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Columnista - 16 febrero, 2010

La vergüenza de un eco-parque

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres Para los caminantes de la madrugada, aquellos que renuevan su vida apropiándose un poco del aire entre puro y contaminado del río Guatapurí, no deja de ser una tortura la contemplación reflexiva al pasar por el Eco-parque. Conviene aclarar. No hay paseo – caminata más refrescante y reconfortante que […]

ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

Para los caminantes de la madrugada, aquellos que renuevan su vida apropiándose un poco del aire entre puro y contaminado del río Guatapurí, no deja de ser una tortura la contemplación reflexiva al pasar por el Eco-parque.

Conviene aclarar. No hay paseo – caminata más refrescante y reconfortante que ese mañanero, no sólo por inyectar oxigeno y desentumecer los músculos de nuestro cada vez más frágil organismo, sino también por el alimento fresco noticioso ofrecido por esa cofradía de tertuliantes gritones que conforman el grupo.

En medio de esa alegría, no obstante, el corazón suele arrugarse todas las mañanas, pervirtiendo el oxigeno que aspiramos, al toparnos de frente con la obra ‘eco-parque’, llamado a ser un espacio ambiental a la vera del río para el goce y recreo sano de los habitantes de la periferia de Valledupar, sus más asiduos usufructuarios. Llamado a ser, digo… porque apenas empieza a divisarse el empotramiento de la escultura del Ecce Homo luego de permanecer como ‘bultos varios’ en un potrero de una finca vecina.

El proyecto eco-parque fue bien concebido pero mal engendrado, lo que podría explicar lo interminable del embarazo: pudiendo parirse en pocos meses por vía natural, se ha dilatado el proceso por varios años, encareciéndose, y ni siquiera por cesárea ha podido nacer la criatura.

Lo que mal comienza mal termina. El proceso comenzó infectado por el punible ayuntamiento entre la administración municipal con la empresa ‘Leasing de Occidente S.A.’, operación impertinente y abusiva que obligó a la entidad disciplinaria a destituir al alcalde de la época, el avieso Ciro Pupo Castro, por eludir una formalidad insoslayable (la pendejadita de la licitación) prevista por la ley 80 para toda contratación pública.

Eso es leche derramada y no vale la pena llorar sobre ella. Recalemos en la obra en sí. Después de casi 4 años, la obra no ha sido entregada/recibida, ¿cómo explicar el desparpajo de casi tres años de  morosidad en el cumplimiento del contrato? Sin embargo, vaya contradicción sospechosa, el municipio le paga al contratista unas altas sumas por concepto de intereses.

Un Leasing es, en síntesis, un contrato financiero de arriendo de un bien determinado con opción de comprarlo a la hora de nonas. Así se contrató el Eco-parque, con la creativa y punible modalidad de leasing, según el cual el municipio le cedería un terreno a Leasing de Occidente S.A. para construir unas obras que el mismo municipio, propietario del terreno, recibiría luego en arriendo una vez entregadas para su disfrute. Resulta, sin embargo, que las obras no han sido recibidas aún, ¿por qué carajo, entonces, la causación de intereses?. ¿A cuánto ascienden? ¿por qué no se mosquean las autoridades municipales de control?

Husmeando por recovecos y documentos oficiales, el ciudadano desprevenido encuentra en la formulación del contrato irregularidades monstruosas que fácilmente darían con los huesos en la cárcel de muchos de los intervinientes. Asombroso, pero para el caso no se calcularon las cantidades de obras a ejecutar ni se hizo el análisis de precios unitarios, las veedurías ciudadanas fueron marginadas, no existe un cronograma de ejecución ni los planos de localización de las obras… en fin, fueron pretermitidas muchas formalidades de ley, incluido el permiso de Minambiente por ubicarse el eco-parque en zona de reserva forestar.

¿Qué interventor serio osaría recibir unas obras así cuando ni siquiera ha podido confrontar precios por no existir unos previos unitarios? Mientras, crece la suspicaz sospecha ciudadana de un sobre costo aproximado a los $3.000’000.000, sobre todo cuando tampoco se ven por ningún lado los gaviones para la protección del parque estipulados expresamente en el contrato por valor de $1.000’000.000.

Algo hiede. Tres alcaldes han sucedido a Pupo Castro, y a ninguno se le ha oído la voz de protesta en defensa de Valledupar. Algo anda mal… ya lo había advertido la Contraloría Municipal en alusión a la concesión del Amoblamiento Urbano, socio de U.T. Upar, subcontratista de Leasing de Occidente S.A. en el cacareado Eco-parque.

