Un acuerdo de paz exitoso es no sólo una urgencia para Colombia sino un hecho trascendente para toda Latinoamérica; la guerra además de ser una tragedia humana, complica la diplomacia, dificulta las relaciones comerciales y obstaculiza la integración regional.
Por Imelda Daza Cotes
Un acuerdo de paz exitoso es no sólo una urgencia para Colombia sino un hecho trascendente para toda Latinoamérica; la guerra además de ser una tragedia humana, complica la diplomacia, dificulta las relaciones comerciales y obstaculiza la integración regional.
La paz tiene muchos beneficiarios y aunque en sí misma no resuelve los problemas socioeconómicos despejaría el camino para que un amplio movimiento social reivindicara los derechos ciudadanos y trabajara por un nuevo modelo económico con justicia social. Las empresas transnacionales (aunque depredadoras ambientales) también se beneficiarían porque operarían en un mejor clima social y evitarían costos adicionales que la guerra impone; y el presidente Santos además de viabilizar su reelección se consagraría en la historia como el gran pacifista
Desafortunadamente la guerra también tiene beneficiarios. Internamente hay militares que gozan de “fueros especiales” otros se favorecen del capitalismo primitivo imperante y del caos que provoca la confrontación bélica. Están después los productores y comerciantes de armas –ciudadanos del primer mundo- que proveen de material bélico a los guerreros, ese es su negocio, la paz no les interesa y tienen amanuenses en Colombia que les hacen el mandado de oponerse a la paz; son “cuña del mismo palo” por eso aprietan duro
En este contexto, el presidente Santos se esfuerza por quedar bien con los beneficiarios de la paz y de la guerra. Por eso en UNASUR promueve la unidad latinoamericana y en la Alianza del Pacífico ayuda a resucitar el ALCA. Se propone desarmar a la insurgencia en Colombia pero anunció que suscribirá un acuerdo con la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte) “para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización”. En realidad Colombia no puede ser miembro de la OTAN -exclusivamente europea- pero puede ser observador y como tal participar como “peón de brega” en conflictos internacionales. Lo ha hecho enviando tropas a Afganistán comandadas por fuerzas españolas. Parece que los jóvenes colombianos no se escaparán de ir a la guerra
Fiel a Washington, Santos se dispone además a aprobar el ingreso de Colombia a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), exclusivo club económico, centro ideológico de la ultraderecha neoliberal que no se resigna a la pérdida de influencia en Latinoamérica y junto con el FMI y el BM buscan desesperadamente aliados para rehacer el mapa geopolítico Latinoamericano. Son las trampas de la paz.
Un acuerdo de paz exitoso es no sólo una urgencia para Colombia sino un hecho trascendente para toda Latinoamérica; la guerra además de ser una tragedia humana, complica la diplomacia, dificulta las relaciones comerciales y obstaculiza la integración regional.
Por Imelda Daza Cotes
Un acuerdo de paz exitoso es no sólo una urgencia para Colombia sino un hecho trascendente para toda Latinoamérica; la guerra además de ser una tragedia humana, complica la diplomacia, dificulta las relaciones comerciales y obstaculiza la integración regional.
La paz tiene muchos beneficiarios y aunque en sí misma no resuelve los problemas socioeconómicos despejaría el camino para que un amplio movimiento social reivindicara los derechos ciudadanos y trabajara por un nuevo modelo económico con justicia social. Las empresas transnacionales (aunque depredadoras ambientales) también se beneficiarían porque operarían en un mejor clima social y evitarían costos adicionales que la guerra impone; y el presidente Santos además de viabilizar su reelección se consagraría en la historia como el gran pacifista
Desafortunadamente la guerra también tiene beneficiarios. Internamente hay militares que gozan de “fueros especiales” otros se favorecen del capitalismo primitivo imperante y del caos que provoca la confrontación bélica. Están después los productores y comerciantes de armas –ciudadanos del primer mundo- que proveen de material bélico a los guerreros, ese es su negocio, la paz no les interesa y tienen amanuenses en Colombia que les hacen el mandado de oponerse a la paz; son “cuña del mismo palo” por eso aprietan duro
En este contexto, el presidente Santos se esfuerza por quedar bien con los beneficiarios de la paz y de la guerra. Por eso en UNASUR promueve la unidad latinoamericana y en la Alianza del Pacífico ayuda a resucitar el ALCA. Se propone desarmar a la insurgencia en Colombia pero anunció que suscribirá un acuerdo con la OTAN (Organización del Tratado Atlántico Norte) “para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización”. En realidad Colombia no puede ser miembro de la OTAN -exclusivamente europea- pero puede ser observador y como tal participar como “peón de brega” en conflictos internacionales. Lo ha hecho enviando tropas a Afganistán comandadas por fuerzas españolas. Parece que los jóvenes colombianos no se escaparán de ir a la guerra
Fiel a Washington, Santos se dispone además a aprobar el ingreso de Colombia a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), exclusivo club económico, centro ideológico de la ultraderecha neoliberal que no se resigna a la pérdida de influencia en Latinoamérica y junto con el FMI y el BM buscan desesperadamente aliados para rehacer el mapa geopolítico Latinoamericano. Son las trampas de la paz.