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Columnista - 19 abril, 2010

Las encuestas Aunque manipulables confiables

Por: Luis Mendoza Sierra El primer empujón que le dieron los impulsos de pasión verde a los candidatos presidenciables Mockus y Fajardo, a través de las encuestas, ocurrió con el ya célebre sesgo encubierto en la que aplicó un reconocido encuestador que, parece, tenía la “noble intención” de ayudarles. Antes, debo reiterar, en mi calidad […]

Por: Luis Mendoza Sierra

El primer empujón que le dieron los impulsos de pasión verde a los candidatos presidenciables Mockus y Fajardo, a través de las encuestas, ocurrió con el ya célebre sesgo encubierto en la que aplicó un reconocido encuestador que, parece, tenía la “noble intención” de ayudarles.

Antes, debo reiterar, en mi calidad de aficionado o si quieren estudioso de este modelo de investigación social, que las encuestas son una herramienta científica que si bien está basada en las leyes de la probabilidad, pueden, si son manejadas seria y honestamente, reflejar casi con exactitud, a partir de una pequeña muestra, lo que está pensando, sobre un tema en particular, el universo de donde se extrae.

Ciertamente, las encuestas se asimilan a una fotografía obturada en un momento de la carrera de los caballos y no del final de la misma, a lo largo de la cual es posible hacer infinitas capturas en las que habrá posiciones diversas de los animales, pero el ganador puede estar en la cola en la penúltima toma y aparecer ganando la carrera en la última, lo que sólo sabremos cuando la carrera termine.

Las encuestas agotan una metodología propia de la investigación social y están regladas en el mundo y, naturalmente, aquí en Colombia. La Ley 130 de 1994 determina, precisamente, que en  nuestro país las encuestas están sometidas a la vigilancia Estatal y no por cualquier razón, sino por una poderosísima.  En Colombia quien quiera hacer encuestas puede hacerla. Si alguien, verbigracia, desea saber lo que están pensado los integrantes de una comunidad alrededor de los vecinos que no dejan dormir al vecindario parrandeando los fines de semana con equipos de sonido a todo volumen, o de aquellos que sacan los perros para que “caguen” los parques, sencillamente, selecciona una muestra representativa de ese vecindario, para no tener que preguntarle a todos, tabula los resultados y listo.

Pero saben qué es lo que no podemos hacer, y allí está el quid del asunto: DIVULGARLAS. La razón estriba en que el resultado de una encuesta que se divulga ejerce algún tipo de influencia sobre la opinión pública y allí si entramos en terrenos de riesgos. He ahí la razón fundamental por la que el Estado tiene que entrar a regular este mecanismo de investigación.

Pero si bien la divulgación es importante para el Estado y para todos, pues no es menos importante controlar la estructura sobre la que se construye la encuesta. Por ello, la ley fija requerimientos estrictos en materias como: universo, muestra, margen de error, financiación, etc.

La ley 130 del 94 es taxativa: “Toda encuesta de opinión de carácter electoral, al ser publicada o difundida, tendrá que serlo en su totalidad y deberá indicar, expresamente, la persona natural o jurídica que la realizó y la encomendó, la fuente de su financiación, el tipo y tamaño de la muestra, el tema o temas concretos a los que se refiere, las preguntas concretas que se le formularon, lo candidatos por quienes se indagó,  el área y la fecha o periodo de tiempo en que se realizó y el margen de error calculado”.

Con todo y todo, es muy fácil meterle manos a una encuesta. Recientemente ocurrió una sutileza que indujo a la manipulación de la herramienta que se debía aplicar y, por tanto, a sesgar el resultado. Se indagaba por la intención de voto de los colombianos para elecciones presidenciales de mayo próximo. Antes de la pregunta de rigor: ¿Por quién votará usted en las elecciones para Presidente de la República si los candidatos fueran….? los encuestadores daban la noticia de la alianza Mockus/Fajardo. ¿Qué creen ustedes, respetados lectores, que podría esperarse del resultado de esa encuesta?

No comparto la amenaza de intervención del Consejo Electoral en cuanto al control previo de las preguntas, pero si posterior e inmediato, porque si alguien quiere sesgar la opinión a través de encuestas manipuladas, pues le corresponde al Estado ponerle orden al asunto.

SABLAZO
Celebro, efusivamente, el avance hacia el reposicionamiento del vallenato clásico. Silvestre, Peter, Nelson Velásquez, entre otros, han entendido que la nueva como todas las olas, pasan y lo clásico es lo que queda y se repite y contrarrepite como la rifa de Agustín Parody. Celebro la manera como va perpetuándose el nombre de de Diomedes Díaz a través de su obra y de vástagos como su hijo Martín Elías.
Lamento que en un disco como el de Poncho y “El Cocha”, que pudo ser excelente pues son dueños de lo clásico, pierdan tiempo en boleros, porros, cumbias o cualquier otra cosa que resulta bofa al transferirlo al vallenato.

