Por: Gustavo Cotes Medina El gobierno del presidente Santos “valora los recientes anuncios de las FARC y los considera como un paso importante y necesario, pero que no son suficientes en la dirección correcta”. La liberación de los diez secuestrados entre policías y militares, todos ellos con más de 12 años en cautiverio, y […]
Por: Gustavo Cotes Medina
El gobierno del presidente Santos “valora los recientes anuncios de las FARC y los considera como un paso importante y necesario, pero que no son suficientes en la dirección correcta”. La liberación de los diez secuestrados entre policías y militares, todos ellos con más de 12 años en cautiverio, y no más a los secuestros extorsivos, pero sí a la guerra, a los circos mediáticos y a los ataques a la población civil, es la estrategia de este grupo terrorista que pone en duda, una vez más, sus intenciones de paz.
Los hechos recientes de hostigamientos de la guerrilla en las poblaciones de Caldono, Caloto, El Tarra, Sur de Bolívar y Puerto Guzmán, obligan al ejército y a la policía a incrementar el pié de fuerza con más batallones y mayor agresividad en sus actuaciones. Pero lo que sí está claro es que se deben replantear las políticas y tácticas de seguridad, especialmente en el Cauca, donde ya se están agotando los recursos de respuestas rápidas.
El gobierno debe ser audaz e imaginativo con el departamento del Cauca tomando la iniciativa y despejando cualquier asomo de debilidad con los terroristas de las FARC, vendedores de fantasías y de ilusiones. En este departamento, de 29.308 kilómetros cuadrados de superficie, con diversidad en su relieve, con sus ríos y corredores del narcotráfico, sus habitantes tienen más de veinte años de estar acosados y atacados por la guerrilla y están pidiendo a gritos una solución integral a sus problemas. ¡Pienso que los asuntos de seguridad y desarrollo social del Cauca le han quedado grandes a los últimos gobiernos pasados y presentes!
Hoy, crece el rumor de reagrupamiento de subversivos en la Región Caribe y se escuchan voces de alerta en los Montes de María, en La Guajira, El Cesar, Serranía del Perijá, Sur de Bolívar y Córdoba, pero estas versiones han sido desmentidas por las fuerzas militares y aseguran que lo que existe son grupos de delincuencia común.
¡No más guerras, no más secuestros! es el grito de los colombianos que ya estamos aburridos y cansados después de varias décadas de asesinatos y violencia en todas sus formas con un saldo de centenares de víctimas, todos somos víctimas, en una confrontación inútil y estéril masacrando al pueblo inocente que dicen defender.
A las FARC, fracasados en lo militar, en su filosofía barata y en lo programático, le preguntamos: ¿qué sentido tiene seguir derramando sangre por un proyecto derrotado. ¿Cuántos muertos más se necesitan para sentarse a hablar de paz, de reconciliación y de promesas creíbles?
De todas maneras, los recientes anuncios de las FARC se constituyen en nuevas esperanzas de paz que recomiendan un manejo con mucha prudencia por todos los antecedentes históricos que han dejado siempre cadenas de frustraciones, engaños y de sillas vacías difíciles de superar y olvidar.
¿Será que después de un pasado doloroso y sangriento, los colombianos estamos acariciando el fin del terrorismo. Será que la guerrilla, obsoleta y aislada, en un momento de sensatez y sentido común, le dice adiós a las armas? Si el gobierno Santos y la guerrilla “hacen las cosas bien, el límite de Colombia es el cielo”. ¡Tenemos que respetar el derecho ajeno, y esto es lo más parecido a la paz!
[email protected]
Por: Gustavo Cotes Medina El gobierno del presidente Santos “valora los recientes anuncios de las FARC y los considera como un paso importante y necesario, pero que no son suficientes en la dirección correcta”. La liberación de los diez secuestrados entre policías y militares, todos ellos con más de 12 años en cautiverio, y […]
Por: Gustavo Cotes Medina
El gobierno del presidente Santos “valora los recientes anuncios de las FARC y los considera como un paso importante y necesario, pero que no son suficientes en la dirección correcta”. La liberación de los diez secuestrados entre policías y militares, todos ellos con más de 12 años en cautiverio, y no más a los secuestros extorsivos, pero sí a la guerra, a los circos mediáticos y a los ataques a la población civil, es la estrategia de este grupo terrorista que pone en duda, una vez más, sus intenciones de paz.
Los hechos recientes de hostigamientos de la guerrilla en las poblaciones de Caldono, Caloto, El Tarra, Sur de Bolívar y Puerto Guzmán, obligan al ejército y a la policía a incrementar el pié de fuerza con más batallones y mayor agresividad en sus actuaciones. Pero lo que sí está claro es que se deben replantear las políticas y tácticas de seguridad, especialmente en el Cauca, donde ya se están agotando los recursos de respuestas rápidas.
El gobierno debe ser audaz e imaginativo con el departamento del Cauca tomando la iniciativa y despejando cualquier asomo de debilidad con los terroristas de las FARC, vendedores de fantasías y de ilusiones. En este departamento, de 29.308 kilómetros cuadrados de superficie, con diversidad en su relieve, con sus ríos y corredores del narcotráfico, sus habitantes tienen más de veinte años de estar acosados y atacados por la guerrilla y están pidiendo a gritos una solución integral a sus problemas. ¡Pienso que los asuntos de seguridad y desarrollo social del Cauca le han quedado grandes a los últimos gobiernos pasados y presentes!
Hoy, crece el rumor de reagrupamiento de subversivos en la Región Caribe y se escuchan voces de alerta en los Montes de María, en La Guajira, El Cesar, Serranía del Perijá, Sur de Bolívar y Córdoba, pero estas versiones han sido desmentidas por las fuerzas militares y aseguran que lo que existe son grupos de delincuencia común.
¡No más guerras, no más secuestros! es el grito de los colombianos que ya estamos aburridos y cansados después de varias décadas de asesinatos y violencia en todas sus formas con un saldo de centenares de víctimas, todos somos víctimas, en una confrontación inútil y estéril masacrando al pueblo inocente que dicen defender.
A las FARC, fracasados en lo militar, en su filosofía barata y en lo programático, le preguntamos: ¿qué sentido tiene seguir derramando sangre por un proyecto derrotado. ¿Cuántos muertos más se necesitan para sentarse a hablar de paz, de reconciliación y de promesas creíbles?
De todas maneras, los recientes anuncios de las FARC se constituyen en nuevas esperanzas de paz que recomiendan un manejo con mucha prudencia por todos los antecedentes históricos que han dejado siempre cadenas de frustraciones, engaños y de sillas vacías difíciles de superar y olvidar.
¿Será que después de un pasado doloroso y sangriento, los colombianos estamos acariciando el fin del terrorismo. Será que la guerrilla, obsoleta y aislada, en un momento de sensatez y sentido común, le dice adiós a las armas? Si el gobierno Santos y la guerrilla “hacen las cosas bien, el límite de Colombia es el cielo”. ¡Tenemos que respetar el derecho ajeno, y esto es lo más parecido a la paz!
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