El pasado 15 de noviembre -día de mi cumpleaños-, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy día conformada por 193 naciones, el mundo alcanzó una población de 8 mil millones de personas. Y ayer 16 de noviembre de 2022 cuando terminé de escribir esta columna, ya había 8 mil 300 millones […]
El pasado 15 de noviembre -día de mi cumpleaños-, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy día conformada por 193 naciones, el mundo alcanzó una población de 8 mil millones de personas. Y ayer 16 de noviembre de 2022 cuando terminé de escribir esta columna, ya había 8 mil 300 millones de habitantes. Es decir, la población mundial en un solo día aumentó en 300 mil personas.
La humanidad siempre ha luchado contra las amenazas -interminables podría decirse- que la azotan. En consecuencia, la humanidad como salvaguarda, ha conformado múltiples organizaciones, con las cuales logra vivir en mejores condiciones. Sin embargo, a pesar de las solidaridades y compromisos políticos, económicos y sociales, hay abismales diferencias de bienestar entre las comunidades del planeta tierra, actualmente con muchas calamidades por el calentamiento global derivado del cambio climático generado por las emisiones de gases de efectos invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2), debido más que todo por la explotación de energías fósiles como son el carbón, el petróleo y el gas natural, la deforestación de ecosistemas (cordilleras y selvas), por los procesos de la industrialización y por el avance tecnológico en general. Cuyo control, si bien es cierto le compete a toda la humanidad, la mayor responsabilidad les corresponde especialmente a los gobernantes de todos los países de la tierra, que deben tener la suficiente voluntad para mitigar las emisiones de tales gases, que pone a la humanidad en riesgo de extinción.
El crecimiento poblacional es otra de las enormes preocupaciones de la humanidad, aunque en el momento es inferior al 1%, las últimas proyecciones de la ONU pronostican que la población mundial en 2030 podría llegar a 8.500 millones; a 9.700 millones en 2050 y en la década de 2080 alcanzaría una población de 10.500 millones de habitantes y en este nivel permanecería hasta el 2100. Pero tal desaceleración poblacional conlleva a envejecimiento de la población que, en realidad, no es nada ventajoso, ya que la gente mayor de 75 años demanda inmensos costos en la atención de salud y pensiones, además del cuidado que requieren sus otras necesidades propias de la senilidad, que a menudo padecen, aunque disponga adecuada alimentación, buena atención de la salud y buenos salarios o justas mesadas pensionales.
La reducción de la natalidad también cobija a Colombia, por ende, la esperanza de vida de su población sobrepasaría los 77 años y la población menor a la anterior edad disminuiría proporcionalmente. La situación política actual de nuestro país es bien compleja, para no decir desfavorable, que impide cumplir los compromisos pactados, tales como la erradicación de la pobreza y del hambre, tener sistema de salud con prestación oportuna de servicios, educación de calidad, agua potable, saneamiento básico y bienestar general, trabajo legal con crecimiento económico sostenible, reducción de las desigualdades, igualdad de género, ciudades y comunidades con ambientes ecológicos y buenas comunicaciones, seguridad jurídica y paz sostenible, entre otros acuerdos liderados por la ONU con todo el apoyo posible de cada Estado miembro.
Cabe preguntar: ¿Será que la dirigencia política y empresarial de Colombia quiere en qué se cumpla el anterior compromiso? Personalmente, creo que no. Obviamente, hay excepciones, pero desafortunadamente veo muchos timoratos y ambiguos.
El pasado 15 de noviembre -día de mi cumpleaños-, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy día conformada por 193 naciones, el mundo alcanzó una población de 8 mil millones de personas. Y ayer 16 de noviembre de 2022 cuando terminé de escribir esta columna, ya había 8 mil 300 millones […]
El pasado 15 de noviembre -día de mi cumpleaños-, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hoy día conformada por 193 naciones, el mundo alcanzó una población de 8 mil millones de personas. Y ayer 16 de noviembre de 2022 cuando terminé de escribir esta columna, ya había 8 mil 300 millones de habitantes. Es decir, la población mundial en un solo día aumentó en 300 mil personas.
La humanidad siempre ha luchado contra las amenazas -interminables podría decirse- que la azotan. En consecuencia, la humanidad como salvaguarda, ha conformado múltiples organizaciones, con las cuales logra vivir en mejores condiciones. Sin embargo, a pesar de las solidaridades y compromisos políticos, económicos y sociales, hay abismales diferencias de bienestar entre las comunidades del planeta tierra, actualmente con muchas calamidades por el calentamiento global derivado del cambio climático generado por las emisiones de gases de efectos invernadero, principalmente el dióxido de carbono (CO2), debido más que todo por la explotación de energías fósiles como son el carbón, el petróleo y el gas natural, la deforestación de ecosistemas (cordilleras y selvas), por los procesos de la industrialización y por el avance tecnológico en general. Cuyo control, si bien es cierto le compete a toda la humanidad, la mayor responsabilidad les corresponde especialmente a los gobernantes de todos los países de la tierra, que deben tener la suficiente voluntad para mitigar las emisiones de tales gases, que pone a la humanidad en riesgo de extinción.
El crecimiento poblacional es otra de las enormes preocupaciones de la humanidad, aunque en el momento es inferior al 1%, las últimas proyecciones de la ONU pronostican que la población mundial en 2030 podría llegar a 8.500 millones; a 9.700 millones en 2050 y en la década de 2080 alcanzaría una población de 10.500 millones de habitantes y en este nivel permanecería hasta el 2100. Pero tal desaceleración poblacional conlleva a envejecimiento de la población que, en realidad, no es nada ventajoso, ya que la gente mayor de 75 años demanda inmensos costos en la atención de salud y pensiones, además del cuidado que requieren sus otras necesidades propias de la senilidad, que a menudo padecen, aunque disponga adecuada alimentación, buena atención de la salud y buenos salarios o justas mesadas pensionales.
La reducción de la natalidad también cobija a Colombia, por ende, la esperanza de vida de su población sobrepasaría los 77 años y la población menor a la anterior edad disminuiría proporcionalmente. La situación política actual de nuestro país es bien compleja, para no decir desfavorable, que impide cumplir los compromisos pactados, tales como la erradicación de la pobreza y del hambre, tener sistema de salud con prestación oportuna de servicios, educación de calidad, agua potable, saneamiento básico y bienestar general, trabajo legal con crecimiento económico sostenible, reducción de las desigualdades, igualdad de género, ciudades y comunidades con ambientes ecológicos y buenas comunicaciones, seguridad jurídica y paz sostenible, entre otros acuerdos liderados por la ONU con todo el apoyo posible de cada Estado miembro.
Cabe preguntar: ¿Será que la dirigencia política y empresarial de Colombia quiere en qué se cumpla el anterior compromiso? Personalmente, creo que no. Obviamente, hay excepciones, pero desafortunadamente veo muchos timoratos y ambiguos.