“Justicia sin misericordia es crueldad” (Santo Tomás de Aquino).

No ha poco tiempo, pensando en lo que no debo pensar, pues mis conocimientos jurídicos no existen o son muy escasos, y haciendo uso de la intuición experimental me atreví a escribir sobre las escalas de las penas como última posibilidad para lograr establecer una sanción de acuerdo con el delito cometido. Haciendo uso de las matemáticas y de los razonamientos abstractos me pregunté: ¿quién tendrá mayor sanción, quien roba una gallina para calmar el hambre acostumbrada o el que roba y mata para lograr el mismo fin?

Este último ha cometido doble delito, por lo tanto, deberá tener una pena o sanción mayor dentro de la escala de penalización habiendo sido la necesidad el móvil en ambos casos. Entiendo que la escala de las penas es un elemento fundamental dentro del sistema jurídico que establece las consecuencias legales para quienes cometan infracciones. 

Estas escalas definen la gravedad de las penas en función de la naturaleza y la severidad de los actos ilícitos, proporcionando un marco de referencia para los jueces y los sistemas de justicia penal. En términos generales, las escalas de penas pueden incluir una variedad de sanciones, que van desde multas normales, y en algunos casos hasta la pena de muerte.  Pero basado en el razonamiento emotivo que finalmente es el verdadero, pues no hay razón sin emoción y de la emoción se generan los sentimientos, no creo que una persona agobiada por la necesidad y el hambre maneje sentimientos de culpa, por ejemplo, en este caso particular que, con ausencia de inteligencia emocional, pueda tasarse su delito por las tablas convencionales de los jueces penales. 

Cada país tiene su propio sistema de escalas de penas, que refleja sus valores culturales, legales y sociales, siendo los mejores los que buscan la verdad emocional y por ello dentro de la prevención como programas especiales manejan la disuasión con penas proporcionales y claras; la rehabilitación, al establecer diferentes niveles de penas permitiéndoles cumplir su condena y reintegrarse a la sociedad; la justicia emocional, para asegurar que las penas sean proporcionales a la gravedad del delito, garantizando  la equidad ; y la prevención, que además de disuadir a los individuos de cometer delitos, las escalas de penas contribuyen a la prevención al mantener a los infractores alejados de la sociedad durante un período determinado; y la reparación en algunos casos, que yo llamaría restauración, porque un daño una vez hecho es casi imposible llevar, lo afectado, a su estado original, que además de las penas, las escalas también puedan incluir disposiciones para reponer el daño causado.

En resumen, las escalas de las penas son un factor esencial que establecen las consecuencias legales para los delitos cometidos.

Después de una charla muy agradable y satisfactoria con el abogado penalista Andrés Palencia, donde me deleité profundamente con sus enseñanzas, me vino a la mente la idea de que si hubiese estudiado derecho habría elegido los temas penales, y estaría muy seguro, después de haber sido un estudioso de los temas de emoción y sentimientos que, obraría para dictar una sentencia en base a la inteligencia emocional, que nos permite llevar sabiamente las relaciones humanas, la cual no concibe la razón total sin la aleación con las emociones que al final son las que generan los sentimientos. Me pregunto frecuentemente, y me gustaría encontrar respuestas, ¿si los delitos políticos también tienen su escala de valores que no sean tasados por el odio?

Hay una sentencia popular que dice: “El pueblo no necesita que su clase política se queje y culpe a sus antecesores. El pueblo necesita soluciones en base a la justicia para que mejore la situación”.

Fausto Cotes N.