Debo reconocer que yo era uno de esos quizás tantos colombianos que de forma obediente y juiciosa nos habíamos comido el cuento de la existencia de la tan comentada y publicitada crisis económica y que estábamos al borde de la recesión, lo cual ha sido común escuchar en las entidades financieras, comercio, empresarios y hasta […]
Debo reconocer que yo era uno de esos quizás tantos colombianos que de forma obediente y juiciosa nos habíamos comido el cuento de la existencia de la tan comentada y publicitada crisis económica y que estábamos al borde de la recesión, lo cual ha sido común escuchar en las entidades financieras, comercio, empresarios y hasta el mismo Gobierno decía que no había plata para la comida de la gente vulnerable, que no había plata para esto ni para lo otro, y una gran cantidad de la clase media pidiendo mercados y ayudas porque estaban quebrados.
Creo que en su mayoría los colombianos hemos sentido los rigores de esta crisis no solo económica, sino en la salud física y mental que produce el confinamiento y el aislamiento social con todas las consecuencias que hemos venido comentando. Pero cuando vemos que se han invertido millones de pesos o quizás billones en publicidad y medidas pedagógicas para convencer a la gente de que se quede en casa y de repente salen con el día sin IVA (debería ser el año sin IVA) y que los almacenes de cadena gastaron otra millonada en publicidad para seducir a sus clientes para que salieran desesperados a comprar y salieron masivamente, entonces uno se pregunta ¿dónde está la crisis? Será que realmente existe.
Cuando vimos que el director de la DIAN informó que las ventas sobrepasaron los 5 billones de pesos en épocas de crisis uno empieza a hacerse preguntas como loco: ¿dónde estaba esa plata?, ¿qué se hizo la crisis?, ¿dónde se escondió ese día?, ¿de dónde salió ese billete? Y cuando observamos las aglomeraciones y peloteras en esos sitios en donde la gente poco cumplió el distanciamiento para entrar y ya dentro del lugar se relajaron y se amontonaron con un tapabocas de lujo en el mentón engañándose ellos mismos, entonces nos damos cuenta que este país no está tan quebrado ni al borde de la recesión, es un país pujante, rico y con gente con billete disponible para darse unos gusticos que son válidos, así el coronavirus también salga a aprovechar las promociones que al por mayor les ofrecen en un solo día en cualquier centro comercial.
Aún más preocupante la situación cuando vemos los reportes del Ministerio de salud donde presentamos más de 85.000 contagiados, más de 3.000 fallecidos con un promedio de 163 muertes por día y con solo un poco más de 35.000 recuperados.
A nivel mundial estamos cercanos a los 10 millones de contagios y más de medio millón de muertos. Es entonces aquí y solo aquí, cuando se hace perentorio entrar a sopesar y valorar la vida humana en todas sus dimensiones y preguntarnos nosotros mismos si es necesario arriesgarlo todo por obtener unos cuantos productos que aun siendo necesarios no son más importantes que la vida misma.
Entendemos la necesidad que tenemos todos como país de no claudicar para lograr el fortalecimiento de la economía pero con mecanismos que limiten las aglomeraciones y el desorden ya que la cultura ciudadana está en pañales. Si en realidad queremos combatir el hambre debemos invertirle al campo colombiano para producir comida barata porque el que está jodido es el ciudadano de a pie, el campesino de hacha y machete, el de ruana, que son los que ven diariamente marchitados sus productos por no poder comercializarlos, con insumos agropecuarios costosos, sin subsidios ni seguros de cosecha, sin sistemas de riego que le garanticen las mismas, sin agua y electrificación rural, con vías de penetración inservibles que en la gran mayoría les impide transportar a tiempo sus productos.
Creo que llegó la hora de invertir en la gente sin dilaciones, en lo realmente importante y menos suntuoso e innecesario, llegó la hora de vivir para ser felices y hacer felices a los demás porque tu felicidad inicia apenas cuando sabes que otros también lo son por cuenta tuya. Ese día comprenderás que tu paso por el mundo habrá valido la pena y podrás vivir intensamente la vida. Bendiciones mil.
