Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 7 diciembre, 2013

Las cuatro fiestas

Por Julio Oñate  Cuando uno escucha la canción ‘Las cuatro fiestas’ del compositor barranquillero Adolfo Echeverría, experimenta la sensación de estar abriendo el baúl de los recuerdos, esos recuerdos que llegan siempre cargados de cierta nostalgia, evocadora de aquellos tiempos idos que quisiéramos volver a vivir. Fue en el año 1965 cuando el almíbar musical […]

Boton Wpp

Por Julio Oñate 

Cuando uno escucha la canción ‘Las cuatro fiestas’ del compositor barranquillero Adolfo Echeverría, experimenta la sensación de estar abriendo el baúl de los recuerdos, esos recuerdos que llegan siempre cargados de cierta nostalgia, evocadora de aquellos tiempos idos que quisiéramos volver a vivir.

Fue en el año 1965 cuando el almíbar musical de esta exótica pieza endulzó el gusto popular caribeño, quedando desde entonces como la melodía pregonera de la más larga y ardiente temporada festiva de nuestra costa, que arranca desde el siete de diciembre con la fiesta de las velitas o de La inmaculada, despide la pascua con sus novenas y aguinaldos, recibe el vibrante año nuevo y remata con el entierro de Joselito Carnaval.

Esta canción después de ser grabada por el “Cuarteto del Mónaco” en los estudios del capitán Visbal en Barranquilla, fue rechazada por las disqueras locales (Tropical, Atlantic y Majestic) ya que presentaba una endeble orquestación: una vocalista desconocida y un ritmo medio extraño (maestranza) lo cual no ofrecía la menor posibilidad de éxito. Sin embargo el autor Echeverría se fue con su música a otra parte y logró que en Medellín, la fábrica de discos Victoria realizara un primer prensaje en pasta de 78 R.P.M que debió ser costeada por él.

Impresionante fue el éxito y después de varias ediciones los derechos de la obra fueron comprados por Discos Fuentes quienes le incorporaron bajo eléctrico y otros elementos, dando pie para que muchos aseguren que se trata de otra grabación, cuando realmente es la original, pero acústicamente maquillada.

El mentado cuarteto integrado para la grabación por Pompilio Rodríguez en la percusión, Alex “El Muñecón” Acosta, clarinete; Ángel Fontalvo, guitarra; Andrés García con la tumbadora y la voz de Nuri Borrás, una educadora descubierta por el maestro Adolfo en un programa de cantantes aficionados de la Emisora Atlántico, era el grupo de planta en la Heladería Mónaco que funcionaba frente al Hotel del Prado en ‘La Arenosa’ de aquellos años.

Respecto al ritmo maestranza, tiene golpes en los cueros similares a los del chandé y su nombre está asociado a la maestra o cantadora de jerarquía en ciertos bailes cantaos que recogen versos populares y melodías viajeras escuchadas en las celebraciones de Carnaval en algunos pueblos de las sabanas de Bolívar.

Ese raro encanto de “Las Cuatro Fiestas” que sabe y huele a sancocho mañanero, a botella de licor vacía, a vela encendida, a pólvora quemada, a beso de novia, a sonrisa de suegra, a brisa helada, a café caliente, a sol sonriente, a borracho amaneció y a abrazo de amigo, necesariamente será siempre un verdadero clásico de la música costeña.

Imploremos una oración a la Virgen Inmaculada para que el año entrante podamos nuevamente encenderle las velitas.

Columnista
7 diciembre, 2013

Las cuatro fiestas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Por Julio Oñate  Cuando uno escucha la canción ‘Las cuatro fiestas’ del compositor barranquillero Adolfo Echeverría, experimenta la sensación de estar abriendo el baúl de los recuerdos, esos recuerdos que llegan siempre cargados de cierta nostalgia, evocadora de aquellos tiempos idos que quisiéramos volver a vivir. Fue en el año 1965 cuando el almíbar musical […]


Por Julio Oñate 

Cuando uno escucha la canción ‘Las cuatro fiestas’ del compositor barranquillero Adolfo Echeverría, experimenta la sensación de estar abriendo el baúl de los recuerdos, esos recuerdos que llegan siempre cargados de cierta nostalgia, evocadora de aquellos tiempos idos que quisiéramos volver a vivir.

Fue en el año 1965 cuando el almíbar musical de esta exótica pieza endulzó el gusto popular caribeño, quedando desde entonces como la melodía pregonera de la más larga y ardiente temporada festiva de nuestra costa, que arranca desde el siete de diciembre con la fiesta de las velitas o de La inmaculada, despide la pascua con sus novenas y aguinaldos, recibe el vibrante año nuevo y remata con el entierro de Joselito Carnaval.

Esta canción después de ser grabada por el “Cuarteto del Mónaco” en los estudios del capitán Visbal en Barranquilla, fue rechazada por las disqueras locales (Tropical, Atlantic y Majestic) ya que presentaba una endeble orquestación: una vocalista desconocida y un ritmo medio extraño (maestranza) lo cual no ofrecía la menor posibilidad de éxito. Sin embargo el autor Echeverría se fue con su música a otra parte y logró que en Medellín, la fábrica de discos Victoria realizara un primer prensaje en pasta de 78 R.P.M que debió ser costeada por él.

Impresionante fue el éxito y después de varias ediciones los derechos de la obra fueron comprados por Discos Fuentes quienes le incorporaron bajo eléctrico y otros elementos, dando pie para que muchos aseguren que se trata de otra grabación, cuando realmente es la original, pero acústicamente maquillada.

El mentado cuarteto integrado para la grabación por Pompilio Rodríguez en la percusión, Alex “El Muñecón” Acosta, clarinete; Ángel Fontalvo, guitarra; Andrés García con la tumbadora y la voz de Nuri Borrás, una educadora descubierta por el maestro Adolfo en un programa de cantantes aficionados de la Emisora Atlántico, era el grupo de planta en la Heladería Mónaco que funcionaba frente al Hotel del Prado en ‘La Arenosa’ de aquellos años.

Respecto al ritmo maestranza, tiene golpes en los cueros similares a los del chandé y su nombre está asociado a la maestra o cantadora de jerarquía en ciertos bailes cantaos que recogen versos populares y melodías viajeras escuchadas en las celebraciones de Carnaval en algunos pueblos de las sabanas de Bolívar.

Ese raro encanto de “Las Cuatro Fiestas” que sabe y huele a sancocho mañanero, a botella de licor vacía, a vela encendida, a pólvora quemada, a beso de novia, a sonrisa de suegra, a brisa helada, a café caliente, a sol sonriente, a borracho amaneció y a abrazo de amigo, necesariamente será siempre un verdadero clásico de la música costeña.

Imploremos una oración a la Virgen Inmaculada para que el año entrante podamos nuevamente encenderle las velitas.