En tiempos de elecciones, las encuestas electorales se convierten en una herramienta esencial para entender el pulso de la democracia, pero lo que ha venido ocurriendo en Valledupar y el Cesar, ha generado toda clase de controversia, hasta el punto de provocar enfrentamientos entre miembros de grupos de WhatsApp y también suspicacias sobre el papel […]
En tiempos de elecciones, las encuestas electorales se convierten en una herramienta esencial para entender el pulso de la democracia, pero lo que ha venido ocurriendo en Valledupar y el Cesar, ha generado toda clase de controversia, hasta el punto de provocar enfrentamientos entre miembros de grupos de WhatsApp y también suspicacias sobre el papel que han asumido algunos medios de comunicación.
Lo ideal sería que estas mediciones, llevadas a cabo por diversas instituciones, ofrecieran una visión clara de las preferencias de los partidarios y que, a menudo, sean un reflejo de las preocupaciones y aspiraciones de la sociedad. Sin embargo, a juzgar por los comentarios de analistas, voces callejeras y también pronunciamientos en redes sociales, ese propósito no lo están cumpliendo las firmas encuestadoras tanto en Valledupar como en todo el territorio cesarense. Por ello es de suma importancia abordar estas encuestas con una mirada crítica y un profundo entendimiento de su alcance y sus limitaciones.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que las encuestas no son infalibles, lo cual queda demostrado frente a lo ocurrido en Argentina, donde hubo 24 empresas de sondeo que publicaron encuestas hasta el sábado 5 de agosto, cuando comenzó el período de silencio para dar a conocer resultados de sondeos. Casi ninguna de ellas otorgó a Milei más del 22%, y solo una, Zuban-Córdoba, lo situó en el 24%. Al final, el 13 de agosto, ganó Javier Milei con más del 30%, desvirtuando así todos los pronósticos.
Es claro entonces que las encuestas electorales no son una predicción infalible del resultado final de una elección. Son estimaciones basadas en una muestra representativa de la población, y su precisión depende de factores como el tamaño de la muestra y la metodología empleada. Además, las preferencias de las votantes pueden cambiar en el transcurso de la campaña electoral.
Será que con tanta confusión llegará un momento en que el elector no sabrá qué creer, ¿quién miente y cómo lo hace?, sería una pregunta por responder.
En el mudo ideal, que parece que no es el caso de Valledupar y el Cesar, se esperaría que las preferencias de las propuestas puedan evolucionar a medida que se desarrollen los debates públicos y se presenten nuevos acontecimientos. Eso resaltaría la importancia de utilizar las encuestas como una herramienta informativa y no como un veredicto final, pero tal incidencia no pareciera darse en nuestro territorio, aparentemente para romper tendencias, anular a los otros.
Un comentario final: el director del Centro Nacional de Consultoría (CNC) Carlos Lemoine manifestó en Radio Guatapurí que una encuesta, como la que presentaba, que tuviera un margen del 5% tenía una probabilidad del 95% de que en unas elecciones conservara sus resultados, aunque advirtió que no era imposible de que variaran. Una encuesta seria, también publicitada y avalada por la misma emisora y la Cámara de Comercio, de 12 días antes, había resultado totalmente contraria. Es la mayor demostración de que lo que estaba pensando el encuestado, un mes antes de las elecciones, también podrá cambiar.
En tiempos de elecciones, las encuestas electorales se convierten en una herramienta esencial para entender el pulso de la democracia, pero lo que ha venido ocurriendo en Valledupar y el Cesar, ha generado toda clase de controversia, hasta el punto de provocar enfrentamientos entre miembros de grupos de WhatsApp y también suspicacias sobre el papel […]
En tiempos de elecciones, las encuestas electorales se convierten en una herramienta esencial para entender el pulso de la democracia, pero lo que ha venido ocurriendo en Valledupar y el Cesar, ha generado toda clase de controversia, hasta el punto de provocar enfrentamientos entre miembros de grupos de WhatsApp y también suspicacias sobre el papel que han asumido algunos medios de comunicación.
Lo ideal sería que estas mediciones, llevadas a cabo por diversas instituciones, ofrecieran una visión clara de las preferencias de los partidarios y que, a menudo, sean un reflejo de las preocupaciones y aspiraciones de la sociedad. Sin embargo, a juzgar por los comentarios de analistas, voces callejeras y también pronunciamientos en redes sociales, ese propósito no lo están cumpliendo las firmas encuestadoras tanto en Valledupar como en todo el territorio cesarense. Por ello es de suma importancia abordar estas encuestas con una mirada crítica y un profundo entendimiento de su alcance y sus limitaciones.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que las encuestas no son infalibles, lo cual queda demostrado frente a lo ocurrido en Argentina, donde hubo 24 empresas de sondeo que publicaron encuestas hasta el sábado 5 de agosto, cuando comenzó el período de silencio para dar a conocer resultados de sondeos. Casi ninguna de ellas otorgó a Milei más del 22%, y solo una, Zuban-Córdoba, lo situó en el 24%. Al final, el 13 de agosto, ganó Javier Milei con más del 30%, desvirtuando así todos los pronósticos.
Es claro entonces que las encuestas electorales no son una predicción infalible del resultado final de una elección. Son estimaciones basadas en una muestra representativa de la población, y su precisión depende de factores como el tamaño de la muestra y la metodología empleada. Además, las preferencias de las votantes pueden cambiar en el transcurso de la campaña electoral.
Será que con tanta confusión llegará un momento en que el elector no sabrá qué creer, ¿quién miente y cómo lo hace?, sería una pregunta por responder.
En el mudo ideal, que parece que no es el caso de Valledupar y el Cesar, se esperaría que las preferencias de las propuestas puedan evolucionar a medida que se desarrollen los debates públicos y se presenten nuevos acontecimientos. Eso resaltaría la importancia de utilizar las encuestas como una herramienta informativa y no como un veredicto final, pero tal incidencia no pareciera darse en nuestro territorio, aparentemente para romper tendencias, anular a los otros.
Un comentario final: el director del Centro Nacional de Consultoría (CNC) Carlos Lemoine manifestó en Radio Guatapurí que una encuesta, como la que presentaba, que tuviera un margen del 5% tenía una probabilidad del 95% de que en unas elecciones conservara sus resultados, aunque advirtió que no era imposible de que variaran. Una encuesta seria, también publicitada y avalada por la misma emisora y la Cámara de Comercio, de 12 días antes, había resultado totalmente contraria. Es la mayor demostración de que lo que estaba pensando el encuestado, un mes antes de las elecciones, también podrá cambiar.