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Columnista - 30 enero, 2011

Le asiste razón al Ministro

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público Siempre he sido fiel al postulado familiar de que la razón se le debe dar a quien la tiene, sea quien sea, cueste lo que cueste. Con mayor razón cuando de ella se desprende una claridad fundamental  para la comunidad y el país  en general; y mucho más […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público

Siempre he sido fiel al postulado familiar de que la razón se le debe dar a quien la tiene, sea quien sea, cueste lo que cueste. Con mayor razón cuando de ella se desprende una claridad fundamental  para la comunidad y el país  en general; y mucho más si con ello se puede evitar que un acto tendencioso, burdo y difamante genere un injusto rechazo de la sociedad; o en concreto un “un falso juicio” , de reproche. Es decir, la información propalada tiene su fundamento en una prueba material tergiversada, arreglada, contaminada, o lo que comúnmente se denomina “un montaje”.
Precisamente el tema que hoy les anuncio, amigos lectores, obedece  a la necesidad  de ser justos y honestos al momento de juzgar o de emitir conceptos; y la lógica necesidad de esto, estriba en que, tal como lo acotara nuestro coordinador académico, Doctor Iván Otero Mendoza los “Columnistas”, o los que como este humilde togado, sólo tratamos de colaborar en la orientación, somos generadores de opinión, es entonces nuestro deber y obligación ética y moral, también corregir o reconocer nuestros errores o desaliños.
En efecto, el pasado 27 de noviembre de la pasada anualidad fustigué fuertemente a las cúpulas militares de policía y armada, que bajo la orientación del anterior timonel obedecieran las enardecidas arengas tendientes a dar “positivo”, y desafortunadamente, aquella insistencia y acoso degeneró en múltiples casos de “falsos positivos”.
En la semana anterior, y a través de los noticieros y medios radiales y periodísticos vimos, escuchamos y leímos al señor Ministro de Defensa, bastante molesto y enfurecido (salido de la ropa), desmintiendo airadamente la acusación que se le hacía a los miembros del Ejercito Nacional por un “supuesto “falso positivo” al haberle dado muerte a un campesino indígena en los combates del Cauca, en enfrentamiento con miembros de las FARC, y más concretamente, una columna que, tal parece, conformaba uno de los anillos de seguridad que protegen al jefe subversivo Alfonso Cano.
En nuestro modesto e imparcial criterio, los argumentos del señor Ministro tienen plena justificación y validez, puesto que, como bien lo decía el personaje, aquel hecho no era más que una burda maniobra urdida por la guerrilla para desinformar a la opinión y crear un ambiente de desprestigio en contra de las Fuerzas Armadas; y reforzaba su argumentación defensiva, diciendo que en el fragor de los combates no les había dado tiempo ni siquiera para sacar del lugar a sus soldados heridos o dados de baja;  con mucha más razón, era lógico que pudo haber tiempo para hilvanar un falso positivo o algo parecido.
A todo lo anterior yo agregaría que efectivamente, además de lo expuesto por el acucioso funcionario gubernamental, el sólo hecho de observar al occiso con un uniforme camuflado, colocado encima de sus prendas de vestir, tal presentación no se compagina de ninguna manera con un “falso positivo”. Así presentado el escenario, no deja lugar a dudas de que, efectivamente a ese “muñeco” lo disfrazaron a las carreras y con un claro objetivo de crear desinformación y ello resulta así por cuanto, por la ley de la experiencia, el “falso positivo” tiene, en un principio todos los trazos de un hecho cierto y verdaderamente acaecido en tales circunstancias de lugar, tiempo  y modo; tal como lo demuestran los “informes” del combate, gastos de munición, declaración de los intervinientes en el supuesto combate, etc.
Tanto le asiste la razón al Ministro Rivera, que un falso positivo solo es o ha sido posible detectarlo luego de ingentes y arduas pesquisas. Toca, en primer lugar, establecer que en efecto existió un ataque subversivo y una respuesta por parte del Ejército.  Luego los descubrimientos de indicios graves o lo que tiene que ver con el juicio de probabilidad, el cual depende del grado en que puedan sucederse racionalmente los actos y los acontecimientos. Lo que equivale a descubrir que cuando se reporta un “combate” los intervinientes contaron con un tiempo prudencial que macabramente utilizaron para preparar dicho acto demencial.

