En los últimos debates electorales, las encuestas de opinión se han convertido en un referente obligado para medir la intención de voto de los candidatos a alcaldía y gobernación, alimentar los comentarios de los medios de comunicación dando palo de ciego a uno y a otro aspirante y de paso, voltear uno que otro elector […]
En los últimos debates electorales, las encuestas de opinión se han convertido en un referente obligado para medir la intención de voto de los candidatos a alcaldía y gobernación, alimentar los comentarios de los medios de comunicación dando palo de ciego a uno y a otro aspirante y de paso, voltear uno que otro elector seducido por las emociones.
Desde luego, esas encuestas se convierten en instrumentos de apremio para los candidatos que reflejan baja o poca intención de votos y con ello aumenta la ansiedad de los mismos, quienes muchas veces recurren a toda clase de tácticas poco éticas y maniobras perversas con tal de detener o desvirtuar esa opinión, es decir, tal desespero hace que muestren sus dientes afilados de caníbales para devorar con artimañas escabrosas sus adversarios políticos. A tal adefesio democrático le llaman estrategia política y uno de los medios más utilizados para tal fin es a través de la publicidad o propaganda sucia, que sin ninguna clase de escrúpulos, ni un mínimo de ética, adulteran los mensajes que difunden los candidatos y hasta calumnian e injurian sobre actos y hechos de la vida de cualquier aspirante.
No me parece nada ética esta práctica, pero menos ético son los asesores de imágenes y publicistas mal llamados estrategas políticos o alquimistas de la política. Muy a pesar que los debates electorales sean un juego democrático, donde impera la habilidad, la destreza, la inteligencia, la experiencia, el carisma y hasta el dinero, no me parece nada saludable recurrir a esta clase de estrategias que atenta directamente contra la dignidad de las personas y que termina fomentando la violencia, ya que toda esa propaganda es excesivamente agresiva e insultante.
Pienso que el pueblo, el elector, también debe hacer su propia encuesta sobre estos hechos, que estoy seguro que muchos no ven o no quieren ver o simplemente no les importa porque aceptan los métodos inmorales más bajos, canallas y perversos utilizados en contra de la ética y el decoro de un ser humano.
Pero lo preocupante del asunto es que esta negra estrategia es ahora consentida por muchos de los codiciosos candidatos, como si fuese lo más normal del mundo. Lastimosamente esta estrategia se está utilizando en muchos municipios del país y especialmente en Valledupar, donde el proceso electoral para llegar al primer cargo público está contaminado por la epidemia del juego sucio convirtiéndolo en un bochornoso suceso, que no hace otra cosa, sino mutar el libre ejercicio democrático convirtiéndolo en un verdadero pugilato; olvidando que el ejerció de la política y las campañas electorales son el escenario para discutir ideas, para proponer soluciones, proyectar las ciudades al futuro y no para agredir a los rivales, ni mucho menos para enlodar ni ensuciar la imagen del otro, como si fuera un juego de carnavales.
De todas maneras, los resultados de las encuestas solo muestran la intención de voto, pero siempre van a estar lejos de constituirse en bolas de cristal y por ello, jamás podrán suplantar la que hace la gente en las urnas el día de las elecciones.
En los últimos debates electorales, las encuestas de opinión se han convertido en un referente obligado para medir la intención de voto de los candidatos a alcaldía y gobernación, alimentar los comentarios de los medios de comunicación dando palo de ciego a uno y a otro aspirante y de paso, voltear uno que otro elector […]
En los últimos debates electorales, las encuestas de opinión se han convertido en un referente obligado para medir la intención de voto de los candidatos a alcaldía y gobernación, alimentar los comentarios de los medios de comunicación dando palo de ciego a uno y a otro aspirante y de paso, voltear uno que otro elector seducido por las emociones.
Desde luego, esas encuestas se convierten en instrumentos de apremio para los candidatos que reflejan baja o poca intención de votos y con ello aumenta la ansiedad de los mismos, quienes muchas veces recurren a toda clase de tácticas poco éticas y maniobras perversas con tal de detener o desvirtuar esa opinión, es decir, tal desespero hace que muestren sus dientes afilados de caníbales para devorar con artimañas escabrosas sus adversarios políticos. A tal adefesio democrático le llaman estrategia política y uno de los medios más utilizados para tal fin es a través de la publicidad o propaganda sucia, que sin ninguna clase de escrúpulos, ni un mínimo de ética, adulteran los mensajes que difunden los candidatos y hasta calumnian e injurian sobre actos y hechos de la vida de cualquier aspirante.
No me parece nada ética esta práctica, pero menos ético son los asesores de imágenes y publicistas mal llamados estrategas políticos o alquimistas de la política. Muy a pesar que los debates electorales sean un juego democrático, donde impera la habilidad, la destreza, la inteligencia, la experiencia, el carisma y hasta el dinero, no me parece nada saludable recurrir a esta clase de estrategias que atenta directamente contra la dignidad de las personas y que termina fomentando la violencia, ya que toda esa propaganda es excesivamente agresiva e insultante.
Pienso que el pueblo, el elector, también debe hacer su propia encuesta sobre estos hechos, que estoy seguro que muchos no ven o no quieren ver o simplemente no les importa porque aceptan los métodos inmorales más bajos, canallas y perversos utilizados en contra de la ética y el decoro de un ser humano.
Pero lo preocupante del asunto es que esta negra estrategia es ahora consentida por muchos de los codiciosos candidatos, como si fuese lo más normal del mundo. Lastimosamente esta estrategia se está utilizando en muchos municipios del país y especialmente en Valledupar, donde el proceso electoral para llegar al primer cargo público está contaminado por la epidemia del juego sucio convirtiéndolo en un bochornoso suceso, que no hace otra cosa, sino mutar el libre ejercicio democrático convirtiéndolo en un verdadero pugilato; olvidando que el ejerció de la política y las campañas electorales son el escenario para discutir ideas, para proponer soluciones, proyectar las ciudades al futuro y no para agredir a los rivales, ni mucho menos para enlodar ni ensuciar la imagen del otro, como si fuera un juego de carnavales.
De todas maneras, los resultados de las encuestas solo muestran la intención de voto, pero siempre van a estar lejos de constituirse en bolas de cristal y por ello, jamás podrán suplantar la que hace la gente en las urnas el día de las elecciones.