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Columnista - 13 octubre, 2014

Las Trampas a la Paz

“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”Erasmo de Rotterdam Los colombianos iniciamos el siglo XX en estado de crisis y ruina moral por la llamada guerra de los mil días, y lo despedimos enfrentados a un conflicto similar, aunque más degradado. Tan insensata confrontación debe terminar. La guerra es la expresión […]

“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”Erasmo de Rotterdam
Los colombianos iniciamos el siglo XX en estado de crisis y ruina moral por la llamada guerra de los mil días, y lo despedimos enfrentados a un conflicto similar, aunque más degradado. Tan insensata confrontación debe terminar. La guerra es la expresión de un conflicto político-económico-social no resuelto. De la incapacidad para lograr un poco de democracia, de equidad y de solidaridad surgió la violencia que nos ha atormentado.
La guerra, extremadamente costosa en términos humanos, constituye también un desfalco a la economía. Colombia es el tercer país del mundo en presupuesto de guerra. Los gastos en defensa y seguridad superan la suma de los desembolsos para educación, salud y saneamiento básico. Es enorme el impacto social del conflicto. Por eso el fin del enfrentamiento armado debe ser un propósito nacional. En esa dirección debe caminar el país.
A la paz debemos llegar ante todo por razones humanitarias pero también debería inspirarnos la racionalidad económica. Al país le va mejor si trabaja y produce en un ambiente de convivencia, libertad y democracia.
Sin embargo, estos argumentos a favor de la paz, que parecerían de fácil comprensión y aceptación, encuentran contradictores: Están los opositores a Santos que insisten en desconocerle cualquier mérito; los privilegiados con gabelas, honores y distinciones que generalmente no van a los frentes de batalla; los administradores/beneficiarios del presupuesto de guerra; los que pretenden seguir utilizando la guerra y prometiendo la paz como elemento propagandístico en eventuales candidaturas y el expresidente Uribe que se opone al proceso después de haber fracasado tratando de hacer lo mismo, según irrefutables revelaciones noticiosas de los últimos días. Así se “juega” el futuro del país; cuentan más los mezquinos intereses personales que el bienestar de las mayorías. Los opositores a las negociaciones con las Farc han lanzado todo tipo de mentiras contra el proceso, mal interpretan cada punto acordado, desconocen los avances y se niegan a aceptar las explicaciones/aclaraciones dadas por los propios representantes del gobierno. Es decir, se esfuerzan por impedir un acuerdo definitivo. Todos los días le hacen trampas a la paz. Hasta el Ministro de Defensa le puso ruedas al molino al hacer revelaciones sobre los viajes de Timochenko a La Habana. ¿Qué pretendía el Ministro, será que también él está en campaña igual que el Vicepresidente y otros colegas? Santos parece tener un gabinete de presidenciables.
Mientras tanto la opinión nacional debe mantenerse alerta porque las amenazas al proceso de paz son permanentes.

Columnista
13 octubre, 2014

Las Trampas a la Paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Imelda Daza Cotes

“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”Erasmo de Rotterdam Los colombianos iniciamos el siglo XX en estado de crisis y ruina moral por la llamada guerra de los mil días, y lo despedimos enfrentados a un conflicto similar, aunque más degradado. Tan insensata confrontación debe terminar. La guerra es la expresión […]


“La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa”Erasmo de Rotterdam
Los colombianos iniciamos el siglo XX en estado de crisis y ruina moral por la llamada guerra de los mil días, y lo despedimos enfrentados a un conflicto similar, aunque más degradado. Tan insensata confrontación debe terminar. La guerra es la expresión de un conflicto político-económico-social no resuelto. De la incapacidad para lograr un poco de democracia, de equidad y de solidaridad surgió la violencia que nos ha atormentado.
La guerra, extremadamente costosa en términos humanos, constituye también un desfalco a la economía. Colombia es el tercer país del mundo en presupuesto de guerra. Los gastos en defensa y seguridad superan la suma de los desembolsos para educación, salud y saneamiento básico. Es enorme el impacto social del conflicto. Por eso el fin del enfrentamiento armado debe ser un propósito nacional. En esa dirección debe caminar el país.
A la paz debemos llegar ante todo por razones humanitarias pero también debería inspirarnos la racionalidad económica. Al país le va mejor si trabaja y produce en un ambiente de convivencia, libertad y democracia.
Sin embargo, estos argumentos a favor de la paz, que parecerían de fácil comprensión y aceptación, encuentran contradictores: Están los opositores a Santos que insisten en desconocerle cualquier mérito; los privilegiados con gabelas, honores y distinciones que generalmente no van a los frentes de batalla; los administradores/beneficiarios del presupuesto de guerra; los que pretenden seguir utilizando la guerra y prometiendo la paz como elemento propagandístico en eventuales candidaturas y el expresidente Uribe que se opone al proceso después de haber fracasado tratando de hacer lo mismo, según irrefutables revelaciones noticiosas de los últimos días. Así se “juega” el futuro del país; cuentan más los mezquinos intereses personales que el bienestar de las mayorías. Los opositores a las negociaciones con las Farc han lanzado todo tipo de mentiras contra el proceso, mal interpretan cada punto acordado, desconocen los avances y se niegan a aceptar las explicaciones/aclaraciones dadas por los propios representantes del gobierno. Es decir, se esfuerzan por impedir un acuerdo definitivo. Todos los días le hacen trampas a la paz. Hasta el Ministro de Defensa le puso ruedas al molino al hacer revelaciones sobre los viajes de Timochenko a La Habana. ¿Qué pretendía el Ministro, será que también él está en campaña igual que el Vicepresidente y otros colegas? Santos parece tener un gabinete de presidenciables.
Mientras tanto la opinión nacional debe mantenerse alerta porque las amenazas al proceso de paz son permanentes.