumbre de culparse entre sí por las desgracias del país, como si cada uno no tuviera su aporte particular, en la construcción de un proclamado sofisma de paz sobre el cadáver del adversario.
Por eso las multitudinarias marchas que sucedieron a la avalancha de eventos políticos posteriores a la elección plebiscitaria, no es nada diferente a un mensaje directo del pueblo dirigido a los de la izquierda radical, que con su prepotencia y arrogancia facilitaron el triunfo del No, al considerarse de ‘mejor familia’ que el resto del ala civil de los combatientes que hoy quieren ponerse de acuerdo y a los de la derecha fundamentalista, que con sus odios, resentimientos y sed particular de venganza aspiran a seguir sacrificando el interés general, solo interesados en mantener las excluyentes condiciones políticas que impiden el bienestar colectivo de una movilidad social equitativa.
El nombre de los caudillos, partidos políticos o movimientos ciudadanos convocantes hoy poco interesa, la ilegitimidad de los resultados del 2 de octubre entregó la decisión de paz a cada uno de nosotros y con nuestro mandato al gobierno y la subversión, para que no haya vencedores ni vencidos sino espacios de participación democrática, donde las únicas armas aceptadas sean las palabras. Si podemos reconciliarnos. Un abrazo.