Eduardo Santos Ortega Vergara. Las redes sociales, esa sofisticada herramienta de comunicación global a la que hoy podemos acudir para estar en todas y demostrar las calidades que tenemos en diferentes géneros y tópicos de acción, como consejeros políticos, expertos en medicina, mecánicos, expertos deportivos; a eso y a más nos atrevemos en las redes. Decía […]
Eduardo Santos Ortega Vergara.
Las redes sociales, esa sofisticada herramienta de comunicación global a la que hoy podemos acudir para estar en todas y demostrar las calidades que tenemos en diferentes géneros y tópicos de acción, como consejeros políticos, expertos en medicina, mecánicos, expertos deportivos; a eso y a más nos atrevemos en las redes.
Decía sabiamente Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas”.
Obviamente este genio vaticinó en su momento lo que nos llegaría en un futuro no lejano. Es decir, lo dijo él con una preocupación futura, hoy lo escribo a través de este medio, con una inusitada e increíble preocupación presente.
Esa tendencia a ser cada día más idiotas es producto del excesivo uso de la tecnología. No solo es el celular, es también la televisión, los autos lujosos, los robots que desplazan la mano de obra humana.
La generación de nuestros abuelos, la de nuestros padres y aún la nuestra, tiene cosas por contar, los juegos de grupos en los que participábamos todos, amigos y familiares.
Juegos infantiles, como la lleva, ‘el fusilao’, ‘el escondío’, entre otros más, que ya no se ven; los cuentos de los abuelos, en rondas inmensas de noches con cielos llenos de estrellas y luna de titilante luz que merecía pueblos oscuros para demostrar que no se necesita mucho para ser felices.
La generación de hoy tiene poco que contar, antes una bola de trapo o las chequitas eran nuestro deleite.
La patineta de madera con balineras viejas nos hacía llenar el corazón de adrenalina en pendientes desafiantes donde la balinera al rozar contra las piedras y el asfalto seco echaba candela.
Hoy nuestros hijos y nietos solo saben de ‘tablets’, y la nueva versión de celulares.
Son muchas cosas, pero las más preocupantes son las brechas que abren las redes sociales o mejor “las redes antisociales”; esas mismas que nos acercan en distancia y nos alejan en sentimiento.
Nos podemos comunicar con el que tenemos lejos, pero nos incomunica con el que está cerca, con ese que no te mira a los ojos cuando le hablas por no perder el juego del celular. Estamos y no.
El mutismo es global cuando la idea es poder ser: ser más cálido, más asertivos y amenos al conversar de tú a tú; más humano con el resto de combo.
El cumpleaños se celebra con un WhatsApp el mensaje de la mañana va con senda oración y no somos capaces de darle un abrazo de perdón a quien nos hace un desaire.
Nuestra realidad es que somos nosotros los responsables de seguir cultivando esa nueva generación de idiotas. A los bebés para que no lloren y no nos incomode la zona de confort lo más expedito es ‘jondearles’ el celular y con eso lo mantenemos ocupado y felices todos.
Hay que hacer algo urgente, la propuesta es: más juegos, menos celulares; más campo y menos ciudad, más lectura, más libros y menos Facebook o esa pila de redes que hay ahora.
Más conversaciones con los viejos, conocer más de lo propio, ser más auténticos, menos trago los fines de semana.
Más amigos reales, de carne y hueso, a los que les puedas dar un abrazo de verdad, menos amigos virtuales.
Más vida, más poesía y cartas de amor de puño y letra, menos mensajes de textos y celulares.
Hay tanto por hacer… más allá de la tecnología.
Sólo Eso.
Eduardo Santos Ortega Vergara. Las redes sociales, esa sofisticada herramienta de comunicación global a la que hoy podemos acudir para estar en todas y demostrar las calidades que tenemos en diferentes géneros y tópicos de acción, como consejeros políticos, expertos en medicina, mecánicos, expertos deportivos; a eso y a más nos atrevemos en las redes. Decía […]
Eduardo Santos Ortega Vergara.
Las redes sociales, esa sofisticada herramienta de comunicación global a la que hoy podemos acudir para estar en todas y demostrar las calidades que tenemos en diferentes géneros y tópicos de acción, como consejeros políticos, expertos en medicina, mecánicos, expertos deportivos; a eso y a más nos atrevemos en las redes.
Decía sabiamente Albert Einstein: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas”.
Obviamente este genio vaticinó en su momento lo que nos llegaría en un futuro no lejano. Es decir, lo dijo él con una preocupación futura, hoy lo escribo a través de este medio, con una inusitada e increíble preocupación presente.
Esa tendencia a ser cada día más idiotas es producto del excesivo uso de la tecnología. No solo es el celular, es también la televisión, los autos lujosos, los robots que desplazan la mano de obra humana.
La generación de nuestros abuelos, la de nuestros padres y aún la nuestra, tiene cosas por contar, los juegos de grupos en los que participábamos todos, amigos y familiares.
Juegos infantiles, como la lleva, ‘el fusilao’, ‘el escondío’, entre otros más, que ya no se ven; los cuentos de los abuelos, en rondas inmensas de noches con cielos llenos de estrellas y luna de titilante luz que merecía pueblos oscuros para demostrar que no se necesita mucho para ser felices.
La generación de hoy tiene poco que contar, antes una bola de trapo o las chequitas eran nuestro deleite.
La patineta de madera con balineras viejas nos hacía llenar el corazón de adrenalina en pendientes desafiantes donde la balinera al rozar contra las piedras y el asfalto seco echaba candela.
Hoy nuestros hijos y nietos solo saben de ‘tablets’, y la nueva versión de celulares.
Son muchas cosas, pero las más preocupantes son las brechas que abren las redes sociales o mejor “las redes antisociales”; esas mismas que nos acercan en distancia y nos alejan en sentimiento.
Nos podemos comunicar con el que tenemos lejos, pero nos incomunica con el que está cerca, con ese que no te mira a los ojos cuando le hablas por no perder el juego del celular. Estamos y no.
El mutismo es global cuando la idea es poder ser: ser más cálido, más asertivos y amenos al conversar de tú a tú; más humano con el resto de combo.
El cumpleaños se celebra con un WhatsApp el mensaje de la mañana va con senda oración y no somos capaces de darle un abrazo de perdón a quien nos hace un desaire.
Nuestra realidad es que somos nosotros los responsables de seguir cultivando esa nueva generación de idiotas. A los bebés para que no lloren y no nos incomode la zona de confort lo más expedito es ‘jondearles’ el celular y con eso lo mantenemos ocupado y felices todos.
Hay que hacer algo urgente, la propuesta es: más juegos, menos celulares; más campo y menos ciudad, más lectura, más libros y menos Facebook o esa pila de redes que hay ahora.
Más conversaciones con los viejos, conocer más de lo propio, ser más auténticos, menos trago los fines de semana.
Más amigos reales, de carne y hueso, a los que les puedas dar un abrazo de verdad, menos amigos virtuales.
Más vida, más poesía y cartas de amor de puño y letra, menos mensajes de textos y celulares.
Hay tanto por hacer… más allá de la tecnología.
Sólo Eso.