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Columnista - 23 julio, 2024

Las mentiras de los partidos políticos

El Consejo Nacional Electoral (CNE) entre sus distintas expresiones dice que los partidos políticos son “… instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político, promueven y guían la participación de los ciudadanos, contribuyen a la formación y manifestación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de elección popular y […]

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El Consejo Nacional Electoral (CNE) entre sus distintas expresiones dice que los partidos políticos son “… instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político, promueven y guían la participación de los ciudadanos, contribuyen a la formación y manifestación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de elección popular y de influir en las decisiones políticas y democráticas de la Nación”. (Al papel le cabe todo).

Miren esta belleza de negoción: en los últimos cinco años, Colombia pasó de 15 partidos políticos con personería jurídica, a 34 o 36, el CNE no lo precisa aún. Qué desgracia de institución.  

Pero, resulta común oír que Colombia es un país democrático. También que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las instituciones a través de representantes, algunos de ellos por virtud del voto popular y, otros, por los “méritos” políticos que el interesado ha cosechado al interior de su partido (“quién roba más”). 

   En Colombia, el pueblo debe elegir entre los candidatos que participan entre los distintos partidos y, los partidos, son gobernados por una élite (Pastrana, Gaviria, Uribe, Petro, Samper, Santos, etc.) que se mantiene a través de años, lustros, décadas y centurias. Por eso es también común oír decir que en “Colombia sólo mandan unas cuantas familias”.

   A diferencia de otros países, los colombianos suelen mostrar su descontento absteniéndose de votar por los candidatos que les proponen los partidos. Porque en la elección de esos candidatos los militantes del partido tienen muy poca participación, entre otras cosas, porque hoy el ciudadano es poco amigo de militar en un partido y prefiere mantenerse alejado de la filiación a uno u otro segmento de la política nacional; ello, porque se ha perdido la confianza en la mayoría de los líderes.

   Los colombianos -no saben a quién creerle-, para utilizar la expresión popular y, por ello, en los certámenes electorales se observa una abstinencia hasta del 40 % o más.

   El problema radica en que, de todos modos, al margen del número de ciudadanos que participen con su voto, siempre habrá unos ganadores, que dicen luego haber sido elegidos -por el pueblo-, expresión inadecuada cuando se trata de concejales, diputados, representantes a la Cámara y al Senado, que resultan vencedores con una cantidad irrisoria de votos, si se compara esa cantidad con el número de ciudadanos habilitados para consignar su sufragio, en ejercicio de una verdadera democracia.

   En Colombia el fenómeno de la abstención es poco estimado, de hecho, a los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan, sino obtener una cantidad superior a los votos de sus rivales. Las directivas de los partidos no se preocupan por los ciudadanos que participan en ‘la fiesta de la democracia’  sino el número de concejales, diputados, etc., que logran ubicar en los cuerpos de poder. ¿Para qué preocuparse por las razones del abstencionismo, si éste es un mal menor, un elemento inocuo que poco daño hace a los partidos mientras subsista el sistema de elecciones imperante en el país?

   Aquí no se trata de ser dogmático en los diagnósticos que emito, los cuales no tienen sesgo político. Escribo estas líneas no impregnado de ninguna ideología, tampoco de embestir o señalar los defectos de ningún sector de la política nacional; pues si bien todos visten distinto, lo cierto es que al final son invitados a la misma fiesta: al reparto de cargos de ‘elección popular’, bien sea que esta solo haya contado con un mísero número de votantes, comparado con el potencial electoral del pueblo colombiano. Qué vergüenza. Se requieren pronto las reformas políticas y del CNE. Hasta la próxima semana. [email protected] @tiochiro. 

Por Aquilino Cotes Zuleta.

Columnista
23 julio, 2024

Las mentiras de los partidos políticos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

El Consejo Nacional Electoral (CNE) entre sus distintas expresiones dice que los partidos políticos son “… instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político, promueven y guían la participación de los ciudadanos, contribuyen a la formación y manifestación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de elección popular y […]


El Consejo Nacional Electoral (CNE) entre sus distintas expresiones dice que los partidos políticos son “… instituciones permanentes que reflejan el pluralismo político, promueven y guían la participación de los ciudadanos, contribuyen a la formación y manifestación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de elección popular y de influir en las decisiones políticas y democráticas de la Nación”. (Al papel le cabe todo).

Miren esta belleza de negoción: en los últimos cinco años, Colombia pasó de 15 partidos políticos con personería jurídica, a 34 o 36, el CNE no lo precisa aún. Qué desgracia de institución.  

Pero, resulta común oír que Colombia es un país democrático. También que la democracia colombiana es una de las más sólidas de América Latina, aludiendo con ello el tema de los partidos que conforman las instituciones a través de representantes, algunos de ellos por virtud del voto popular y, otros, por los “méritos” políticos que el interesado ha cosechado al interior de su partido (“quién roba más”). 

   En Colombia, el pueblo debe elegir entre los candidatos que participan entre los distintos partidos y, los partidos, son gobernados por una élite (Pastrana, Gaviria, Uribe, Petro, Samper, Santos, etc.) que se mantiene a través de años, lustros, décadas y centurias. Por eso es también común oír decir que en “Colombia sólo mandan unas cuantas familias”.

   A diferencia de otros países, los colombianos suelen mostrar su descontento absteniéndose de votar por los candidatos que les proponen los partidos. Porque en la elección de esos candidatos los militantes del partido tienen muy poca participación, entre otras cosas, porque hoy el ciudadano es poco amigo de militar en un partido y prefiere mantenerse alejado de la filiación a uno u otro segmento de la política nacional; ello, porque se ha perdido la confianza en la mayoría de los líderes.

   Los colombianos -no saben a quién creerle-, para utilizar la expresión popular y, por ello, en los certámenes electorales se observa una abstinencia hasta del 40 % o más.

   El problema radica en que, de todos modos, al margen del número de ciudadanos que participen con su voto, siempre habrá unos ganadores, que dicen luego haber sido elegidos -por el pueblo-, expresión inadecuada cuando se trata de concejales, diputados, representantes a la Cámara y al Senado, que resultan vencedores con una cantidad irrisoria de votos, si se compara esa cantidad con el número de ciudadanos habilitados para consignar su sufragio, en ejercicio de una verdadera democracia.

   En Colombia el fenómeno de la abstención es poco estimado, de hecho, a los políticos no les interesa cuántos ciudadanos votan, sino obtener una cantidad superior a los votos de sus rivales. Las directivas de los partidos no se preocupan por los ciudadanos que participan en ‘la fiesta de la democracia’  sino el número de concejales, diputados, etc., que logran ubicar en los cuerpos de poder. ¿Para qué preocuparse por las razones del abstencionismo, si éste es un mal menor, un elemento inocuo que poco daño hace a los partidos mientras subsista el sistema de elecciones imperante en el país?

   Aquí no se trata de ser dogmático en los diagnósticos que emito, los cuales no tienen sesgo político. Escribo estas líneas no impregnado de ninguna ideología, tampoco de embestir o señalar los defectos de ningún sector de la política nacional; pues si bien todos visten distinto, lo cierto es que al final son invitados a la misma fiesta: al reparto de cargos de ‘elección popular’, bien sea que esta solo haya contado con un mísero número de votantes, comparado con el potencial electoral del pueblo colombiano. Qué vergüenza. Se requieren pronto las reformas políticas y del CNE. Hasta la próxima semana. [email protected] @tiochiro. 

Por Aquilino Cotes Zuleta.