Líbranos Señor…

[email protected]

Columnista
16 febrero, 2010

La vergüenza de un eco-parque

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres Para los caminantes de la madrugada, aquellos que renuevan su vida apropiándose un poco del aire entre puro y contaminado del río Guatapurí, no deja de ser una tortura la contemplación reflexiva al pasar por el Eco-parque. Conviene aclarar. No hay paseo – caminata más refrescante y reconfortante que […]


ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

Para los caminantes de la madrugada, aquellos que renuevan su vida apropiándose un poco del aire entre puro y contaminado del río Guatapurí, no deja de ser una tortura la contemplación reflexiva al pasar por el Eco-parque.

Conviene aclarar. No hay paseo – caminata más refrescante y reconfortante que ese mañanero, no sólo por inyectar oxigeno y desentumecer los músculos de nuestro cada vez más frágil organismo, sino también por el alimento fresco noticioso ofrecido por esa cofradía de tertuliantes gritones que conforman el grupo.

En medio de esa alegría, no obstante, el corazón suele arrugarse todas las mañanas, pervirtiendo el oxigeno que aspiramos, al toparnos de frente con la obra ‘eco-parque’, llamado a ser un espacio ambiental a la vera del río para el goce y recreo sano de los habitantes de la periferia de Valledupar, sus más asiduos usufructuarios. Llamado a ser, digo… porque apenas empieza a divisarse el empotramiento de la escultura del Ecce Homo luego de permanecer como ‘bultos varios’ en un potrero de una finca vecina.

El proyecto eco-parque fue bien concebido pero mal engendrado, lo que podría explicar lo interminable del embarazo: pudiendo parirse en pocos meses por vía natural, se ha dilatado el proceso por varios años, encareciéndose, y ni siquiera por cesárea ha podido nacer la criatura.

Lo que mal comienza mal termina. El proceso comenzó infectado por el punible ayuntamiento entre la administración municipal con la empresa ‘Leasing de Occidente S.A.’, operación impertinente y abusiva que obligó a la entidad disciplinaria a destituir al alcalde de la época, el avieso Ciro Pupo Castro, por eludir una formalidad insoslayable (la pendejadita de la licitación) prevista por la ley 80 para toda contratación pública.

Eso es leche derramada y no vale la pena llorar sobre ella. Recalemos en la obra en sí. Después de casi 4 años, la obra no ha sido entregada/recibida, ¿cómo explicar el desparpajo de casi tres años de  morosidad en el cumplimiento del contrato? Sin embargo, vaya contradicción sospechosa, el municipio le paga al contratista unas altas sumas por concepto de intereses.

Un Leasing es, en síntesis, un contrato financiero de arriendo de un bien determinado con opción de comprarlo a la hora de nonas. Así se contrató el Eco-parque, con la creativa y punible modalidad de leasing, según el cual el municipio le cedería un terreno a Leasing de Occidente S.A. para construir unas obras que el mismo municipio, propietario del terreno, recibiría luego en arriendo una vez entregadas para su disfrute. Resulta, sin embargo, que las obras no han sido recibidas aún, ¿por qué carajo, entonces, la causación de intereses?. ¿A cuánto ascienden? ¿por qué no se mosquean las autoridades municipales de control?

Husmeando por recovecos y documentos oficiales, el ciudadano desprevenido encuentra en la formulación del contrato irregularidades monstruosas que fácilmente darían con los huesos en la cárcel de muchos de los intervinientes. Asombroso, pero para el caso no se calcularon las cantidades de obras a ejecutar ni se hizo el análisis de precios unitarios, las veedurías ciudadanas fueron marginadas, no existe un cronograma de ejecución ni los planos de localización de las obras… en fin, fueron pretermitidas muchas formalidades de ley, incluido el permiso de Minambiente por ubicarse el eco-parque en zona de reserva forestar.

¿Qué interventor serio osaría recibir unas obras así cuando ni siquiera ha podido confrontar precios por no existir unos previos unitarios? Mientras, crece la suspicaz sospecha ciudadana de un sobre costo aproximado a los $3.000’000.000, sobre todo cuando tampoco se ven por ningún lado los gaviones para la protección del parque estipulados expresamente en el contrato por valor de $1.000’000.000.

Algo hiede. Tres alcaldes han sucedido a Pupo Castro, y a ninguno se le ha oído la voz de protesta en defensa de Valledupar. Algo anda mal… ya lo había advertido la Contraloría Municipal en alusión a la concesión del Amoblamiento Urbano, socio de U.T. Upar, subcontratista de Leasing de Occidente S.A. en el cacareado Eco-parque.

Líbranos Señor…

[email protected]