Al conmemorarse hoy el día mundial de la salud mental resaltamos su trascendencia para lograr el bienestar personal, familiar y social. La pandemia del coronavirus exacerbó muchos síntomas, por las condiciones tan inusuales de pérdida de hábitos, encierro, miedo, el duelo por la desaparición de seres queridos, ingresos disminuidos, el distanciamiento social.
Al conmemorarse hoy el día mundial de la salud mental resaltamos su trascendencia para lograr el bienestar personal, familiar y social. La pandemia del coronavirus exacerbó muchos síntomas, por las condiciones tan inusuales de pérdida de hábitos, encierro, miedo, el duelo por la desaparición de seres queridos, ingresos disminuidos, el distanciamiento social. La grave ausencia del beso y del abrazo.
Dicha situación puso de presente lo que a voces reprimidas, antes de la emergencia viral, se empezaba a manifestar, que casi 1.000 millones de personas ya adolecían de trastornos mentales. Entre ellos 300 millones de ansiedad y otros 300 de depresión. Unos 60 millones de trastorno bipolar y más de 20 millones de severa esquizofrenia. Pero lo más sorprendente es el incremento pospandémico: 1 de 4 personas en el mundo podrían tener trastornos mentales.
Por lo que la enfermedad rompió todos los armarios, baúles y clósets en que se escondían en muchas – y por muchas familias.
Puestas familias y la sociedad ante la realidad, los problemas empezaron a ser revelados, y el ocultamiento y estigma fueron cediendo ante la necesidad de abordar con serenidad, en medio de los dolores, la atención profesional. Nada fácil: a aquél con deficiente salud mental se le considera frágil y no funcional a la sociedad y, lo peor, dicha percepción se le transmite a su personalidad, comprometiendo la autoestima de la persona afectada.
Sin embargo, por fortuna, día a día se llega a la consideración de que es normal la visita al sicólogo o al siquiatra como la periódica a cualquier médico especialista.
Es evidente que en sus multicausas hay factores biológicos y genéticos, pero, como lo demostró la pandemia, los factores sicosociales de entorno mucho lo favorecen. Y, por contera, bienestar, afecto, bajo estrés, buena alimentación y ejercicio regular contribuyen a su manejo.
El mayor énfasis debe hacerse desde la niñez, en familias y colegios, en la prevención. Es la tendencia más reciente que se ha propuesto a escala mundial. Legisladores y organizaciones sociales que desarrollan los aspectos preventivos y curativos de la enfermedad se vienen coordinando en ese sentido demandando, además, una mayor coordinación intersectorial entre los ministerios y secretarías de salud y educación.
Es en ese marco que adelantaron acciones el representante a la Cámara Carlos Felipe Quintero y la Fundación Maind en la justificación y elaboración de un proyecto de ley modificando la Ley 1616 de 2013 en el sentido de prevenir los trastornos en etapa temprana de niños, niñas y adolescentes a partir de la inclusión de programas específicos en el ciclo escolar, en capacitación de maestros en la identificación de riesgos, signos y síntomas; y en la creación de un sistema de información y estadísticas para adoptar apropiadas estrategias para la atención integral.
Al conmemorarse hoy el día mundial de la salud mental resaltamos su trascendencia para lograr el bienestar personal, familiar y social. La pandemia del coronavirus exacerbó muchos síntomas, por las condiciones tan inusuales de pérdida de hábitos, encierro, miedo, el duelo por la desaparición de seres queridos, ingresos disminuidos, el distanciamiento social.
Al conmemorarse hoy el día mundial de la salud mental resaltamos su trascendencia para lograr el bienestar personal, familiar y social. La pandemia del coronavirus exacerbó muchos síntomas, por las condiciones tan inusuales de pérdida de hábitos, encierro, miedo, el duelo por la desaparición de seres queridos, ingresos disminuidos, el distanciamiento social. La grave ausencia del beso y del abrazo.
Dicha situación puso de presente lo que a voces reprimidas, antes de la emergencia viral, se empezaba a manifestar, que casi 1.000 millones de personas ya adolecían de trastornos mentales. Entre ellos 300 millones de ansiedad y otros 300 de depresión. Unos 60 millones de trastorno bipolar y más de 20 millones de severa esquizofrenia. Pero lo más sorprendente es el incremento pospandémico: 1 de 4 personas en el mundo podrían tener trastornos mentales.
Por lo que la enfermedad rompió todos los armarios, baúles y clósets en que se escondían en muchas – y por muchas familias.
Puestas familias y la sociedad ante la realidad, los problemas empezaron a ser revelados, y el ocultamiento y estigma fueron cediendo ante la necesidad de abordar con serenidad, en medio de los dolores, la atención profesional. Nada fácil: a aquél con deficiente salud mental se le considera frágil y no funcional a la sociedad y, lo peor, dicha percepción se le transmite a su personalidad, comprometiendo la autoestima de la persona afectada.
Sin embargo, por fortuna, día a día se llega a la consideración de que es normal la visita al sicólogo o al siquiatra como la periódica a cualquier médico especialista.
Es evidente que en sus multicausas hay factores biológicos y genéticos, pero, como lo demostró la pandemia, los factores sicosociales de entorno mucho lo favorecen. Y, por contera, bienestar, afecto, bajo estrés, buena alimentación y ejercicio regular contribuyen a su manejo.
El mayor énfasis debe hacerse desde la niñez, en familias y colegios, en la prevención. Es la tendencia más reciente que se ha propuesto a escala mundial. Legisladores y organizaciones sociales que desarrollan los aspectos preventivos y curativos de la enfermedad se vienen coordinando en ese sentido demandando, además, una mayor coordinación intersectorial entre los ministerios y secretarías de salud y educación.
Es en ese marco que adelantaron acciones el representante a la Cámara Carlos Felipe Quintero y la Fundación Maind en la justificación y elaboración de un proyecto de ley modificando la Ley 1616 de 2013 en el sentido de prevenir los trastornos en etapa temprana de niños, niñas y adolescentes a partir de la inclusión de programas específicos en el ciclo escolar, en capacitación de maestros en la identificación de riesgos, signos y síntomas; y en la creación de un sistema de información y estadísticas para adoptar apropiadas estrategias para la atención integral.