Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA Fue dicho en tono de gracejo y, sin embargo, deberíamos tomarlo con toda la seriedad que la situación demanda. A los afectados por el invierno es preciso reubicarlos en una sociedad más justa. Para ello lo primero es mitigar, con carácter de urgencia, las necesidades de los damnificados. Cuando bajen las […]
Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA
Fue dicho en tono de gracejo y, sin embargo, deberíamos tomarlo con toda la seriedad que la situación demanda. A los afectados por el invierno es preciso reubicarlos en una sociedad más justa.
Para ello lo primero es mitigar, con carácter de urgencia, las necesidades de los damnificados. Cuando bajen las aguas el propósito explícito de las políticas públicas que se diseñen para la reconstrucción de todas las áreas geográficas debería ser el surgimiento de una sociedad colombiana más equitativa de la que teníamos antes de la tragedia.
Para diseñar esa política son necesarios varios prerrequisitos. El primero es entender que la sola reposición de los pocos bienes que tenían la mayoría de los afectados, es insuficiente por razones éticas y económicas. La reconstrucción del entorno económico debería pensarse, y hacerse, en busca de más y mejores ingresos para los afectados, como resultado de las oportunidades que se creen para su nuevo modus vivendi.
Ello supone un proceso de planeación espacial y de las actividades económicas que genere más igualdad de oportunidades. Lo cual constituye un reto para el planeamiento urbano en previsión de que no se construyan alrededor de las ciudades nuevas villas miseria; para la política rural a fin de que los campesinos no se vean forzados a trasladarse a las zonas más propensas a sufrir los impactos de la naturaleza; y para la política ambiental con el propósito de que el buen uso de los recursos naturales sea el diario transcurrir de las políticas públicas y no sólo el sonsonete de los gobiernos.
Estos nobles fines exigen la creación de una gerencia pública prístina en lo ético y eficiente en lo económico, para que ninguno de los recursos que se destinen a la reconstrucción se desvíe a manos privadas o constituya un costoso desperdicio.
Las condiciones macroeconómicas están dadas para una ampliación del gasto público que se dirija primero a aliviar la pobreza extrema y luego que se dedique a la construcción de una mejor sociedad nacional. Una fuente de recursos – además de las donaciones privadas o públicas, nacionales o internacionales – podría encontrarse en un manejo prudente de los excedentes que el sector público no financiero ha acumulado en los últimos años y que hoy están invertidos en TES.
No se trataría de despojar de manera atropellada a los entes públicos que hoy tienen ahorros en TES. La invitación es a razonar sobre cuáles de esos excedentes se constituyen en recursos menos prioritarios para el gasto que los que demanda la tragedia invernal y por ende prescribir que los mismos se conviertan en parte del Fondo con el que se enfrentará la calamidad que hoy nos agobia. Primer candidato para ello son los recursos que hoy tiene en TES el Fondo Nacional de Regalías. Tomada esa decisión se procurará su monetización gradual, o su constitución en fuente de pago en algunos casos, con prudencia y tino.
Pero además de la decisión política, de una buena gerencia pública, y de la plata, se precisa afinar los controles. A lo cual puede contribuir una ciudadanía informada, vigilante y comprometida a que se cumpla el fin último de la política de reconstrucción que debería ser salir de la tragedia con una sociedad colombiana más equitativa de la que hoy tenemos.
Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA Fue dicho en tono de gracejo y, sin embargo, deberíamos tomarlo con toda la seriedad que la situación demanda. A los afectados por el invierno es preciso reubicarlos en una sociedad más justa. Para ello lo primero es mitigar, con carácter de urgencia, las necesidades de los damnificados. Cuando bajen las […]
Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA
Fue dicho en tono de gracejo y, sin embargo, deberíamos tomarlo con toda la seriedad que la situación demanda. A los afectados por el invierno es preciso reubicarlos en una sociedad más justa.
Para ello lo primero es mitigar, con carácter de urgencia, las necesidades de los damnificados. Cuando bajen las aguas el propósito explícito de las políticas públicas que se diseñen para la reconstrucción de todas las áreas geográficas debería ser el surgimiento de una sociedad colombiana más equitativa de la que teníamos antes de la tragedia.
Para diseñar esa política son necesarios varios prerrequisitos. El primero es entender que la sola reposición de los pocos bienes que tenían la mayoría de los afectados, es insuficiente por razones éticas y económicas. La reconstrucción del entorno económico debería pensarse, y hacerse, en busca de más y mejores ingresos para los afectados, como resultado de las oportunidades que se creen para su nuevo modus vivendi.
Ello supone un proceso de planeación espacial y de las actividades económicas que genere más igualdad de oportunidades. Lo cual constituye un reto para el planeamiento urbano en previsión de que no se construyan alrededor de las ciudades nuevas villas miseria; para la política rural a fin de que los campesinos no se vean forzados a trasladarse a las zonas más propensas a sufrir los impactos de la naturaleza; y para la política ambiental con el propósito de que el buen uso de los recursos naturales sea el diario transcurrir de las políticas públicas y no sólo el sonsonete de los gobiernos.
Estos nobles fines exigen la creación de una gerencia pública prístina en lo ético y eficiente en lo económico, para que ninguno de los recursos que se destinen a la reconstrucción se desvíe a manos privadas o constituya un costoso desperdicio.
Las condiciones macroeconómicas están dadas para una ampliación del gasto público que se dirija primero a aliviar la pobreza extrema y luego que se dedique a la construcción de una mejor sociedad nacional. Una fuente de recursos – además de las donaciones privadas o públicas, nacionales o internacionales – podría encontrarse en un manejo prudente de los excedentes que el sector público no financiero ha acumulado en los últimos años y que hoy están invertidos en TES.
No se trataría de despojar de manera atropellada a los entes públicos que hoy tienen ahorros en TES. La invitación es a razonar sobre cuáles de esos excedentes se constituyen en recursos menos prioritarios para el gasto que los que demanda la tragedia invernal y por ende prescribir que los mismos se conviertan en parte del Fondo con el que se enfrentará la calamidad que hoy nos agobia. Primer candidato para ello son los recursos que hoy tiene en TES el Fondo Nacional de Regalías. Tomada esa decisión se procurará su monetización gradual, o su constitución en fuente de pago en algunos casos, con prudencia y tino.
Pero además de la decisión política, de una buena gerencia pública, y de la plata, se precisa afinar los controles. A lo cual puede contribuir una ciudadanía informada, vigilante y comprometida a que se cumpla el fin último de la política de reconstrucción que debería ser salir de la tragedia con una sociedad colombiana más equitativa de la que hoy tenemos.