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Columnista - 1 agosto, 2018

La vida humana, una travesía emocional

El ser humano cuando está en un laberinto, no es cuerpo de cera que se sumerge en la llama del sueño; debe vestirse de serenidad para buscar el hilo de Ariadna y salir a viajar con el perfume de la lluvia. Un viaje, dice Giancarlos Calderón: “Es siempre una travesía emocional: entender comportamientos propios y […]

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El ser humano cuando está en un laberinto, no es cuerpo de cera que se sumerge en la llama del sueño; debe vestirse de serenidad para buscar el hilo de Ariadna y salir a viajar con el perfume de la lluvia. Un viaje, dice Giancarlos Calderón: “Es siempre una travesía emocional: entender comportamientos propios y ajenos; reconocer heridas y saborear el perdón. Es tener la posibilidad, a veces esquiva en la vida cotidiana, de ponerse lentes especiales, para ver esa maraña indescifrable de crónicas, de sentimientos y de ideas”.

La vida humana es un permanente viaje por diversas estaciones en la búsqueda de un equilibrio inferior a uno superior. La primera estancia de ese viaje es el mar uterino, y ahí se confirma nuestra condición de que somos seres anhelantes de afecto y ternura. Cada viaje es una madeja de tiempo, cuyos hilos comienzan a entrelazarse en la nostalgia candorosa de la infancia y los dorados paisajes juveniles del amor y de los sueños; luego prosiguen los radiantes colores de los proyectos laborales y familiares. Viajar es una renovación permanente de saberes y experiencias.

Vivir es una victoria que Dios nos ha regalado. El ser humano está dotado de talento, esa capacidad de realizar determinadas acciones, como consecuencia de las aptitudes o habilidades que tenga y el conocimiento y la experiencia. Lo importante es descubrir ese talento, y en eso juega un papel determinante la Escuela. Los padres son los responsables de formar a sus hijos en los principios y los valores de buenos ciudadanos, y en los hábitos del bienestar físico y anímico. La Escuela tiene en sus funciones la enseñanza de un plan de estudio determinado y complementar el desarrollo integral de la personalidad de los estudiantes; pero debe fortalecer el desarrollo de las inteligencias relacionadas con la creatividad y la inteligencia intrapersonal para conocer los aspectos profundos y personales.

La creatividad (es crear en ti la vida), es descubrir que somos seres talentosos, soñadores, creadores y valoramos la vida. Promover la educación artística a temprana edad es formar personas con una sensibilidad que les permite elevar el espíritu, conocer su yo interno, fuera de dogmas y con un amplio criterio. Un amante del arte, tiene una dimensión superior de la vida, la belleza, la ensoñación y el asombro. Es defensor y practicante de la empatía, esa cualidad humana para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar y de esta manera poder responder correctamente a sus reacciones emocionales.

Por: José Atuesta Mindiola 

Columnista
1 agosto, 2018

La vida humana, una travesía emocional

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

El ser humano cuando está en un laberinto, no es cuerpo de cera que se sumerge en la llama del sueño; debe vestirse de serenidad para buscar el hilo de Ariadna y salir a viajar con el perfume de la lluvia. Un viaje, dice Giancarlos Calderón: “Es siempre una travesía emocional: entender comportamientos propios y […]


El ser humano cuando está en un laberinto, no es cuerpo de cera que se sumerge en la llama del sueño; debe vestirse de serenidad para buscar el hilo de Ariadna y salir a viajar con el perfume de la lluvia. Un viaje, dice Giancarlos Calderón: “Es siempre una travesía emocional: entender comportamientos propios y ajenos; reconocer heridas y saborear el perdón. Es tener la posibilidad, a veces esquiva en la vida cotidiana, de ponerse lentes especiales, para ver esa maraña indescifrable de crónicas, de sentimientos y de ideas”.

La vida humana es un permanente viaje por diversas estaciones en la búsqueda de un equilibrio inferior a uno superior. La primera estancia de ese viaje es el mar uterino, y ahí se confirma nuestra condición de que somos seres anhelantes de afecto y ternura. Cada viaje es una madeja de tiempo, cuyos hilos comienzan a entrelazarse en la nostalgia candorosa de la infancia y los dorados paisajes juveniles del amor y de los sueños; luego prosiguen los radiantes colores de los proyectos laborales y familiares. Viajar es una renovación permanente de saberes y experiencias.

Vivir es una victoria que Dios nos ha regalado. El ser humano está dotado de talento, esa capacidad de realizar determinadas acciones, como consecuencia de las aptitudes o habilidades que tenga y el conocimiento y la experiencia. Lo importante es descubrir ese talento, y en eso juega un papel determinante la Escuela. Los padres son los responsables de formar a sus hijos en los principios y los valores de buenos ciudadanos, y en los hábitos del bienestar físico y anímico. La Escuela tiene en sus funciones la enseñanza de un plan de estudio determinado y complementar el desarrollo integral de la personalidad de los estudiantes; pero debe fortalecer el desarrollo de las inteligencias relacionadas con la creatividad y la inteligencia intrapersonal para conocer los aspectos profundos y personales.

La creatividad (es crear en ti la vida), es descubrir que somos seres talentosos, soñadores, creadores y valoramos la vida. Promover la educación artística a temprana edad es formar personas con una sensibilidad que les permite elevar el espíritu, conocer su yo interno, fuera de dogmas y con un amplio criterio. Un amante del arte, tiene una dimensión superior de la vida, la belleza, la ensoñación y el asombro. Es defensor y practicante de la empatía, esa cualidad humana para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar y de esta manera poder responder correctamente a sus reacciones emocionales.

Por: José Atuesta Mindiola