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Columnista - 20 noviembre, 2018

La vida… un hola, un hasta luego

Hay momentos felices que marcan los designios de la vida, momentos que te llevan a soñar, a creer;  momentos que te sacan una sonrisa. También hay recuerdos tristes, remembranzas que aligeran el paso ante nubes oscuras que empañan el firmamento de la alegría y las  ilusiones. Ante las derrotas buscamos a quien culpar;  las mieles […]

Hay momentos felices que marcan los designios de la vida, momentos que te llevan a soñar, a creer;  momentos que te sacan una sonrisa. También hay recuerdos tristes, remembranzas que aligeran el paso ante nubes oscuras que empañan el firmamento de la alegría y las  ilusiones.

Ante las derrotas buscamos a quien culpar;  las mieles de la alegría la bebemos solos y pretendemos que nos acompañen aquellos a quienes tiramos cuando íbamos cuesta arriba. Pero la vida sigue siendo efímera, por ello hay que cultivarla bien, sacarle el mejor partido y no permitir que los episodios oscuros nos llenen de angustias el alma. Hay que luchar,  con la convicción que aun siendo una corrida con poca probabilidad de cortar rabo y oreja; el poder lidiar, debe ser una ganancia importante. La debilidad no tiene cabida en la gente de éxito, el caerse  y soportar derrotas  debe servir para proseguir con más  fuerza. Es el llamado que se le hace a la juventud, aquellos muchachos que están en el pináculo de la fuerza, los que están en la  lista de los grandes. No hay tiempo para sucumbir  ante la primera adversidad,   Si la tecnología a través de los grandes celulares, el internet, sistema de posicionamiento global, -GPS- satélites, microondas, música digital, computadores portátiles etc. nos ha abierto puertas, ante grandes escenarios; no permitamos que sea la misma tecnología la que nos desvíe del camino y nos lleve a cerrar la puerta de la vida misma. “Se añoran las cosas buenas que tienden a fallecer, dicen que una canción vieja es mejor que una reciente, pero al irse la reciente entonces es mejor también” la juventud se va imponiendo a través del mejor acto que puede tener la vida, la perseverancia; trabajar el ahora, sacar lo mejor de cada uno y darle ese sentido a todo lo que hagamos, ser extraordinarios. La última salida que podemos tener como opción es sucumbir, dejar en el ambiente la cobardía de no luchar y permitir el reconocimiento del fracaso de toda una sociedad, sobre todo cuando confiamos en esa persona y le damos nuestro mejor crédito. El fugaz momento de un hola al saludar y un hasta luego al despedirnos, es la vida. Y en medio de la vida hay razones para vivirla siempre de la mano de una sonrisa, escribir un poema, disfrutarlo y compartirlo; o quizás dejarlo por ahí, a la deriva para que busque su propio espacio y se gane la posibilidad de la inmortalidad. Cuando todo eso pase y tengamos que despedirnos, hagamos un balance y con alegría demos viva a la labor cumplida. Este es un mensaje subliminal, para los jóvenes, aquellos que tengo cerca de mi corazón, mis hijos; los amigos cercanos a ellos y los que he orientado a ser mejores personas cuando me paro al frente de un grupo de estudiantes, mis estudiantes; los que aprendo a querer tanto como ellos a mí. La vida es sagrada, pero es efímera, no la podemos conservar por siempre, como tampoco la juventud, por eso es vil desperdiciarla o tratar de abusar de ella.
La vida… un hola, un hasta luego. Sólo Eso.


Por Eduardo Santos Ortega Vergara

Columnista
20 noviembre, 2018

La vida… un hola, un hasta luego

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Hay momentos felices que marcan los designios de la vida, momentos que te llevan a soñar, a creer;  momentos que te sacan una sonrisa. También hay recuerdos tristes, remembranzas que aligeran el paso ante nubes oscuras que empañan el firmamento de la alegría y las  ilusiones. Ante las derrotas buscamos a quien culpar;  las mieles […]


Hay momentos felices que marcan los designios de la vida, momentos que te llevan a soñar, a creer;  momentos que te sacan una sonrisa. También hay recuerdos tristes, remembranzas que aligeran el paso ante nubes oscuras que empañan el firmamento de la alegría y las  ilusiones.

Ante las derrotas buscamos a quien culpar;  las mieles de la alegría la bebemos solos y pretendemos que nos acompañen aquellos a quienes tiramos cuando íbamos cuesta arriba. Pero la vida sigue siendo efímera, por ello hay que cultivarla bien, sacarle el mejor partido y no permitir que los episodios oscuros nos llenen de angustias el alma. Hay que luchar,  con la convicción que aun siendo una corrida con poca probabilidad de cortar rabo y oreja; el poder lidiar, debe ser una ganancia importante. La debilidad no tiene cabida en la gente de éxito, el caerse  y soportar derrotas  debe servir para proseguir con más  fuerza. Es el llamado que se le hace a la juventud, aquellos muchachos que están en el pináculo de la fuerza, los que están en la  lista de los grandes. No hay tiempo para sucumbir  ante la primera adversidad,   Si la tecnología a través de los grandes celulares, el internet, sistema de posicionamiento global, -GPS- satélites, microondas, música digital, computadores portátiles etc. nos ha abierto puertas, ante grandes escenarios; no permitamos que sea la misma tecnología la que nos desvíe del camino y nos lleve a cerrar la puerta de la vida misma. “Se añoran las cosas buenas que tienden a fallecer, dicen que una canción vieja es mejor que una reciente, pero al irse la reciente entonces es mejor también” la juventud se va imponiendo a través del mejor acto que puede tener la vida, la perseverancia; trabajar el ahora, sacar lo mejor de cada uno y darle ese sentido a todo lo que hagamos, ser extraordinarios. La última salida que podemos tener como opción es sucumbir, dejar en el ambiente la cobardía de no luchar y permitir el reconocimiento del fracaso de toda una sociedad, sobre todo cuando confiamos en esa persona y le damos nuestro mejor crédito. El fugaz momento de un hola al saludar y un hasta luego al despedirnos, es la vida. Y en medio de la vida hay razones para vivirla siempre de la mano de una sonrisa, escribir un poema, disfrutarlo y compartirlo; o quizás dejarlo por ahí, a la deriva para que busque su propio espacio y se gane la posibilidad de la inmortalidad. Cuando todo eso pase y tengamos que despedirnos, hagamos un balance y con alegría demos viva a la labor cumplida. Este es un mensaje subliminal, para los jóvenes, aquellos que tengo cerca de mi corazón, mis hijos; los amigos cercanos a ellos y los que he orientado a ser mejores personas cuando me paro al frente de un grupo de estudiantes, mis estudiantes; los que aprendo a querer tanto como ellos a mí. La vida es sagrada, pero es efímera, no la podemos conservar por siempre, como tampoco la juventud, por eso es vil desperdiciarla o tratar de abusar de ella.
La vida… un hola, un hasta luego. Sólo Eso.


Por Eduardo Santos Ortega Vergara