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Columnista - 28 agosto, 2021

Las reflexiones de vida de Fausto Cotes Núñez

Cuando se suman años a la vida seguramente el dinero da tranquilidad y permite caminar quitándose algunas preocupaciones de encima, pero no necesariamente  es lo que permite que uno sea respetado, valorado y vivir con dignidad. La última columna de Fausto Cotes Núñez, publicada en las paginas de este periódico, titulada: ‘Cuando llega la tarde’, […]

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Cuando se suman años a la vida seguramente el dinero da tranquilidad y permite caminar quitándose algunas preocupaciones de encima, pero no necesariamente  es lo que permite que uno sea respetado, valorado y vivir con dignidad. La última columna de Fausto Cotes Núñez, publicada en las paginas de este periódico, titulada: ‘Cuando llega la tarde’, impecablemente escrita, corresponde a una reflexión de vida que para estos tiempos vale la pena interiorizar. 

Expresa Cotes Núñez, en la citada columna: “Siempre he pensado que lo que nos resta de vida es lo que aún nos falta para morir, y pensando así las suposiciones estarán por encima de las incertidumbres y siempre, por lo tanto, no hay que desesperarse por correr riesgos”.

La mayoría de los columnistas del país, y a ello no escapan las regiones, viven con la angustia de no dejar de pronunciarse de los temas de actualidad, la mayoría de las veces sobre la cotidianidad del alto gobierno o de los gobiernos del orden territorial, a favor o en contra; se busca decir muchas veces entre líneas la problemática del país, y en un ir y venir opinar sobre el personaje público del momento. 

Otras veces el ego y la vanidad del columnista terminan superando el contenido de la propia columna. Muchas veces lo que se escribe corresponde a una sumatoria de intereses, empezando por los del propio columnista; unas veces son sesudos análisis que no conducen a nada y otras extensos escritos cargados de errores tanto de ortografía como de redacción.    

Aunque en pocas palabras, Fausto Cotes Núñez, en su columna, nos permite reflexionar sobre lo verdaderamente importante, sobre algo que podría parecer menor, como es el hecho de observar continuamente a sus dos hermanas a partir de la vecindad que tiene con ellas, para así terminar concluyendo que: “¡No hay como la familia! Su ausencia se haría eterna cuando el afecto y cariño han existido”. 

Aunque Cotes Núñez en sus columnas pareciera escribir para él mismo, para repasar hechos y situaciones que están en su memoria, deja más de una enseñanza, en la columna en mención, a propósito de sus hermanas y seguramente de él mismo, señala:  “La felicidad se encuentra con más facilidad en la modestia que en la presunción y eso es lo que noto en todos ellos: la felicidad por el amparo que reciben de sus hijos, hermanos, amigos, sí, de ese pequeño y poderoso grupo que se llama familia y por haber soportado una vida mezclada de necesidades y trabajo arduo de tanto convivir con la pobreza permanente, pues cuando la familia es pobre es casi imposible zafarse de este mal”.

Seguramente Fausto Cotes Núñez, cada semana al escribir su columna repasa lo que fue la vida de sus mayores, los tiempos idos; lo que esté pasando por su cabeza, realmente lo está plasmando en sus columnas, de una forma que como dirían las nuevas generaciones no es tóxica, por el contrario, genera sentimientos encontrados en uno y más de una enseñanza.    

Qué tal esto de Cotes Núñez: “De hoy en adelante continuaré viviendo la vida como siempre la he vivido: sin complejos ni mentiras y sin hacer daño a nadie por muchas ofensas que hubiere recibido”. Y esto: “Seguiré, entonces, tratando de ser una persona interesante, no porque albergue conocimientos profesionales u otros, sino por estar dispuesto a ayudar en cualquier momento y esgrimir la mejor arma que hay para defender a una persona o a una sociedad que no es más que respetar sus ideas”.
Cuando la mayoría de columnas que se publican en los distintos medios de comunicación tienen vigencia momentánea, que valioso es leer lo atemporal, aquello que pareciera más de fondo que de forma, aquello como las palabras con las cuales Fausto Cotes Núñez termina su columna titulada ‘Cuando llega la tarde’: “Estaré, eso sí, siempre convencido que cuando le tiendo la mano a alguien estoy construyendo riquezas, no importa si el momento coincide cuando está llegando la tarde”.

