La frase de Winston Churchill define claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Las acciones ejemplarizantes y dignas de ser emuladas perecen en el intento cuando el liderazgo y la credibilidad son opacadas por […]
La frase de Winston Churchill define claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Las acciones ejemplarizantes y dignas de ser emuladas perecen en el intento cuando el liderazgo y la credibilidad son opacadas por el narcisismo y la incapacidad. Esa condición parece congénita en Valledupar y el departamento del Cesar, ambos entes territoriales bien pueden ser considerados como el muro de los lamentos colombiano, han tenido como adversarios a su misma clase política; durante cerca de medio siglo sus actuaciones quedan reducidas a simples políticos de elecciones, mientras engruesan los problemas que juran resolver.
Vale la pena resaltar que las condiciones de confrontación en la cual se desarrolla la política contemporánea en todo el mundo, coincide en compartir la carencia de líderes con una visión global de servicio público y con la mirada puesta siempre en los objetivos comunes de largo plazo. Aunque un político no se convierta en estadista, eso no le resta responsabilidad en los propósitos de generación de cambios, ni en el fracaso ante las expectativas de la gente. Su paso por el gobierno debe concluir con el mejoramiento de los diferentes indicadores socioeconómicos, si no lo logra la lógica indicaría que debe renunciar a su ejercicio como político.
Con lo resaltado no trato de acudir al facilismo que señala o acusa en procura del cálculo político, la reminiscencia comentada la utilizo para desembocar en la decisión del Tribunal Superior Judicial de Bogotá, que cobijó con medida de aseguramiento con detención domiciliaria al gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo Gnecco, por las presuntas irregularidades en un contrato para el Programa de Alimentación Escolar, PAE, cuando se desempeñó por primera vez en el cargo.
En ese sentido, acudo a la memoria del gobernador Luis Alberto Monsalvo, porque durante su campaña mantuvo como impronta la promesa de hacerlo mejor. Sin embargo, las circunstancias rivalizan con ese propósito, el gobernador del Cesar divide su ejercicio como gobernante entre su despacho y los estrados judiciales, mientras la situación socioeconómica deplorable de sus conciudadanos crece como en las mejores épocas del caudal del río Cesar.
La incertidumbre política y judicial que nuevamente involucra al gobernador no debe resumirse en la lucha contra el adversario, para conseguir limitar sus votos y aumentar los suyos, ni en la narrativa de persecución política. La situación es mucho mayor, relaciona asuntos básicos de administración pública que desestima valores como integridad, transparencia y lucha contra la corrupción. En contraste, los niveles de pobreza entre los años 2012 y 2019 no tuvieron mejora, se mantuvo exacta en 51.7 %, fueron ocho años perdidos. Esos resultados famélicos ni siquiera le permiten al grupo político Monsalvo Gnecco mirar el retrovisor, pues terminarían chazándose los ojos. En el departamento del Cesar debemos romper el círculo vicioso que nos gobierna. Porque, como bien dijo David Lloyd George, otro primer ministro británico (1916-1922), “las elecciones a veces son la venganza del ciudadano”. Nos asiste rescatar el territorio y cercenar la improvisación y la habilidad camaleónica de acomodamiento en el entorno del poder, esos pecados imperdonables no deben ser cometidos por nuestra generación.
@LuchoDiaz12.
La frase de Winston Churchill define claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. Las acciones ejemplarizantes y dignas de ser emuladas perecen en el intento cuando el liderazgo y la credibilidad son opacadas por […]
La frase de Winston Churchill define claramente lo que es un hombre de Estado: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
Las acciones ejemplarizantes y dignas de ser emuladas perecen en el intento cuando el liderazgo y la credibilidad son opacadas por el narcisismo y la incapacidad. Esa condición parece congénita en Valledupar y el departamento del Cesar, ambos entes territoriales bien pueden ser considerados como el muro de los lamentos colombiano, han tenido como adversarios a su misma clase política; durante cerca de medio siglo sus actuaciones quedan reducidas a simples políticos de elecciones, mientras engruesan los problemas que juran resolver.
Vale la pena resaltar que las condiciones de confrontación en la cual se desarrolla la política contemporánea en todo el mundo, coincide en compartir la carencia de líderes con una visión global de servicio público y con la mirada puesta siempre en los objetivos comunes de largo plazo. Aunque un político no se convierta en estadista, eso no le resta responsabilidad en los propósitos de generación de cambios, ni en el fracaso ante las expectativas de la gente. Su paso por el gobierno debe concluir con el mejoramiento de los diferentes indicadores socioeconómicos, si no lo logra la lógica indicaría que debe renunciar a su ejercicio como político.
Con lo resaltado no trato de acudir al facilismo que señala o acusa en procura del cálculo político, la reminiscencia comentada la utilizo para desembocar en la decisión del Tribunal Superior Judicial de Bogotá, que cobijó con medida de aseguramiento con detención domiciliaria al gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo Gnecco, por las presuntas irregularidades en un contrato para el Programa de Alimentación Escolar, PAE, cuando se desempeñó por primera vez en el cargo.
En ese sentido, acudo a la memoria del gobernador Luis Alberto Monsalvo, porque durante su campaña mantuvo como impronta la promesa de hacerlo mejor. Sin embargo, las circunstancias rivalizan con ese propósito, el gobernador del Cesar divide su ejercicio como gobernante entre su despacho y los estrados judiciales, mientras la situación socioeconómica deplorable de sus conciudadanos crece como en las mejores épocas del caudal del río Cesar.
La incertidumbre política y judicial que nuevamente involucra al gobernador no debe resumirse en la lucha contra el adversario, para conseguir limitar sus votos y aumentar los suyos, ni en la narrativa de persecución política. La situación es mucho mayor, relaciona asuntos básicos de administración pública que desestima valores como integridad, transparencia y lucha contra la corrupción. En contraste, los niveles de pobreza entre los años 2012 y 2019 no tuvieron mejora, se mantuvo exacta en 51.7 %, fueron ocho años perdidos. Esos resultados famélicos ni siquiera le permiten al grupo político Monsalvo Gnecco mirar el retrovisor, pues terminarían chazándose los ojos. En el departamento del Cesar debemos romper el círculo vicioso que nos gobierna. Porque, como bien dijo David Lloyd George, otro primer ministro británico (1916-1922), “las elecciones a veces son la venganza del ciudadano”. Nos asiste rescatar el territorio y cercenar la improvisación y la habilidad camaleónica de acomodamiento en el entorno del poder, esos pecados imperdonables no deben ser cometidos por nuestra generación.
@LuchoDiaz12.