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Columnista - 25 octubre, 2019

Las crisis

“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Romanos 7,19 Entendemos por crisis esos cambios profundos, de retroceso, que se dan en un proceso. O la intensificación de ciertos síntomas que agravan una determinada situación e interrumpen el avance. Sin embargo, un líder siempre se encuentra en crisis. Casi […]

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“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Romanos 7,19

Entendemos por crisis esos cambios profundos, de retroceso, que se dan en un proceso. O la intensificación de ciertos síntomas que agravan una determinada situación e interrumpen el avance.

Sin embargo, un líder siempre se encuentra en crisis. Casi siempre se encuentra haciéndole frente a las dificultades y sorteando toda clase de problemas y decisiones. Por eso, se considera esencial saber cómo sobrellevar las crisis. Un paso importante en este proceso es reconocer que la crisis en la vida del líder es algo normal. De hecho, no sería crisis si no movilizara dentro de nosotros, actitudes y conductas que deben ser sometidas a la soberanía de Dios.

Puede ser que la crisis se origine en algún evento externo; pero, su manifestación más intensa siempre será en nuestro interior. Los líderes deben ser como como los grandes submarinos, que, aunque viven todo el tiempo bajo presión, han sido diseñados para soportarla.

Las crisis, con frecuencia golpean muy duro. Un accidente fatal, una enfermedad prolongada, un revés económico, la ruptura de una relación pueden ser detonantes de una crisis que impida reconciliar su manifestación con los propósitos de Dios para nuestras vidas. Exclamamos: ¿Cómo es posible que esto me esté pasando? Como si estuviéramos automáticamente exentos de sufrir esos problemas. A veces, es esa falta de aceptación, lo que produce más dolor que la prueba misma.

Por otra parte, y aunque nos resulte extraño, es precisamente en medio de la crisis, cuando mejor podemos comprender el amor y apoyo del Señor. Nuestra experiencia de muerte, dolor y fracaso permite la expresión de la vida de Cristo en nosotros. Así, pues, podemos ver la crisis como el medio más apropiado para que la plenitud del poder de Dios se manifieste en nuestras vidas. En tiempos de crisis, tenemos dos caminos: nos desanimamos, achantamos y desistimos de nuestras metas o con valor nos presentamos delante del Señor y pedimos su ayuda para atravesarla.

No pretendo hacer una apología a la crisis, ni afirmar que, para poder dar cabida a la intervención de Dios, debo estar pasando por una crisis; pero, si reconocer que, aunque las crisis no son agradables y ninguna es causa de gozo, si pueden ayudarnos a replantear situaciones y a fortalecer decisiones que añadan valor a la vida integral del líder.

Casi siempre, pretendemos reducir la complejidad del mundo a parámetros más fáciles de manejar y a creer que todos los problemas obedecen a un solo origen, sin darnos cuenta de que la vida misma no es tan sencilla. Nuestra propia vida no es sencilla, somos una mezcla de aciertos y desaciertos, santidad y pecado, verdad y mentira. Nos debatimos entre querer hacer el bien y hacer lo malo. Esa complejidad del mundo exige un tipo de líder con cualidades de integridad y compromiso superior.

Escojamos líderes conforme al corazón de Dios, con ciencia, inteligencia e integridad. ¡Todos a votar!!!

Oramos por Colombia y sus nuevos líderes.

Columnista
25 octubre, 2019

Las crisis

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Romanos 7,19 Entendemos por crisis esos cambios profundos, de retroceso, que se dan en un proceso. O la intensificación de ciertos síntomas que agravan una determinada situación e interrumpen el avance. Sin embargo, un líder siempre se encuentra en crisis. Casi […]


“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” Romanos 7,19

Entendemos por crisis esos cambios profundos, de retroceso, que se dan en un proceso. O la intensificación de ciertos síntomas que agravan una determinada situación e interrumpen el avance.

Sin embargo, un líder siempre se encuentra en crisis. Casi siempre se encuentra haciéndole frente a las dificultades y sorteando toda clase de problemas y decisiones. Por eso, se considera esencial saber cómo sobrellevar las crisis. Un paso importante en este proceso es reconocer que la crisis en la vida del líder es algo normal. De hecho, no sería crisis si no movilizara dentro de nosotros, actitudes y conductas que deben ser sometidas a la soberanía de Dios.

Puede ser que la crisis se origine en algún evento externo; pero, su manifestación más intensa siempre será en nuestro interior. Los líderes deben ser como como los grandes submarinos, que, aunque viven todo el tiempo bajo presión, han sido diseñados para soportarla.

Las crisis, con frecuencia golpean muy duro. Un accidente fatal, una enfermedad prolongada, un revés económico, la ruptura de una relación pueden ser detonantes de una crisis que impida reconciliar su manifestación con los propósitos de Dios para nuestras vidas. Exclamamos: ¿Cómo es posible que esto me esté pasando? Como si estuviéramos automáticamente exentos de sufrir esos problemas. A veces, es esa falta de aceptación, lo que produce más dolor que la prueba misma.

Por otra parte, y aunque nos resulte extraño, es precisamente en medio de la crisis, cuando mejor podemos comprender el amor y apoyo del Señor. Nuestra experiencia de muerte, dolor y fracaso permite la expresión de la vida de Cristo en nosotros. Así, pues, podemos ver la crisis como el medio más apropiado para que la plenitud del poder de Dios se manifieste en nuestras vidas. En tiempos de crisis, tenemos dos caminos: nos desanimamos, achantamos y desistimos de nuestras metas o con valor nos presentamos delante del Señor y pedimos su ayuda para atravesarla.

No pretendo hacer una apología a la crisis, ni afirmar que, para poder dar cabida a la intervención de Dios, debo estar pasando por una crisis; pero, si reconocer que, aunque las crisis no son agradables y ninguna es causa de gozo, si pueden ayudarnos a replantear situaciones y a fortalecer decisiones que añadan valor a la vida integral del líder.

Casi siempre, pretendemos reducir la complejidad del mundo a parámetros más fáciles de manejar y a creer que todos los problemas obedecen a un solo origen, sin darnos cuenta de que la vida misma no es tan sencilla. Nuestra propia vida no es sencilla, somos una mezcla de aciertos y desaciertos, santidad y pecado, verdad y mentira. Nos debatimos entre querer hacer el bien y hacer lo malo. Esa complejidad del mundo exige un tipo de líder con cualidades de integridad y compromiso superior.

Escojamos líderes conforme al corazón de Dios, con ciencia, inteligencia e integridad. ¡Todos a votar!!!

Oramos por Colombia y sus nuevos líderes.