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Columnista - 15 agosto, 2024

Las vías al Alto hoy y a Santa Marta en el 75

Habrá segunda parte, se los prometo para que se diviertan un rato con su lectura, pues de eso se trata, de divertirse y no sufrir, de recordar pues recordar es vivir.  

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Tenía días de no ir al bello corregimiento El Alto de la Vuelta, pasando por otro bonito Las Raíces, a donde con frecuencia visito a amigos y me como un delicioso sancocho de gallina criolla o un exquisito guiso de cabrito, no carnero ni chivo lanudo, con un arroz volao y harinosa yuca en la casa de la familia Cabana, se los recomiendo; pero, qué vaina que haya el “bendito pero”, lo hacía en una vía en óptimas condiciones, aunque angosta, daba gusto ir y volver, pero hoy esa grata sensación se convirtió en una tragedia que quita las ganas de visitarlos, pues lo que fue una buena carretera está convertida en un martirio que destroza y acaba los vehículos que en ellos transitan; esa es mucha huecamenta que me hace recordar cuando hace muchos años, 50 en una camioneta Ford nueva con carrocería alta, modelo 75, echábamos unos colchones y un pocón de vainas y les encimábamos a nuestros hijos José Manuel “Panela”, María Mercedes “Meche”, Hernando José, mi Makor del alma, Carlos José “Macoquito o Che”; mi ahijado, sobrino e hijo Fernando Iván “Zepiro”, Margarita “Huesito” y Beatriz Eugenia “Beatri” Mesa y a veces Elicena, Adriana y Margarita, la tribu del Negro Morón y Gladys y arrancábamos para El Rodadero, directo a Fundación en carretera destapada y polvorienta que permitía una velocidad de 60 kilómetros por hora y entrábamos al infierno, sin ofender al Diablo pues esa vía hasta El Rodadero que no permitía pasar de 10 o 20 a pesar de estar pavimentada, ya que a cada metro había un hueco o tronera y ese recorrido que hoy tranquilamente se hace en una hora o menos, se llevaba 3 o 4 y a veces 5 cuando había espichadas o paradas y bajadas masivas a hacer “algo”. 

Era una época feliz que hoy en día mi hija Meche recuerda con alegría y dice que “esa era la irresponsabilidad más feliz que ella ha gozado” y que no se explica cómo no pasaba nada; la explicación era muy sencilla: el siempre recordado Gonzalo Meza y yo, sabíamos que la carga que transportábamos era muy valiosa, nuestros hijos y conducíamos con mucho juicio y precaución; además, yo, Gonzalo no, paraba en Aguas Blancas a comer arepuelas y pastelito y el delicioso tinto; en Bosconia eran inmancables los chicharrones con yuca salados del polvo y la espesa y rica avena que le fascinan a Mercy, Hilva y María Luisa que con el chofer de turno iban en la cabina; en Bella Vista por donde antes se pasaba repetíamos los fritos y después de Fundación comíamos guineos maduros, zapotes, nísperos, mangos y lo que se atravesara; al regreso con el baño y posterior resfriado que no faltaban, pues los pelaos en contra del querer de las mamás, pero con el beneplácito mío y de Gonzalo se zambullían en las heladas aguas del Río Frío; comprábamos unos gajos de guineos verdes y maduros y plátanos, mangos, zapotes, marañones, nísperos y guineos pasos en la Zona Bananera y ahí sí, directo al Valle, pues en las tardes no se encontraba nada a excepción a veces de unos pastelitos, hoy empanadas en Mariangola. También al día siguiente había epidemia de diarrea, pues “la carga” con hambre acudía para calmarla a las frutas que se habían comprado y se excedían en su ingestión.

Señores gobernadora Elvia Milena Sanjuán y alcalde Ernesto Orozco, háganse un paseíto hasta El Alto, no sé si hasta Badillo porque no he llegado hasta allá, y verán que en buena parte del recorrido la carretera ya no existe sino una trocha que destruye los carros y golpea a la gente que por ahí transitan; los invito y si aceptan les brindo un sancocho de gallina criolla o un guiso de cabrito en el agradable patio de la familia Cabana o en la finquita de mi hermano Rafael Silvestre Antonio que queda a orillas de la pésima vía. Mi celular es: 315 870 9687 y sería muy grato sus llamadas confirmando el sí o el no.

Habrá segunda parte, se los prometo para que se diviertan un rato con su lectura, pues de eso se trata, de divertirse y no sufrir, de recordar pues recordar es vivir.  

Por: José Manuel Aponte Martínez.

