Quien pretenda apelar a la “perspectiva de género” para excusar lo inexcusable y realizar defensas a partir de las históricas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres; que lo haga entendiendo que la igualdad de oportunidades para ambos sexos y la no discriminación de las mujeres, no se logra sobre el supuesto de que cuando se […]
Quien pretenda apelar a la “perspectiva de género” para excusar lo inexcusable y realizar defensas a partir de las históricas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres; que lo haga entendiendo que la igualdad de oportunidades para ambos sexos y la no discriminación de las mujeres, no se logra sobre el supuesto de que cuando se nos señala a las del sexo femenino por cometer un error, de los que también cometen los hombres, es que se nos está “persiguiendo”.
La lógica de la igualdad indica: O todos en la cama o todos en el suelo, pero no defendiendo lo indefendible. Quien pretenda servir en lo público a partir de ser elegido para representar a la ciudadanía, que lo haga convencido de que no se trata de posar de “decente” de manera coyuntural; así como tampoco de elaborar singulares y elementales discursos, inconsecuentes con lo que uno es.
Si se busca construir como servidor público, debe hacerse a partir de una pluralidad de elementos de tal complejidad que quien no esté preparado, es mejor que no asuma posturas imposibles de sostener, o peor aún, que se vean falsas y terminen siendo a la fuerza o por las circunstancias, desenmascaradas.
Amplia y con argumentos termina siendo la paleta de los colores de las mujeres: El lila del feminismo, el rosa del cáncer de mama, el naranja contra la violencia de género; cada uno buscando concientización. Usar uno o todos con distintos fines, ni más faltaba que esté prohibido; pero pretender atarlos a un libreto de ficción, no tiene razón.
Sino se tiene conciencia de que uno debe ser dueño de sus actos y en la medida de lo posible prever las consecuencias de los mismos; si el fin justifica los medios y si además un atajo se construye a partir de la ilegalidad, de que sirve presentarse como mujer o defender las causas de las mismas, si al final se está incurriendo en muchas de las malas prácticas por las que se descalifica muchas veces a los hombres.
“La senadora”, cuantas darían por alcanzar semejante dignidad; cuantas luchando por llegar a espacios inicialmente diseñados para los hombres; cuantas deseando que se les abra un espacio igual. Seguramente muchas serán las mujeres que han querido o quieren ser senadoras o pretenden ocupar espacios similares, pero ojalá las que pretendan llegar a ese lugar, entiendan que si no se alcanza con coherencia, es mejor no llegar.
Quien pretenda apelar a la “perspectiva de género” para excusar lo inexcusable y realizar defensas a partir de las históricas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres; que lo haga entendiendo que la igualdad de oportunidades para ambos sexos y la no discriminación de las mujeres, no se logra sobre el supuesto de que cuando se […]
Quien pretenda apelar a la “perspectiva de género” para excusar lo inexcusable y realizar defensas a partir de las históricas diferencias discriminatorias entre mujeres y hombres; que lo haga entendiendo que la igualdad de oportunidades para ambos sexos y la no discriminación de las mujeres, no se logra sobre el supuesto de que cuando se nos señala a las del sexo femenino por cometer un error, de los que también cometen los hombres, es que se nos está “persiguiendo”.
La lógica de la igualdad indica: O todos en la cama o todos en el suelo, pero no defendiendo lo indefendible. Quien pretenda servir en lo público a partir de ser elegido para representar a la ciudadanía, que lo haga convencido de que no se trata de posar de “decente” de manera coyuntural; así como tampoco de elaborar singulares y elementales discursos, inconsecuentes con lo que uno es.
Si se busca construir como servidor público, debe hacerse a partir de una pluralidad de elementos de tal complejidad que quien no esté preparado, es mejor que no asuma posturas imposibles de sostener, o peor aún, que se vean falsas y terminen siendo a la fuerza o por las circunstancias, desenmascaradas.
Amplia y con argumentos termina siendo la paleta de los colores de las mujeres: El lila del feminismo, el rosa del cáncer de mama, el naranja contra la violencia de género; cada uno buscando concientización. Usar uno o todos con distintos fines, ni más faltaba que esté prohibido; pero pretender atarlos a un libreto de ficción, no tiene razón.
Sino se tiene conciencia de que uno debe ser dueño de sus actos y en la medida de lo posible prever las consecuencias de los mismos; si el fin justifica los medios y si además un atajo se construye a partir de la ilegalidad, de que sirve presentarse como mujer o defender las causas de las mismas, si al final se está incurriendo en muchas de las malas prácticas por las que se descalifica muchas veces a los hombres.
“La senadora”, cuantas darían por alcanzar semejante dignidad; cuantas luchando por llegar a espacios inicialmente diseñados para los hombres; cuantas deseando que se les abra un espacio igual. Seguramente muchas serán las mujeres que han querido o quieren ser senadoras o pretenden ocupar espacios similares, pero ojalá las que pretendan llegar a ese lugar, entiendan que si no se alcanza con coherencia, es mejor no llegar.