por: Imelda Daza Cotes La crisis económica, que ya es global, se ahonda, mientras las cumbres de los poderosos se suceden una tras otra con fracaso tras fracaso. En su último encuentro, el G-20 reconoció que ahora es más difícil afrontar el problema que en 2008 cuando comenzó. La idea del G-8, que se ocupaba […]
por: Imelda Daza Cotes
La crisis económica, que ya es global, se ahonda, mientras las cumbres de los poderosos se suceden una tras otra con fracaso tras fracaso. En su último encuentro, el G-20 reconoció que ahora es más difícil afrontar el problema que en 2008 cuando comenzó.
La idea del G-8, que se ocupaba sobre todo de las cuestiones políticas, se remonta a la segunda mitad de los 90. Estaba compuesto por los países industrializados más Rusia. Luego, en 1999, cuando la situación ya se tornaba ingobernable, se amplió al G-20 con la incorporación de la Unión Europea y de los llamados países “emergentes” y se le encargó la tarea de “administrar la crisis y garantizar la gobernabilidad”. Este G-20 se ha limitado a atender la crisis bancaria fortaleciendo las finanzas del FMI, BM y BID, su preocupación central han sido los bancos. En su reciente cumbre aprobó un nuevo ajuste y todos se comprometieron a reducir sus déficits fiscales en un 50% para el 2013 y a mejorar la deuda/PIB, todo lo cual exige las reformas que se vienen implementando y que tienen que ver con el desmonte de las conquistas laborales, el recorte de salarios, de pensiones y del gasto social. Se cobra en las víctimas de la crisis lo que deberían pagar los victimarios. Los costos de la crisis se descargan sobre el pueblo trabajador. Por contraste, la cumbre no aprobó el impuesto a los bancos ni a las transacciones financieras, tampoco condenó los paraísos fiscales que son el refugio seguro de los mayores especuladores, causantes de buena parte de la crisis. Para las calificadoras de riesgos que han actuado inescrupulosamente, no hubo ni una moción de censura. Es decir, lo urgente, que es la reforma financiera, no se hizo, y tal parece que no se hará. Tampoco se habla de reforma tributaria. Hay quienes dicen que Europa está en vísperas de un suicidio fiscal.
Todas las medidas acordadas generarán recesión económica y regresión social porque el desempleo actual no se debe a la rigidez de los contratos de trabajo ni a salarios demasiado elevados. Por lo tanto, la tal flexibilización laboral no es la solución. Lo que le falta a las empresas es financiación, crédito oportuno y un mercado ágil para colocar su producción. La falta de créditos cómodos se originó en la especulación. Los grandes grupos financieros colocaron los dineros de la gente en los paraísos fiscales y se dedicaron a especular. Por eso varios analistas han propuesto el fortalecimiento de la banca estatal. Es una salida eficaz.
Stiglitz-Premio Nobel de Economía- ha dicho que se requiere de una banca pública fuerte, y agregó que no hay que confundir la economía de una familia con la de una nación. A una familia endeudada se le sugiere reducir sus gastos para que pueda atender sus compromisos. Pero si un país endeudado reduce el gasto, restringe la actividad económica, entra en recesión, sube el desempleo, disminuye el recaudo fiscal y le resulta más difícil atender sus deudas.
Estas recetas que hoy recomienda el FMI ya fueron aplicadas y fracasaron en Argentina, Corea, Tailandia y otros países. Inclusive Japón, que tiene una pesadísima deuda pública, hizo lo que ahora hace España: aumentó el IVA y seguidamente entró en recesión. El gasto público no hay que reducirlo, hay que redirigirlo. No hay que invertir en compra de armamentos como ha hecho Grecia ni en guerras como hace EEUU. Hay que incrementar el gasto en investigación, en infraestructura, en educación, en salud, en bienestar para la población. Es así como se generan y se garantizan las condiciones adecuadas para que la economía prospere y sea estable.
Pero, ¿por qué se insiste en aplicar esas recomendaciones en Grecia, España, Portugal, Inglaterra, etc.? Porque todo se ajusta al proyecto neoliberal que tiene como propósito fundamental desmontar el Estado Democrático y Social de Derecho que ha predominado en Occidente y se ha desarrollado mucho en Europa. Se busca hacer retroceder los logros y conquistas laborales, reducir la seguridad social y los servicios públicos, incluidas la educación y la salud. Todo para reducir al mínimo el tamaño del Estado y ampliar al máximo el tamaño del mercado. Hacia allá marcha Europa. Latinoamérica debe mantenerse alerta.
por: Imelda Daza Cotes La crisis económica, que ya es global, se ahonda, mientras las cumbres de los poderosos se suceden una tras otra con fracaso tras fracaso. En su último encuentro, el G-20 reconoció que ahora es más difícil afrontar el problema que en 2008 cuando comenzó. La idea del G-8, que se ocupaba […]
por: Imelda Daza Cotes
La crisis económica, que ya es global, se ahonda, mientras las cumbres de los poderosos se suceden una tras otra con fracaso tras fracaso. En su último encuentro, el G-20 reconoció que ahora es más difícil afrontar el problema que en 2008 cuando comenzó.