Columnista
28 agosto, 2021

Las reflexiones de vida de Fausto Cotes Núñez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Antonio Soto Murgas

Cuando se suman años a la vida seguramente el dinero da tranquilidad y permite caminar quitándose algunas preocupaciones de encima, pero no necesariamente  es lo que permite que uno sea respetado, valorado y vivir con dignidad. La última columna de Fausto Cotes Núñez, publicada en las paginas de este periódico, titulada: ‘Cuando llega la tarde’, […]


Cuando se suman años a la vida seguramente el dinero da tranquilidad y permite caminar quitándose algunas preocupaciones de encima, pero no necesariamente  es lo que permite que uno sea respetado, valorado y vivir con dignidad. La última columna de Fausto Cotes Núñez, publicada en las paginas de este periódico, titulada: ‘Cuando llega la tarde’, impecablemente escrita, corresponde a una reflexión de vida que para estos tiempos vale la pena interiorizar. 

Expresa Cotes Núñez, en la citada columna: “Siempre he pensado que lo que nos resta de vida es lo que aún nos falta para morir, y pensando así las suposiciones estarán por encima de las incertidumbres y siempre, por lo tanto, no hay que desesperarse por correr riesgos”.

La mayoría de los columnistas del país, y a ello no escapan las regiones, viven con la angustia de no dejar de pronunciarse de los temas de actualidad, la mayoría de las veces sobre la cotidianidad del alto gobierno o de los gobiernos del orden territorial, a favor o en contra; se busca decir muchas veces entre líneas la problemática del país, y en un ir y venir opinar sobre el personaje público del momento. 

Otras veces el ego y la vanidad del columnista terminan superando el contenido de la propia columna. Muchas veces lo que se escribe corresponde a una sumatoria de intereses, empezando por los del propio columnista; unas veces son sesudos análisis que no conducen a nada y otras extensos escritos cargados de errores tanto de ortografía como de redacción.    

Aunque en pocas palabras, Fausto Cotes Núñez, en su columna, nos permite reflexionar sobre lo verdaderamente importante, sobre algo que podría parecer menor, como es el hecho de observar continuamente a sus dos hermanas a partir de la vecindad que tiene con ellas, para así terminar concluyendo que: “¡No hay como la familia! Su ausencia se haría eterna cuando el afecto y cariño han existido”. 

Aunque Cotes Núñez en sus columnas pareciera escribir para él mismo, para repasar hechos y situaciones que están en su memoria, deja más de una enseñanza, en la columna en mención, a propósito de sus hermanas y seguramente de él mismo, señala:  “La felicidad se encuentra con más facilidad en la modestia que en la presunción y eso es lo que noto en todos ellos: la felicidad por el amparo que reciben de sus hijos, hermanos, amigos, sí, de ese pequeño y poderoso grupo que se llama familia y por haber soportado una vida mezclada de necesidades y trabajo arduo de tanto convivir con la pobreza permanente, pues cuando la familia es pobre es casi imposible zafarse de este mal”.

Seguramente Fausto Cotes Núñez, cada semana al escribir su columna repasa lo que fue la vida de sus mayores, los tiempos idos; lo que esté pasando por su cabeza, realmente lo está plasmando en sus columnas, de una forma que como dirían las nuevas generaciones no es tóxica, por el contrario, genera sentimientos encontrados en uno y más de una enseñanza.    

Qué tal esto de Cotes Núñez: “De hoy en adelante continuaré viviendo la vida como siempre la he vivido: sin complejos ni mentiras y sin hacer daño a nadie por muchas ofensas que hubiere recibido”. Y esto: “Seguiré, entonces, tratando de ser una persona interesante, no porque albergue conocimientos profesionales u otros, sino por estar dispuesto a ayudar en cualquier momento y esgrimir la mejor arma que hay para defender a una persona o a una sociedad que no es más que respetar sus ideas”.
Cuando la mayoría de columnas que se publican en los distintos medios de comunicación tienen vigencia momentánea, que valioso es leer lo atemporal, aquello que pareciera más de fondo que de forma, aquello como las palabras con las cuales Fausto Cotes Núñez termina su columna titulada ‘Cuando llega la tarde’: “Estaré, eso sí, siempre convencido que cuando le tiendo la mano a alguien estoy construyendo riquezas, no importa si el momento coincide cuando está llegando la tarde”.