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Columnista - 9 agosto, 2021

La violencia sigue rondando al fútbol

Nuevamente noticia de primera página la violencia que se produce como consecuencia de los partidos de fútbol. Muchos hinchas enloquecidos porque se gana o se pierde y casi siempre hay perdedor o ganador. Cientos de testimonios incluyendo el de grupos familiares asistentes, videos de cámara de vigilancia y las de los teléfonos celulares nos muestran […]

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Nuevamente noticia de primera página la violencia que se produce como consecuencia de los partidos de fútbol. Muchos hinchas enloquecidos porque se gana o se pierde y casi siempre hay perdedor o ganador.

Cientos de testimonios incluyendo el de grupos familiares asistentes, videos de cámara de vigilancia y las de los teléfonos celulares nos muestran las inauditas escenas que exponen a unos atarvanes enloquecidos sin control y límites y todo porque se ganó o perdió un partido de fútbol. Da lo mismo, el motivo es lo de menos. Es la catarsis del hombre-lobo.

Mis aproximaciones a ese deporte han sido escasas y no por ausencia de atractivos, pues creo que los tiene, pero desde niño y cuando asistía a la rudimentaria cancha en la que se jugaba lo más evidente eran las patadas agresivas y puñetazos. Pareciera que sin lesionados no hay juego. Eso marchitó mi acercamiento, tanto así que no recuerdo los nombres de los equipos de mi localidad y creo que ha sido por la falta de interés.

Pasando el tiempo mi desinterés lo han abonado los chistes malos como aquel que expresa que el fútbol es una pelea de tipos en calzoncillo y franelilla dándole patadas a un balón que no les ha hecho nada.

He tratado de encontrar la fantasía que nos venden, como aquella de que pronto seremos campeones mundiales, cuando en la realidad llegar a los cuartos de final es una vaporosa nube de ilusiones que confirma la mediocridad de nuestro fútbol -que no tanto de algunos futbolistas-. Dicho directamente, nuestro fútbol es malo y no ha llegado ni llegará en el mediano futuro a nada. La Selección Colombia no funciona porque es una colcha de ególatras inconexos y niños malcriados. Eso no es un equipo.

No entiendo yo cómo es que para tramitarse una contienda futbolística se tenga que acudir a medidas extraordinarias de Policía y lo que no debiera ser más que una interesante y estimulante competencia termina en una batalla campal, muertos incluidos.  

Creo muy seria y sinceramente que así no se va a poder seguir y va a tocar aplicar correctivos drásticos, aleccionadores, lo que no es fácil por la gran cantidad de intereses de todo tipo y nivel que concurren alrededor de unos resultados. 

Y no me vengan con el cuento que esas reacciones reflejan al país y sus desigualdades pues cuando lo de las barras bravas inglesas o “Hooligans” estaban en su apogeo Inglaterra era y es una potencia mundial. 

Aquí lo que va quedando en evidencia es la falta de control y en ausencia de este, reina el caos. Eso no es muy difícil de entender. ¿Qué dosis de fuerza y medidas se necesitan?  Eso tendrán que averiguarlo las personas que por deber deben saberlo.  Eso es una tarea. 

Pero es que el fútbol tiene la culpa por aquello que es un símil de una batalla campal y entonces uno piensa que de pronto sí y en algo, pero me pregunto por qué en mis largos años de espectador de otros deportes como es que nunca he visto agredir con un bate de béisbol a un contrincante.

Lo cierto es que en multitud de ocasiones el fenómeno del fútbol induce violencia y como mínimo estridencia. Nada más que se anote un gol y por cada uno de ellos se deben soportar las inflexiones vocales, gritos de tinte orgásmicos convulsivos de los narradores. En la l de la palabra  “gol” se llega el agotamiento.

Columnista
9 agosto, 2021

La violencia sigue rondando al fútbol

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Nuevamente noticia de primera página la violencia que se produce como consecuencia de los partidos de fútbol. Muchos hinchas enloquecidos porque se gana o se pierde y casi siempre hay perdedor o ganador. Cientos de testimonios incluyendo el de grupos familiares asistentes, videos de cámara de vigilancia y las de los teléfonos celulares nos muestran […]


Nuevamente noticia de primera página la violencia que se produce como consecuencia de los partidos de fútbol. Muchos hinchas enloquecidos porque se gana o se pierde y casi siempre hay perdedor o ganador.

Cientos de testimonios incluyendo el de grupos familiares asistentes, videos de cámara de vigilancia y las de los teléfonos celulares nos muestran las inauditas escenas que exponen a unos atarvanes enloquecidos sin control y límites y todo porque se ganó o perdió un partido de fútbol. Da lo mismo, el motivo es lo de menos. Es la catarsis del hombre-lobo.

Mis aproximaciones a ese deporte han sido escasas y no por ausencia de atractivos, pues creo que los tiene, pero desde niño y cuando asistía a la rudimentaria cancha en la que se jugaba lo más evidente eran las patadas agresivas y puñetazos. Pareciera que sin lesionados no hay juego. Eso marchitó mi acercamiento, tanto así que no recuerdo los nombres de los equipos de mi localidad y creo que ha sido por la falta de interés.

Pasando el tiempo mi desinterés lo han abonado los chistes malos como aquel que expresa que el fútbol es una pelea de tipos en calzoncillo y franelilla dándole patadas a un balón que no les ha hecho nada.

He tratado de encontrar la fantasía que nos venden, como aquella de que pronto seremos campeones mundiales, cuando en la realidad llegar a los cuartos de final es una vaporosa nube de ilusiones que confirma la mediocridad de nuestro fútbol -que no tanto de algunos futbolistas-. Dicho directamente, nuestro fútbol es malo y no ha llegado ni llegará en el mediano futuro a nada. La Selección Colombia no funciona porque es una colcha de ególatras inconexos y niños malcriados. Eso no es un equipo.

No entiendo yo cómo es que para tramitarse una contienda futbolística se tenga que acudir a medidas extraordinarias de Policía y lo que no debiera ser más que una interesante y estimulante competencia termina en una batalla campal, muertos incluidos.  

Creo muy seria y sinceramente que así no se va a poder seguir y va a tocar aplicar correctivos drásticos, aleccionadores, lo que no es fácil por la gran cantidad de intereses de todo tipo y nivel que concurren alrededor de unos resultados. 

Y no me vengan con el cuento que esas reacciones reflejan al país y sus desigualdades pues cuando lo de las barras bravas inglesas o “Hooligans” estaban en su apogeo Inglaterra era y es una potencia mundial. 

Aquí lo que va quedando en evidencia es la falta de control y en ausencia de este, reina el caos. Eso no es muy difícil de entender. ¿Qué dosis de fuerza y medidas se necesitan?  Eso tendrán que averiguarlo las personas que por deber deben saberlo.  Eso es una tarea. 

Pero es que el fútbol tiene la culpa por aquello que es un símil de una batalla campal y entonces uno piensa que de pronto sí y en algo, pero me pregunto por qué en mis largos años de espectador de otros deportes como es que nunca he visto agredir con un bate de béisbol a un contrincante.

Lo cierto es que en multitud de ocasiones el fenómeno del fútbol induce violencia y como mínimo estridencia. Nada más que se anote un gol y por cada uno de ellos se deben soportar las inflexiones vocales, gritos de tinte orgásmicos convulsivos de los narradores. En la l de la palabra  “gol” se llega el agotamiento.