Debo reconocer que yo era uno de esos quizás tantos colombianos que de forma obediente y juiciosa nos habíamos comido el cuento de la existencia de la tan comentada y publicitada crisis económica y que estábamos al borde de la recesión, lo cual ha sido común escuchar en las entidades financieras, comercio, empresarios y hasta […]
Debo reconocer que yo era uno de esos quizás tantos colombianos que de forma obediente y juiciosa nos habíamos comido el cuento de la existencia de la tan comentada y publicitada crisis económica y que estábamos al borde de la recesión, lo cual ha sido común escuchar en las entidades financieras, comercio, empresarios y hasta el mismo Gobierno decía que no había plata para la comida de la gente vulnerable, que no había plata para esto ni para lo otro, y una gran cantidad de la clase media pidiendo mercados y ayudas porque estaban quebrados.
Creo que en su mayoría los colombianos hemos sentido los rigores de esta crisis no solo económica, sino en la salud física y mental que produce el confinamiento y el aislamiento social con todas las consecuencias que hemos venido comentando. Pero cuando vemos que se han invertido millones de pesos o quizás billones en publicidad y medidas pedagógicas para convencer a la gente de que se quede en casa y de repente salen con el día sin IVA (debería ser el año sin IVA) y que los almacenes de cadena gastaron otra millonada en publicidad para seducir a sus clientes para que salieran desesperados a comprar y salieron masivamente, entonces uno se pregunta ¿dónde está la crisis? Será que realmente existe.
Cuando vimos que el director de la DIAN informó que las ventas sobrepasaron los 5 billones de pesos en épocas de crisis uno empieza a hacerse preguntas como loco: ¿dónde estaba esa plata?, ¿qué se hizo la crisis?, ¿dónde se escondió ese día?, ¿de dónde salió ese billete? Y cuando observamos las aglomeraciones y peloteras en esos sitios en donde la gente poco cumplió el distanciamiento para entrar y ya dentro del lugar se relajaron y se amontonaron con un tapabocas de lujo en el mentón engañándose ellos mismos, entonces nos damos cuenta que este país no está tan quebrado ni al borde de la recesión, es un país pujante, rico y con gente con billete disponible para darse unos gusticos que son válidos, así el coronavirus también salga a aprovechar las promociones que al por mayor les ofrecen en un solo día en cualquier centro comercial.
Aún más preocupante la situación cuando vemos los reportes del Ministerio de salud donde presentamos más de 85.000 contagiados, más de 3.000 fallecidos con un promedio de 163 muertes por día y con solo un poco más de 35.000 recuperados.
A nivel mundial estamos cercanos a los 10 millones de contagios y más de medio millón de muertos. Es entonces aquí y solo aquí, cuando se hace perentorio entrar a sopesar y valorar la vida humana en todas sus dimensiones y preguntarnos nosotros mismos si es necesario arriesgarlo todo por obtener unos cuantos productos que aun siendo necesarios no son más importantes que la vida misma.
Entendemos la necesidad que tenemos todos como país de no claudicar para lograr el fortalecimiento de la economía pero con mecanismos que limiten las aglomeraciones y el desorden ya que la cultura ciudadana está en pañales. Si en realidad queremos combatir el hambre debemos invertirle al campo colombiano para producir comida barata porque el que está jodido es el ciudadano de a pie, el campesino de hacha y machete, el de ruana, que son los que ven diariamente marchitados sus productos por no poder comercializarlos, con insumos agropecuarios costosos, sin subsidios ni seguros de cosecha, sin sistemas de riego que le garanticen las mismas, sin agua y electrificación rural, con vías de penetración inservibles que en la gran mayoría les impide transportar a tiempo sus productos.
Creo que llegó la hora de invertir en la gente sin dilaciones, en lo realmente importante y menos suntuoso e innecesario, llegó la hora de vivir para ser felices y hacer felices a los demás porque tu felicidad inicia apenas cuando sabes que otros también lo son por cuenta tuya. Ese día comprenderás que tu paso por el mundo habrá valido la pena y podrás vivir intensamente la vida. Bendiciones mil.