La democracia no es perfecta, tiene sus propias patologías, pero sí es “Perfectible” por quienes gobiernan y esta es otra P, tal vez la más importante, que se le debe añadir al algoritmo de Naím. El concepto de democracia hay que redefinirlo diferenciando cuando estamos en ella y cuando no; no se debe jugar con definiciones espurias, democracias de papel.
En su más reciente libro, ‘La revancha del poder’, Moisés Naím dice que la democracia está en peligro porque los autócratas están reinventando la política en el siglo XXI con tres categorías que él denomina las 3P (no las del paseo): Populismo, Polarización y Posverdad, conceptos a los cuales Duque ha hecho referencia en los últimos días, tal vez para impresionar al auditorio como en otrora lo hizo con la economía naranja de la cual ya no queda nada, excepto las guayaberas de Tuto Uhía.
La verdad, ninguno de estos términos es extraño en cualquier sistema de gobierno, incluida la democracia. El populismo es definido coloquialmente como un conjunto de trucos para acceder al poder mediante la descalificación de las élites gobernantes, el engaño a sectores populares nunca atendidos y la división de la sociedad en clases enemigas. El populismo es tan antiguo como la humanidad y ha sido concomitante con la división social, no su causa.
No hay que confundir el diagnóstico serio de una sociedad con el populismo pero es lo que a menudo ocurre. Un diagnóstico permite señalar las fallas que tenga un proceso cualquiera pero a algunos no les conviene que se revele; a quien lo haga lo llaman populista. Con esta concepción ya entraríamos al campo de la posverdad que es la manipulación de la información y la distorsión de los hechos, desestimando los datos y la ciencia. La mayor capacidad de desinformar la tienen los dueños del poder porque poseen todos los medios a su alcance.
En las guerras es donde más se falsea la realidad; por eso se dice que en estas, la primera víctima es la verdad y Colombia está en guerra. La polarización, por su lado, maximiza las controversias generacionales, políticas, económicas y culturales. Según Naím, estas tres manifestaciones, para él exógenas, constituyen un triángulo peligroso para la democracia, más, esto ha ocurrido en todos los regímenes y épocas.
Roma, p.ej., por su significado histórico, que fue una monarquía, una república y un imperio, en cada una de estas instancias de gobierno las 3P estuvieron presentes porque le son inmanentes a las prácticas de gobernar: la mentira, la perfidia, la intriga, la desinformación, la defenestración y el crimen, están en el quehacer de la humanidad. Incluso, en los procesos gubernativos bíblicos estos antivalores constituyeron la moda.
La democracia no es perfecta, tiene sus propias patologías, pero sí es “Perfectible” por quienes gobiernan y esta es otra P, tal vez la más importante, que se le debe añadir al algoritmo de Naím. El concepto de democracia hay que redefinirlo diferenciando cuando estamos en ella y cuando no; no se debe jugar con definiciones espurias, democracias de papel.
Un principio básico es que haya independencia de poderes, en Colombia no ocurre, solo hay elecciones, muchas veces cuestionadas y muchos de sus resultados son los que narra la posverdad.
La historia le contará a las nuevas generaciones que las elecciones presidenciales de 1970 y las de 2018, p.ej., fueron totalmente transparentes, libres de narcos y de mercaderes electorales. Aquí se aplica el dicho de que cada quien cuenta según le vaya en la fiesta. También, la posverdad dirá que en el actual proceso electoral, el presidente de la república y el fiscal general de la nación no han intervenido ni irrespetado la constitución al intervenir sin recato institucional en favor de un candidato específico; de la misma manera excusarían al comandante del ejército nacional y es posible que lo condecoren y lo cubran de gloria. La posverdad oculta la verdad histórica. Y que conste, esta no es Venezuela donde se dice que existe una dictadura; somos la Grecia de Sócrates.
La democracia no es perfecta, tiene sus propias patologías, pero sí es “Perfectible” por quienes gobiernan y esta es otra P, tal vez la más importante, que se le debe añadir al algoritmo de Naím. El concepto de democracia hay que redefinirlo diferenciando cuando estamos en ella y cuando no; no se debe jugar con definiciones espurias, democracias de papel.
En su más reciente libro, ‘La revancha del poder’, Moisés Naím dice que la democracia está en peligro porque los autócratas están reinventando la política en el siglo XXI con tres categorías que él denomina las 3P (no las del paseo): Populismo, Polarización y Posverdad, conceptos a los cuales Duque ha hecho referencia en los últimos días, tal vez para impresionar al auditorio como en otrora lo hizo con la economía naranja de la cual ya no queda nada, excepto las guayaberas de Tuto Uhía.
La verdad, ninguno de estos términos es extraño en cualquier sistema de gobierno, incluida la democracia. El populismo es definido coloquialmente como un conjunto de trucos para acceder al poder mediante la descalificación de las élites gobernantes, el engaño a sectores populares nunca atendidos y la división de la sociedad en clases enemigas. El populismo es tan antiguo como la humanidad y ha sido concomitante con la división social, no su causa.
No hay que confundir el diagnóstico serio de una sociedad con el populismo pero es lo que a menudo ocurre. Un diagnóstico permite señalar las fallas que tenga un proceso cualquiera pero a algunos no les conviene que se revele; a quien lo haga lo llaman populista. Con esta concepción ya entraríamos al campo de la posverdad que es la manipulación de la información y la distorsión de los hechos, desestimando los datos y la ciencia. La mayor capacidad de desinformar la tienen los dueños del poder porque poseen todos los medios a su alcance.
En las guerras es donde más se falsea la realidad; por eso se dice que en estas, la primera víctima es la verdad y Colombia está en guerra. La polarización, por su lado, maximiza las controversias generacionales, políticas, económicas y culturales. Según Naím, estas tres manifestaciones, para él exógenas, constituyen un triángulo peligroso para la democracia, más, esto ha ocurrido en todos los regímenes y épocas.
Roma, p.ej., por su significado histórico, que fue una monarquía, una república y un imperio, en cada una de estas instancias de gobierno las 3P estuvieron presentes porque le son inmanentes a las prácticas de gobernar: la mentira, la perfidia, la intriga, la desinformación, la defenestración y el crimen, están en el quehacer de la humanidad. Incluso, en los procesos gubernativos bíblicos estos antivalores constituyeron la moda.
La democracia no es perfecta, tiene sus propias patologías, pero sí es “Perfectible” por quienes gobiernan y esta es otra P, tal vez la más importante, que se le debe añadir al algoritmo de Naím. El concepto de democracia hay que redefinirlo diferenciando cuando estamos en ella y cuando no; no se debe jugar con definiciones espurias, democracias de papel.
Un principio básico es que haya independencia de poderes, en Colombia no ocurre, solo hay elecciones, muchas veces cuestionadas y muchos de sus resultados son los que narra la posverdad.
La historia le contará a las nuevas generaciones que las elecciones presidenciales de 1970 y las de 2018, p.ej., fueron totalmente transparentes, libres de narcos y de mercaderes electorales. Aquí se aplica el dicho de que cada quien cuenta según le vaya en la fiesta. También, la posverdad dirá que en el actual proceso electoral, el presidente de la república y el fiscal general de la nación no han intervenido ni irrespetado la constitución al intervenir sin recato institucional en favor de un candidato específico; de la misma manera excusarían al comandante del ejército nacional y es posible que lo condecoren y lo cubran de gloria. La posverdad oculta la verdad histórica. Y que conste, esta no es Venezuela donde se dice que existe una dictadura; somos la Grecia de Sócrates.