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Columnista - 11 noviembre, 2015

Las regalías empiezan a sentirse en todo el país

Han pasado tres años después del cambio extremo en la distribución y manejo de las regalías tanto mineras como petroleras, y ya se percibe una suma grande de cosas y conceptos que han cambiado. Los proyectos regados por toda la geografía nacional ya se ven, el impacto se siente y hasta la corrupción ha disminuido […]

Han pasado tres años después del cambio extremo en la distribución y manejo de las regalías tanto mineras como petroleras, y ya se percibe una suma grande de cosas y conceptos que han cambiado. Los proyectos regados por toda la geografía nacional ya se ven, el impacto se siente y hasta la corrupción ha disminuido en forma apreciable. Las tensiones y voces de los críticos interesados en que nada cambie para que todo siga igual, empiezan a disminuir su volumen y su disgusto. Ya ladran menos. Parece que la sensatez y el buen juicio ganan terreno.

El sabor agridulce de la nueva distribución de regalías está pasando y hoy hay menos plata disponible, pero se ejecutan más obras. Los filtros y controles han mejorado, los proyectos de inversión presentados están mejor formulados y son priorizados los de mayor impacto socioeconómico, especialmente en acueductos, educación, vías y alimentación.

En buena hora estamos dejando a un lado la dispersión de obras pequeñas e inconclusas y estamos haciendo el tránsito de los grifos abiertos y generosas chequeras al buen juicio y a la utilización de válvulas reguladoras y confiables. En El Cesar y La Guajira necesitamos mandatarios gerentes que puedan ejecutar el ciento por ciento de su presupuesto de inversión para mejorar las condiciones de vida de nuestra población. Afortunadamente, ya se ven algunas luces de cambio de mentalidad y buenas intenciones.

No queremos que el modelo obsoleto de La Jagua de Ibirico, Tolú y Coveñas, se replique en nuestras regiones: falta de acueductos y alcantarillado, hospitales y escuelas a medias, contratos direccionados y municipios que se volvieron objetivos militares. Esta fue la cruda realidad que durante varios años padeció el país. Hoy, las cosas están cambiando y el impacto real de las obras ya se siente, especialmente en las poblaciones alejadas del centro del poder.

Nuestros abuelos decían, para la muestra, un botón. Registramos complacidos la ejecución de 9.000 proyectos en el país que suman 28 billones de pesos, de los cuales 18 billones provienen de las regalías. Además, de las 8.000 denuncias por corrupción que se recibieron con el régimen anterior, en tres años, con el nuevo modelo, van 242.
Naturalmente, estamos en un proceso de ajustes como una mayor cobertura y mejor estructuración de las iniciativas, evitar la dispersión de los programas y afinar la rendición de cuentas, pero los resultados son evidentes, como en los buenos tiempos. “Antes de levantar la voz, debemos mejorar los argumentos”.

Columnista
11 noviembre, 2015

Las regalías empiezan a sentirse en todo el país

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

Han pasado tres años después del cambio extremo en la distribución y manejo de las regalías tanto mineras como petroleras, y ya se percibe una suma grande de cosas y conceptos que han cambiado. Los proyectos regados por toda la geografía nacional ya se ven, el impacto se siente y hasta la corrupción ha disminuido […]


Han pasado tres años después del cambio extremo en la distribución y manejo de las regalías tanto mineras como petroleras, y ya se percibe una suma grande de cosas y conceptos que han cambiado. Los proyectos regados por toda la geografía nacional ya se ven, el impacto se siente y hasta la corrupción ha disminuido en forma apreciable. Las tensiones y voces de los críticos interesados en que nada cambie para que todo siga igual, empiezan a disminuir su volumen y su disgusto. Ya ladran menos. Parece que la sensatez y el buen juicio ganan terreno.

El sabor agridulce de la nueva distribución de regalías está pasando y hoy hay menos plata disponible, pero se ejecutan más obras. Los filtros y controles han mejorado, los proyectos de inversión presentados están mejor formulados y son priorizados los de mayor impacto socioeconómico, especialmente en acueductos, educación, vías y alimentación.

En buena hora estamos dejando a un lado la dispersión de obras pequeñas e inconclusas y estamos haciendo el tránsito de los grifos abiertos y generosas chequeras al buen juicio y a la utilización de válvulas reguladoras y confiables. En El Cesar y La Guajira necesitamos mandatarios gerentes que puedan ejecutar el ciento por ciento de su presupuesto de inversión para mejorar las condiciones de vida de nuestra población. Afortunadamente, ya se ven algunas luces de cambio de mentalidad y buenas intenciones.

No queremos que el modelo obsoleto de La Jagua de Ibirico, Tolú y Coveñas, se replique en nuestras regiones: falta de acueductos y alcantarillado, hospitales y escuelas a medias, contratos direccionados y municipios que se volvieron objetivos militares. Esta fue la cruda realidad que durante varios años padeció el país. Hoy, las cosas están cambiando y el impacto real de las obras ya se siente, especialmente en las poblaciones alejadas del centro del poder.

Nuestros abuelos decían, para la muestra, un botón. Registramos complacidos la ejecución de 9.000 proyectos en el país que suman 28 billones de pesos, de los cuales 18 billones provienen de las regalías. Además, de las 8.000 denuncias por corrupción que se recibieron con el régimen anterior, en tres años, con el nuevo modelo, van 242.
Naturalmente, estamos en un proceso de ajustes como una mayor cobertura y mejor estructuración de las iniciativas, evitar la dispersión de los programas y afinar la rendición de cuentas, pero los resultados son evidentes, como en los buenos tiempos. “Antes de levantar la voz, debemos mejorar los argumentos”.