La idea del G-8, que se ocupaba sobre todo de las cuestiones políticas, se remonta a la segunda mitad de los 90. Estaba compuesto por los países industrializados más Rusia. Luego, en 1999, cuando la situación ya se tornaba ingobernable, se amplió al G-20 con la incorporación de la Unión Europea y de los llamados países “emergentes” y se le encargó la tarea de “administrar la crisis y garantizar la gobernabilidad”. Este G-20 se ha limitado a atender la crisis bancaria fortaleciendo las finanzas del FMI, BM y BID, su preocupación central han sido los bancos. En su reciente cumbre aprobó un nuevo ajuste y todos se comprometieron a reducir sus déficits fiscales en un 50% para el 2013 y a mejorar la deuda/PIB, todo lo cual exige las reformas que se vienen implementando y que tienen que ver con el desmonte de las conquistas laborales, el recorte de salarios, de pensiones y del gasto social. Se cobra en las víctimas de la crisis lo que deberían pagar los victimarios. Los costos de la crisis se descargan sobre el pueblo trabajador. Por contraste, la cumbre no aprobó el impuesto a los bancos ni a las transacciones financieras, tampoco condenó los paraísos fiscales que son el refugio seguro de los mayores especuladores, causantes de buena parte de la crisis. Para las calificadoras de riesgos que han actuado inescrupulosamente, no hubo ni una moción de censura. Es decir, lo urgente, que es la reforma financiera, no se hizo, y tal parece que no se hará. Tampoco se habla de reforma tributaria. Hay quienes dicen que Europa está en vísperas de un suicidio fiscal.
Todas las medidas acordadas generarán recesión económica y regresión social porque el desempleo actual no se debe a la rigidez de los contratos de trabajo ni a salarios demasiado elevados. Por lo tanto, la tal flexibilización laboral no es la solución. Lo que le falta a las empresas es financiación, crédito oportuno y un mercado ágil para colocar su producción. La falta de créditos cómodos se originó en la especulación. Los grandes grupos financieros colocaron los dineros de la gente en los paraísos fiscales y se dedicaron a especular. Por eso varios analistas han propuesto el fortalecimiento de la banca estatal. Es una salida eficaz.
Stiglitz-Premio Nobel de Economía- ha dicho que se requiere de una banca pública fuerte, y agregó que no hay que confundir la economía de una familia con la de una nación. A una familia endeudada se le sugiere reducir sus gastos para que pueda atender sus compromisos. Pero si un país endeudado reduce el gasto, restringe la actividad económica, entra en recesión, sube el desempleo, disminuye el recaudo fiscal y le resulta más difícil atender sus deudas.
Estas recetas que hoy recomienda el FMI ya fueron aplicadas y fracasaron en Argentina, Corea, Tailandia y otros países. Inclusive Japón, que tiene una pesadísima deuda pública, hizo lo que ahora hace España: aumentó el IVA y seguidamente entró en recesión. El gasto público no hay que reducirlo, hay que redirigirlo. No hay que invertir en compra de armamentos como ha hecho Grecia ni en guerras como hace EEUU. Hay que incrementar el gasto en investigación, en infraestructura, en educación, en salud, en bienestar para la población. Es así como se generan y se garantizan las condiciones adecuadas para que la economía prospere y sea estable.
Pero, ¿por qué se insiste en aplicar esas recomendaciones en Grecia, España, Portugal, Inglaterra, etc.? Porque todo se ajusta al proyecto neoliberal que tiene como propósito fundamental desmontar el Estado Democrático y Social de Derecho que ha predominado en Occidente y se ha desarrollado mucho en Europa. Se busca hacer retroceder los logros y conquistas laborales, reducir la seguridad social y los servicios públicos, incluidas la educación y la salud. Todo para reducir al mínimo el tamaño del Estado y ampliar al máximo el tamaño del mercado. Hacia allá marcha Europa. Latinoamérica debe mantenerse alerta.