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Columnista - 15 marzo, 2019

Las escrituras

“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”. San Juan 5,39 Jesús mostró claras posiciones de cara a las Escrituras: Aceptó que era la palabra escrita de Dios, reconoció su supremacía sobre las tradiciones de los hombres, registró su suficiencia para la salvación y entendió el propósito de Dios al entregarlas a […]

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“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”. San Juan 5,39

Jesús mostró claras posiciones de cara a las Escrituras: Aceptó que era la palabra escrita de Dios, reconoció su supremacía sobre las tradiciones de los hombres, registró su suficiencia para la salvación y entendió el propósito de Dios al entregarlas a su pueblo. Su propósito práctico es dar testimonio de Cristo y así garantizar nuestra fe.

Jesús adoptó una actitud de reverente asentimiento y sumisión. Aceptó las verdades escriturales sin cuestionarlas. Predijo su muerte y resurrección, pues así estaba escrito. Obedeció sus preceptos y aplicó sus principios a su vida diaria. Aceptó voluntariamente subordinarse con humildad a lo que decían las Escrituras.

Así como Jesús creyó en las Escrituras y las puso en práctica, esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo. Se sometió a las Escrituras y esperaba lo mismo de los demás, pues consideraba que Dios mismo era quien hablaba en ellas. Su principal queja en contra de saduceos y fariseos era: ¿Acaso no han leído? Los unos erraron por ignorar las Escrituras, los otros, por menospreciarlas.

Apreciados amigos, dos errores podemos cometer como discípulos de Cristo: No escudriñar las Escrituras que dan testimonio de Cristo y no buscarlo viniendo ante su presencia para recibir vida. No es suficiente poseer una Biblia guardada celosamente en algún escaparate con valor sentimental por haber pertenecido a un familiar desaparecido; o abierta a mitad de la sala en el salmo 91 de manera fetichista como un amuleto de la buena suerte.

No es suficiente leerla o escucharla de manera pública en los cultos o las misas, sino ponerle sentido e interiorizarla como un medio de comprender el testimonio de Cristo para persuadirnos a marchar con él, siempre con la expectativa de encontrar a Cristo a través de sus páginas. Tampoco basta con estudiar las Escrituras de manera mecánica para adquirir conocimiento y cultura general, sino para conocer de manera personal y creciente a aquel a quien aman nuestras almas.

No, amigos, lo que se requiere es que obedezcamos a la Biblia y cumplamos lo que enseña. Así, volveremos constantemente a Cristo para que supla nuestras necesidades. Las Escrituras son el retrato de nuestro Señor. El Antiguo Testamento es el trasfondo que señala a la figura divina, los evangelios y epístolas sirven de vestido y atavío y entonces cuando de manera simple y desprevenida nos acercamos a la Biblia y estudiamos a la persona de Jesús, ocurre el milagro y esa figura se vivifica y sale del pergamino de la palabra escrita para convertirse en el Cristo de la narración que aclara las cosas acerca de él.

Aprendamos entonces el origen divino de las Escrituras por lo que Cristo dice acerca de ellas. Aprendamos también su propósito práctico por el testimonio que ellas dan de Cristo. Las Escrituras y Cristo forman una dupla con un testimonio recíproco: Cristo es la palabra viva en medio de nosotros y las Escrituras la palabra escrita que orienta y guía nuestro camino hacia la exaltación de Cristo.
Puesto que Cristo testifica de las Escrituras, nosotros las creemos; puesto que las Escrituras testifican de Cristo, nosotros vamos a él.
¡A escudriñar las Escrituras!
Un fuerte abrazo y abundantes bendiciones.

Columnista
15 marzo, 2019

Las escrituras

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”. San Juan 5,39 Jesús mostró claras posiciones de cara a las Escrituras: Aceptó que era la palabra escrita de Dios, reconoció su supremacía sobre las tradiciones de los hombres, registró su suficiencia para la salvación y entendió el propósito de Dios al entregarlas a […]


“Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”. San Juan 5,39

Jesús mostró claras posiciones de cara a las Escrituras: Aceptó que era la palabra escrita de Dios, reconoció su supremacía sobre las tradiciones de los hombres, registró su suficiencia para la salvación y entendió el propósito de Dios al entregarlas a su pueblo. Su propósito práctico es dar testimonio de Cristo y así garantizar nuestra fe.

Jesús adoptó una actitud de reverente asentimiento y sumisión. Aceptó las verdades escriturales sin cuestionarlas. Predijo su muerte y resurrección, pues así estaba escrito. Obedeció sus preceptos y aplicó sus principios a su vida diaria. Aceptó voluntariamente subordinarse con humildad a lo que decían las Escrituras.

Así como Jesús creyó en las Escrituras y las puso en práctica, esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo. Se sometió a las Escrituras y esperaba lo mismo de los demás, pues consideraba que Dios mismo era quien hablaba en ellas. Su principal queja en contra de saduceos y fariseos era: ¿Acaso no han leído? Los unos erraron por ignorar las Escrituras, los otros, por menospreciarlas.

Apreciados amigos, dos errores podemos cometer como discípulos de Cristo: No escudriñar las Escrituras que dan testimonio de Cristo y no buscarlo viniendo ante su presencia para recibir vida. No es suficiente poseer una Biblia guardada celosamente en algún escaparate con valor sentimental por haber pertenecido a un familiar desaparecido; o abierta a mitad de la sala en el salmo 91 de manera fetichista como un amuleto de la buena suerte.

No es suficiente leerla o escucharla de manera pública en los cultos o las misas, sino ponerle sentido e interiorizarla como un medio de comprender el testimonio de Cristo para persuadirnos a marchar con él, siempre con la expectativa de encontrar a Cristo a través de sus páginas. Tampoco basta con estudiar las Escrituras de manera mecánica para adquirir conocimiento y cultura general, sino para conocer de manera personal y creciente a aquel a quien aman nuestras almas.

No, amigos, lo que se requiere es que obedezcamos a la Biblia y cumplamos lo que enseña. Así, volveremos constantemente a Cristo para que supla nuestras necesidades. Las Escrituras son el retrato de nuestro Señor. El Antiguo Testamento es el trasfondo que señala a la figura divina, los evangelios y epístolas sirven de vestido y atavío y entonces cuando de manera simple y desprevenida nos acercamos a la Biblia y estudiamos a la persona de Jesús, ocurre el milagro y esa figura se vivifica y sale del pergamino de la palabra escrita para convertirse en el Cristo de la narración que aclara las cosas acerca de él.

Aprendamos entonces el origen divino de las Escrituras por lo que Cristo dice acerca de ellas. Aprendamos también su propósito práctico por el testimonio que ellas dan de Cristo. Las Escrituras y Cristo forman una dupla con un testimonio recíproco: Cristo es la palabra viva en medio de nosotros y las Escrituras la palabra escrita que orienta y guía nuestro camino hacia la exaltación de Cristo.
Puesto que Cristo testifica de las Escrituras, nosotros las creemos; puesto que las Escrituras testifican de Cristo, nosotros vamos a él.
¡A escudriñar las Escrituras!
Un fuerte abrazo y abundantes bendiciones.