[email protected]

Columnista
30 enero, 2011

Le asiste razón al Ministro

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo Defensor público Siempre he sido fiel al postulado familiar de que la razón se le debe dar a quien la tiene, sea quien sea, cueste lo que cueste. Con mayor razón cuando de ella se desprende una claridad fundamental  para la comunidad y el país  en general; y mucho más […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público

Siempre he sido fiel al postulado familiar de que la razón se le debe dar a quien la tiene, sea quien sea, cueste lo que cueste. Con mayor razón cuando de ella se desprende una claridad fundamental  para la comunidad y el país  en general; y mucho más si con ello se puede evitar que un acto tendencioso, burdo y difamante genere un injusto rechazo de la sociedad; o en concreto un “un falso juicio” , de reproche. Es decir, la información propalada tiene su fundamento en una prueba material tergiversada, arreglada, contaminada, o lo que comúnmente se denomina “un montaje”.
Precisamente el tema que hoy les anuncio, amigos lectores, obedece  a la necesidad  de ser justos y honestos al momento de juzgar o de emitir conceptos; y la lógica necesidad de esto, estriba en que, tal como lo acotara nuestro coordinador académico, Doctor Iván Otero Mendoza los “Columnistas”, o los que como este humilde togado, sólo tratamos de colaborar en la orientación, somos generadores de opinión, es entonces nuestro deber y obligación ética y moral, también corregir o reconocer nuestros errores o desaliños.
En efecto, el pasado 27 de noviembre de la pasada anualidad fustigué fuertemente a las cúpulas militares de policía y armada, que bajo la orientación del anterior timonel obedecieran las enardecidas arengas tendientes a dar “positivo”, y desafortunadamente, aquella insistencia y acoso degeneró en múltiples casos de “falsos positivos”.
En la semana anterior, y a través de los noticieros y medios radiales y periodísticos vimos, escuchamos y leímos al señor Ministro de Defensa, bastante molesto y enfurecido (salido de la ropa), desmintiendo airadamente la acusación que se le hacía a los miembros del Ejercito Nacional por un “supuesto “falso positivo” al haberle dado muerte a un campesino indígena en los combates del Cauca, en enfrentamiento con miembros de las FARC, y más concretamente, una columna que, tal parece, conformaba uno de los anillos de seguridad que protegen al jefe subversivo Alfonso Cano.
En nuestro modesto e imparcial criterio, los argumentos del señor Ministro tienen plena justificación y validez, puesto que, como bien lo decía el personaje, aquel hecho no era más que una burda maniobra urdida por la guerrilla para desinformar a la opinión y crear un ambiente de desprestigio en contra de las Fuerzas Armadas; y reforzaba su argumentación defensiva, diciendo que en el fragor de los combates no les había dado tiempo ni siquiera para sacar del lugar a sus soldados heridos o dados de baja;  con mucha más razón, era lógico que pudo haber tiempo para hilvanar un falso positivo o algo parecido.
A todo lo anterior yo agregaría que efectivamente, además de lo expuesto por el acucioso funcionario gubernamental, el sólo hecho de observar al occiso con un uniforme camuflado, colocado encima de sus prendas de vestir, tal presentación no se compagina de ninguna manera con un “falso positivo”. Así presentado el escenario, no deja lugar a dudas de que, efectivamente a ese “muñeco” lo disfrazaron a las carreras y con un claro objetivo de crear desinformación y ello resulta así por cuanto, por la ley de la experiencia, el “falso positivo” tiene, en un principio todos los trazos de un hecho cierto y verdaderamente acaecido en tales circunstancias de lugar, tiempo  y modo; tal como lo demuestran los “informes” del combate, gastos de munición, declaración de los intervinientes en el supuesto combate, etc.
Tanto le asiste la razón al Ministro Rivera, que un falso positivo solo es o ha sido posible detectarlo luego de ingentes y arduas pesquisas. Toca, en primer lugar, establecer que en efecto existió un ataque subversivo y una respuesta por parte del Ejército.  Luego los descubrimientos de indicios graves o lo que tiene que ver con el juicio de probabilidad, el cual depende del grado en que puedan sucederse racionalmente los actos y los acontecimientos. Lo que equivale a descubrir que cuando se reporta un “combate” los intervinientes contaron con un tiempo prudencial que macabramente utilizaron para preparar dicho acto demencial.

[email protected]