Columnista
15 agosto, 2024

Las vías al Alto hoy y a Santa Marta en el 75

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Habrá segunda parte, se los prometo para que se diviertan un rato con su lectura, pues de eso se trata, de divertirse y no sufrir, de recordar pues recordar es vivir.  


Tenía días de no ir al bello corregimiento El Alto de la Vuelta, pasando por otro bonito Las Raíces, a donde con frecuencia visito a amigos y me como un delicioso sancocho de gallina criolla o un exquisito guiso de cabrito, no carnero ni chivo lanudo, con un arroz volao y harinosa yuca en la casa de la familia Cabana, se los recomiendo; pero, qué vaina que haya el “bendito pero”, lo hacía en una vía en óptimas condiciones, aunque angosta, daba gusto ir y volver, pero hoy esa grata sensación se convirtió en una tragedia que quita las ganas de visitarlos, pues lo que fue una buena carretera está convertida en un martirio que destroza y acaba los vehículos que en ellos transitan; esa es mucha huecamenta que me hace recordar cuando hace muchos años, 50 en una camioneta Ford nueva con carrocería alta, modelo 75, echábamos unos colchones y un pocón de vainas y les encimábamos a nuestros hijos José Manuel “Panela”, María Mercedes “Meche”, Hernando José, mi Makor del alma, Carlos José “Macoquito o Che”; mi ahijado, sobrino e hijo Fernando Iván “Zepiro”, Margarita “Huesito” y Beatriz Eugenia “Beatri” Mesa y a veces Elicena, Adriana y Margarita, la tribu del Negro Morón y Gladys y arrancábamos para El Rodadero, directo a Fundación en carretera destapada y polvorienta que permitía una velocidad de 60 kilómetros por hora y entrábamos al infierno, sin ofender al Diablo pues esa vía hasta El Rodadero que no permitía pasar de 10 o 20 a pesar de estar pavimentada, ya que a cada metro había un hueco o tronera y ese recorrido que hoy tranquilamente se hace en una hora o menos, se llevaba 3 o 4 y a veces 5 cuando había espichadas o paradas y bajadas masivas a hacer “algo”. 

Era una época feliz que hoy en día mi hija Meche recuerda con alegría y dice que “esa era la irresponsabilidad más feliz que ella ha gozado” y que no se explica cómo no pasaba nada; la explicación era muy sencilla: el siempre recordado Gonzalo Meza y yo, sabíamos que la carga que transportábamos era muy valiosa, nuestros hijos y conducíamos con mucho juicio y precaución; además, yo, Gonzalo no, paraba en Aguas Blancas a comer arepuelas y pastelito y el delicioso tinto; en Bosconia eran inmancables los chicharrones con yuca salados del polvo y la espesa y rica avena que le fascinan a Mercy, Hilva y María Luisa que con el chofer de turno iban en la cabina; en Bella Vista por donde antes se pasaba repetíamos los fritos y después de Fundación comíamos guineos maduros, zapotes, nísperos, mangos y lo que se atravesara; al regreso con el baño y posterior resfriado que no faltaban, pues los pelaos en contra del querer de las mamás, pero con el beneplácito mío y de Gonzalo se zambullían en las heladas aguas del Río Frío; comprábamos unos gajos de guineos verdes y maduros y plátanos, mangos, zapotes, marañones, nísperos y guineos pasos en la Zona Bananera y ahí sí, directo al Valle, pues en las tardes no se encontraba nada a excepción a veces de unos pastelitos, hoy empanadas en Mariangola. También al día siguiente había epidemia de diarrea, pues “la carga” con hambre acudía para calmarla a las frutas que se habían comprado y se excedían en su ingestión.

Señores gobernadora Elvia Milena Sanjuán y alcalde Ernesto Orozco, háganse un paseíto hasta El Alto, no sé si hasta Badillo porque no he llegado hasta allá, y verán que en buena parte del recorrido la carretera ya no existe sino una trocha que destruye los carros y golpea a la gente que por ahí transitan; los invito y si aceptan les brindo un sancocho de gallina criolla o un guiso de cabrito en el agradable patio de la familia Cabana o en la finquita de mi hermano Rafael Silvestre Antonio que queda a orillas de la pésima vía. Mi celular es: 315 870 9687 y sería muy grato sus llamadas confirmando el sí o el no.

Habrá segunda parte, se los prometo para que se diviertan un rato con su lectura, pues de eso se trata, de divertirse y no sufrir, de recordar pues recordar es vivir.  

Por: José Manuel Aponte Martínez.