Columnista
19 abril, 2010

Las encuestas Aunque manipulables confiables

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Mendoza S.

Por: Luis Mendoza Sierra El primer empujón que le dieron los impulsos de pasión verde a los candidatos presidenciables Mockus y Fajardo, a través de las encuestas, ocurrió con el ya célebre sesgo encubierto en la que aplicó un reconocido encuestador que, parece, tenía la “noble intención” de ayudarles. Antes, debo reiterar, en mi calidad […]


Por: Luis Mendoza Sierra

El primer empujón que le dieron los impulsos de pasión verde a los candidatos presidenciables Mockus y Fajardo, a través de las encuestas, ocurrió con el ya célebre sesgo encubierto en la que aplicó un reconocido encuestador que, parece, tenía la “noble intención” de ayudarles.

Antes, debo reiterar, en mi calidad de aficionado o si quieren estudioso de este modelo de investigación social, que las encuestas son una herramienta científica que si bien está basada en las leyes de la probabilidad, pueden, si son manejadas seria y honestamente, reflejar casi con exactitud, a partir de una pequeña muestra, lo que está pensando, sobre un tema en particular, el universo de donde se extrae.

Ciertamente, las encuestas se asimilan a una fotografía obturada en un momento de la carrera de los caballos y no del final de la misma, a lo largo de la cual es posible hacer infinitas capturas en las que habrá posiciones diversas de los animales, pero el ganador puede estar en la cola en la penúltima toma y aparecer ganando la carrera en la última, lo que sólo sabremos cuando la carrera termine.

Las encuestas agotan una metodología propia de la investigación social y están regladas en el mundo y, naturalmente, aquí en Colombia. La Ley 130 de 1994 determina, precisamente, que en  nuestro país las encuestas están sometidas a la vigilancia Estatal y no por cualquier razón, sino por una poderosísima.  En Colombia quien quiera hacer encuestas puede hacerla. Si alguien, verbigracia, desea saber lo que están pensado los integrantes de una comunidad alrededor de los vecinos que no dejan dormir al vecindario parrandeando los fines de semana con equipos de sonido a todo volumen, o de aquellos que sacan los perros para que “caguen” los parques, sencillamente, selecciona una muestra representativa de ese vecindario, para no tener que preguntarle a todos, tabula los resultados y listo.

Pero saben qué es lo que no podemos hacer, y allí está el quid del asunto: DIVULGARLAS. La razón estriba en que el resultado de una encuesta que se divulga ejerce algún tipo de influencia sobre la opinión pública y allí si entramos en terrenos de riesgos. He ahí la razón fundamental por la que el Estado tiene que entrar a regular este mecanismo de investigación.

Pero si bien la divulgación es importante para el Estado y para todos, pues no es menos importante controlar la estructura sobre la que se construye la encuesta. Por ello, la ley fija requerimientos estrictos en materias como: universo, muestra, margen de error, financiación, etc.

La ley 130 del 94 es taxativa: “Toda encuesta de opinión de carácter electoral, al ser publicada o difundida, tendrá que serlo en su totalidad y deberá indicar, expresamente, la persona natural o jurídica que la realizó y la encomendó, la fuente de su financiación, el tipo y tamaño de la muestra, el tema o temas concretos a los que se refiere, las preguntas concretas que se le formularon, lo candidatos por quienes se indagó,  el área y la fecha o periodo de tiempo en que se realizó y el margen de error calculado”.

Con todo y todo, es muy fácil meterle manos a una encuesta. Recientemente ocurrió una sutileza que indujo a la manipulación de la herramienta que se debía aplicar y, por tanto, a sesgar el resultado. Se indagaba por la intención de voto de los colombianos para elecciones presidenciales de mayo próximo. Antes de la pregunta de rigor: ¿Por quién votará usted en las elecciones para Presidente de la República si los candidatos fueran….? los encuestadores daban la noticia de la alianza Mockus/Fajardo. ¿Qué creen ustedes, respetados lectores, que podría esperarse del resultado de esa encuesta?

No comparto la amenaza de intervención del Consejo Electoral en cuanto al control previo de las preguntas, pero si posterior e inmediato, porque si alguien quiere sesgar la opinión a través de encuestas manipuladas, pues le corresponde al Estado ponerle orden al asunto.

SABLAZO
Celebro, efusivamente, el avance hacia el reposicionamiento del vallenato clásico. Silvestre, Peter, Nelson Velásquez, entre otros, han entendido que la nueva como todas las olas, pasan y lo clásico es lo que queda y se repite y contrarrepite como la rifa de Agustín Parody. Celebro la manera como va perpetuándose el nombre de de Diomedes Díaz a través de su obra y de vástagos como su hijo Martín Elías.
Lamento que en un disco como el de Poncho y “El Cocha”, que pudo ser excelente pues son dueños de lo clásico, pierdan tiempo en boleros, porros, cumbias o cualquier otra cosa que resulta bofa al transferirlo al vallenato.